lunes, 27 de junio de 2011

Ellas bailan con todos


A fuerza de clavas y fuegos danzantes, Luis Villagrán Zaccardi, o Luighy según él mismo se denomina, se convirtió en un malabarista que no sólo conquistó algunas esquinas de la ciudad sino que además se transformó en el hombre que sabe cómo animar cualquier recital. El día que el rock se encontró con el arte callejero.

Por Carolina Sánchez Iturbe
Fotos de The Dark Flack (www.thedarkflack.com)

Un quinteto de clavas danzan en el aire. A su alrededor, los rostros sonríen mientras frente a ellos una banda se abraza a sus instrumentos musicales para celebrar que esa noche le toca bailar con las más lindas. Seguro de que cualquier ambiente es propicio para expresarse, Luighy (o Luis Villagrán Zaccardi) impulsa con sus brazos delgados a las cinco muchachas voladoras a la par que disfruta del momento a su manera: malabareando esa comunión entre rock y arte callejero que poco tiene de casual.
“Mi relación con las bandas se dio con la vida. A algunas las conocía personalmente de antes y a otras las fui conociendo en sus recitales. Después, de a poco, me fui sumando a sus espectáculos haciendo en el medio funciones de malabares y fuego”. Sentado en un sillón maltrecho y esperando a que las horas marquen el momento de maquillarse para su próxima presentación, Luighy reflexiona sobre su papel en el mundo rock, ese mundo que lo recibió de brazos abiertos, primero para ubicarlo en el lugar de mero espectador y, luego, para señalarlo como elemento visual de sus shows.
Todo comenzó una noche en la que La Plebe le pidió a Villagrán que hiciese swing con fuego durante su recital y desde entonces su presencia en el rock local no se cortó. “Después, vino La Jaula del Rey Elvira; de ahí salí de gira con Patanes... y bueno, así caí con Encías Sangrantes y con La Flower Power”, recuerda. Y aunque la tragedia de Cromañón lo haya obligado a reformular sus participaciones en la noche, absteniéndose del fuego y optando ahora por clavas apagadas, jura que sus intervenciones siguen adelante, reforzando esa relación rocker que desde hace años gesta.
Sin embargo, ese vínculo que mantiene con el rock no nació con los sonidos platenses. Todo se remonta tiempo atrás, a los días en los que el Winco de su casa reproducía a Led Zeppelin, Pink Floyd, Deep Purple, los Rolling Stones, los Beatles y Madness. “Todavía tengo esos discos de pasta, pero los estoy por vender porque cuando sos artista callejero y pobre aprendés que los discos también se pueden comer”, dice entre risas.
Luego llegaron los días de la adolescencia en pleno resurgir democrático, cuando aún las reglas no estaban tan claras y Sui Generis deslumbraba: “Yo entré en el '83 a la secundaria, en una democracia que era reciente y que, en ciertos aspectos, seguía siendo como una dictadura. A los 15 años, vivía en las comisarías. Las razzias se daban todos los fines de semana y yo trataba de disimular que era menor de edad. Igual, iba a Cemento a ver a Luca Prodan, por ejemplo. Me era inevitable. Empecé a caminar así en la ciudad”.
Fue por esos días cuando Luighy asistió a uno de esos shows capaces de resistir al paso del tiempo y, en cambio, quedar tatuados entre los recuerdos. “No me voy a olvidar jamás de un recital que hicieron Los Redondos a fines del '85 en lo que era El Garage, que quedaba en 10 y 58. En el medio de la noche, llegó la policía y tiró gases lacrimógenos adentro del lugar para que la gente saliera y poderla chupar. El Indio Solari se fue de escena y Skay se quedó tapándose con un pañuelo y tocando al lado de una columna mientras le pedía a la gente que no saliera porque afuera estaba todo mal. Entonces, me quedé llorando adentro, mirando a Skay. Tuve mucho miedo ese día. Igual, podemos hablar durante horas de lo placentero que era ver a Los Redondos”, rememora para luego señalar que ése no fue el único gran momento recitalero que experimentó ya que las peñas que en la época se organizaban en las facultades lograron transformarse en momentos igual de determinantes junto a su espíritu joven que siempre terminaba reflejándose en un montón de pibes “bailando arriba de los bafles”.
Aunque hace tiempo sus clavas acostumbren danzar en el interior de teatros y bares techados con entrada paga, Luighy jura que ellas nacieron en la calle y para la calle donde, “por suerte, cada vez son más las bandas que no están dispuestas a transar ni a pagar mil pesos para poder tocar”, logrando multiplicar los rostros que sonríen cuando los músicos consiguen bailar con las más lindas del lugar.

De Garage – Junio de 2011
(siempre es mejor la versión en papel)

martes, 21 de junio de 2011

Vomitando flores


Nicolás Lavalle es el autor de numerosos comics que se distribuyen gratis en forma de fanzine. Trash, suciedad y los mil trazos para cambiar el mundo.

Por Carolina Sánchez Iturbe
Ilustraciones: Nicolás Lavalle (http://nicosucio.blogspot.com)
Diseño de la nota en la revista: MAP (www.flickr.com/ruyyy)

“Lo que yo hago es parecido a sentarse a comer un plato de ravioles con vino y después vomitar”. Nicolás Lavalle lleva toda una vida dibujando y, aunque aún no haya alcanzado el cuarto de siglo, le resulta imposible recordar algún momento en el que no se haya expresado a través del lenguaje de las historietas: “Siempre hice comics, es la única forma de contar que sé utilizar. Por ahí, de chico iba camino a hacer dibujos animados, pero eso es algo que recién ahora estoy aprendiendo”.
De naturaleza inquieta, Nicolás jura que todos los aprendizajes que adquirió en torno al arte llegaron de modo autodidacta. Así, la música, la plástica y la animación son fruto de horas de ensayo y error. “Me gusta investigar las técnicas y aprender solo porque por más que me describan cómo se hace un dibujo, a mí no me sirve. Es que si me piden que describa cómo hago las cosas, no puedo hacerlo. Nadie puede decir tenés que hacer este movimiento con la mano”, asegura para luego explicar que la metodología que aplica para llevar a cabo una ilustración es muy cercana a la idea popular sobre la inspiración.
“Busco una imagen sucia, deforme y violenta pero que deje ver su conformación frágil, sensible y organizada. Eso soy yo”. Nico Sucio, como suele firmar varios de sus trabajos, se define desde su blog. Luego, reconoce que en sus ilustraciones acostumbra recrear escenas en las que las drogas y el sexo toman protagonismo: “Intento curar a la gente de espanto. Sí, hago chistes sobre el porro y dibujo pijas, que son cosas que están, que conocemos; entonces, ya está, nos riamos de eso. Además, no me interesa que mis historietas sean como las de Marvel, que sean Superman: quiero hacer una fotocopia en la que salgan dibujos con manchas y que el que la lea, la lea en su cotidiano”.
Aunque el discurso de Nicolás pueda parecer completamente teñido de una actitud trashera, lo cierto es que él jura que ésa es solamente la superficie de su trabajo, en el que entre trazos y oraciones, siempre hay algo que se dice entrelíneas. “Mirando a Quino entendí que con el humor se puede hacer algo por el mundo. Lo que más me preocupa es eso. Hay algo parecido a dos bandos en la humanidad, el bueno y el malo, y todo el mundo parece estar eligiendo mal, esperando que todo se vaya al carajo. El arte funciona como una charla, es capaz de comunicar. Por eso, reparto mis comics gratis. Ojalá haya un despertar colectivo, pero mientras no pase eso, hay que envenenarse lo menos posible”.

http://nicosucio.blogspot.com


Franceville agenda pocket – Nº 55, junio de 2011
(siempre es mejor la versión en papel)

viernes, 17 de junio de 2011

Domingo de Bomba Texto!

BOMBA TEXTO
Número 3

15.30hs
historietas: Gustavo Sala
crónica fotográfica: Sebastián Losada muestra retratos
instalaciones, proyecciones y musicalización: La Vecindad el Electro
crónica en vivo: Nacho Babino (De Garage)
+ feria de discos y revistas independientes
+ Pasatiempos
+ cervezas artesanales de Hermanos & Brothers

18hs

Dom 19/6 - 15.30hs
Planta Baja Estación Provincial - 17 y 71

ENTRADA LIBRE Y GRATUITA! NO SE SUSPENDE POR LLUVIA!



Bomba Texto es el suplemento cultural en 3D que se armó para, el tercer domingo de cada mes, inmiscuirse en el mundo de Feria en la Esquina, la feria de diseño de indumentaria, accesorios y objetos que todos los fines de semana se desarrolla en los bares Imperio y Ciudad Vieja.
Bomba Texto cuenta con numerosas secciones que se reescriben con el paso de la gente por ellas y en las que hay trabajos de historietistas locales; una crónica fotográfica realizada por un artista para cada evento; un espacio de proyecciones e instalaciones, conformado por VJ's y DJ's seleccionados por La Vecindad del Electro; un stand en el que Concepto Cero muestra sus producciones; una zona de pasatiempos; un periodista realizando en vivo una crónica del evento; el recital de una banda; una batea de discos de bandas locales; una mesa de publicaciones independientes; y un espacio de clasificados, donde se podrán recorrer los puestos de Feria en la Esquina.

Organizan:
Feria en la esquina / Beat64 / Cronopunk

Colaboran:
La Vecindad del Electro / Hermanos & Brothers / Concepto Cero / Tres al cubo / Opa Opa / Chikito Móvil Records

http://www.facebook.com/bombatexto

miércoles, 8 de junio de 2011

Talle M, el festejo de la multiplicación cultural


Dos jóvenes artistas plásticos crearon el proyecto a partir de la recuperación de La Asociación Cultural Alborada, un espacio al que convirtieron en cuna de intercambio artístico donde talleristas pueden vivir de sus profesiones, mostrar sus trabajos y, claro, producir nuevos encuentros con el arte como eje.

Por Carolina Sánchez Iturbe
Fotografía de The Dark Flack (www.thedarkflack.com)

La Plata, junio 8 (Agencia NAN-2011).- Que los espacios artísticos parecen ser cada vez menos, es una sensación constante en la ciudad. Será que los artistas se reproducen con mayor velocidad que la arquitectura de La Plata. Tal vez tenga que ver con que, día a día, son más quienes deciden plantarse y, lejos de la resignación, bucear paredes, escenarios, cuartos y salones desde los cuales mostrar su obra y, en definitiva, producir encuentros. Sin embargo, los lugares nuevos acaban surgiendo y, cuando en la capital de la provincia una construcción abre sus puertas al arte, gambetando la tentación de transformarse en una torre de departamentos, es motivo suficiente de celebración.
Rodrigo Acra y Romina Ortaz, dos jóvenes artistas plásticos locales creadores del colectivo Talle M que pusieron sus manos para restaurar paredes y limpiar habitaciones, tuvieron su día de suerte hace poco más de un mes, en la Asociación Cultural Alborada. Gracias a su dedicación, el espacio volvió a abrir sus puertas tras años de actividad pasiva, que se reducía al préstamo de más de 50 títulos desde una biblioteca y a algún que otro encuentro entre personas de la tercera edad.
“En La Plata nunca sobraron los lugares. Por lo general, la persona que recién se recibe no tiene muchas herramientas para vivir de su arte. En las galerías los que exponen son siempre los mismos consagrados, chabones que ya son grosos dentro de la pintura o las artes visuales en Argentina, entonces todos los demás terminamos trabajando en un quiosco”, arrancó Acra.
Aunque pueda parecer un acto de filantropía increíble, el plástico jura que no fue la solidaridad lo que lo empujó a restaurar un caserón para que un montón de artistas como él pudieran dar clases y realizar actividades. La decisión se debió a que el cuadro de situación resultaba ineludible: “Cuando la comisión directiva de la Asociación nos convocó, tranquilamente podríamos haber elegido usar el espacio para dictar nuestros talleres y nada más, pero íbamos a caer en la misma postura en la que están la mayoría de los lugares, que no suelen abrirse. Tenemos un montón de gente conocida que tiene ganas de hacer cosas pero no tiene dónde. Entonces, decidimos ponernos la camiseta de Talle M y salir para adelante, dándole oportunidades a la persona que quiera dedicarse a la docencia artística”.
A un mes de la reapertura de la Asociación Cultural como tal, Talle M se dedica no sólo al mantenimiento de un espacio histórico venido a menos, sino que además persigue su mayor anhelo: resignificarlo dándole un nuevo sentido capaz de abordar las distintas ramas del arte y, si todo sale bien, transformarlo en una escuela alternativa donde docentes y alumnos puedan intercambiar conocimientos a partir de la construcción grupal.
“Talle M somos los quince talleristas que estamos acá. Nosotros coordinamos, pero no seríamos nada sin el resto y sin todo el esfuerzo que pone cada uno tanto en sus clases como en los encuentros que se organizan”, asegura Ortaz. Su compañero coincide: “Esto es un proyecto colectivo pensando en colectivo y para el colectivo, donde cada individuo aporta lo que sabe y lo que tiene para dar, pero siendo siempre conscientes de que nosotros no somos más que el nexo”.
Las paredes del edificio de dos pisos resguardan a alrededor de quince docentes que decidieron sumarse a Talle M y dictar clases ahí. Pero allí dentro también se realizan con periodicidad las Pantufletas Refrescantes, el evento en el que numerosos artistas provenientes de diferentes disciplinas se reúnen y festejan, nuevamente, que ahora hay un lugar más donde trabajar. “Buscamos que Talle M se nutra de la multidisciplina. Los que pintan siempre son una bandita, los que tocan siempre se juntan con los que tocan; entonces, lo que queremos es generar un diálogo entre todas las artes, así provengan del sonido, las visuales o las audiovisuales, para hacer algo en conjunto, para generar otra cosa”, sostiene sin dudar Acra, quien está a cargo del taller de graffiti y arte urbano.
Ortaz, la muchacha que emprendió junto a él este camino de recuperación del edificio y que actualmente encuentra satisfacción en las clases de plástica para niños que encara, reconfirma: “La música puede reforzar lo que un ilustrador está diciendo, es así”.
La tercera edición de Pantufleta Refrescante, los 25 y 26 próximos, prevé música, trabajos en vivo de ilustradores y clases abiertas de tangueros. Además, 36 artistas urbanos y graffiteros pintarán las puertas de la Asociación y VJ’s realizarán proyecciones, a la par que un grupo de artistas plásticos intervendrán la fachada del lugar.
“A partir de ahora, la puerta de entrada de la asociación y la vereda serán intervenidas artísticamente una vez por mes. La idea es tener diálogo con la gente que está afuera, que si bien pasa y ve un edificio pintoresco, no sabe qué está sucediendo adentro. A partir de la intervención de la puerta, buscamos que quienes pasen caminando sepan que éste es un espacio abierto donde hay actividades y se pueden hacer cosas”, detalla Acra.
Y aunque Talle M se proponga en el futuro recuperar aún más construcciones, por el momento piensa en descansar en el edificio de La Alborada para así “aprovechar la oportunidad enorme de explotar la Asociación” y, claro, de paso, evitar “empacharse”.
Es que el festejo de inauguración es tan sólo el comienzo. Aún resta que ése nuevo viejo espacio se transforme del todo y alcance su versión superadora. “Queremos que aquí se geste una movida contracultural que contenga arte en todas sus disciplinas y que, al mismo tiempo, logre generar la consciencia en los demás de que hay un montón de lugares que están cerrados y necesitan de gente que se organice para que se abran”, resume Acra, dispuesto a reflexionar: “La experiencia muestra que es posible recuperar edificios abandonados y evitar que se conviertan en cajoneras llenas de departamentos”.

*La tercera edición de Pantufleta Refrescante se realizará con entrada libre y gratuita los días sábado 25 y domingo 26 de junio desde las 15 horas en La Asociación Cultural Alborada, ubicada en 58 entre 10 y 11.


Agencia NAN (www.agencianan.com.ar)

sábado, 4 de junio de 2011

El Taller del rock

En el bar de 49 entre 2 y 3 se produjeron grandes encuentros artísticos, aunque ninguno de ellos se llevó a cabo sobre el escenario del lugar. Así, por ejemplo, entre sus paredes ornamentadas por los cuadros del Negro Mariani, Manuel Moretti se reunió por primera vez con los hermanos Mutinelli, sentando las bases de una de las bandas de rock con más mitos en la ciudad.

Por Ana Clara Bormida y Carolina Sánchez Iturbe

Que los encuentros que se producen en La Plata son preámbulo de grandes resultados creativos, no es novedad. Y que esas reuniones suelen darse durante las madrugadas, tampoco. Como si las diagonales hubiesen complotado para que las mejores tertulias se dieran en 49 entre 2 y 3, durante años El Taller supo ser el epicentro de esas uniones que luego saben dar sus frutos.
Con un circuito marcado, a fines de los ’80 y principios de los ’90, cada bar cumplió un rol determinado. Mientras que El Tinto se prestaba para que la gente pudiera escuchar música y El Bar era el lugar indicado para ver los recitales de las bandas del momento, El Taller se presentaba como el mejor espacio para establecer vínculos. “Para nosotros era como un club”, recuerda Cabe Mallo, el actor, músico y docente, quien solía ser cliente asiduo de la casa antigua en la que se había instalado el local.
Aunque el lugar carecía de un escenario que lo destacara, ahí se llevaban a cabo los encuentros entre quienes formaban la escena del rock local. Así, en El Taller solían converger personajes tales como Rudie Martínez, los hermanos Mutinelli, Sergio Pángaro, Alfredo Calvelo, Pancho Luna, los miembros de Las Canoplas y el círculo intimo de Virus. De ese modo, Cabe Mallo no logra recordar más que un par de ocasiones en las que hubo espectáculos en ese espacio: aquella en la que hubo un show de mimos y las tres oportunidades en las que Sergio Pángaro hizo un unipersonal.
“Otro ítem interesante del lugar eran los mozos. Las mozas eran Cintia y Diana Rogovsky y Mariana Estévez, quienes al poco tiempo armaron La Marea, el grupo de danzas. Y el mozo masculino que estuvo más tiempo fue Manuel Moretti, que cuando empezó a trabajar ahí no estaba ni siquiera en Licuados, recién había llegado de Junín”, dice Mallo. Reconfirmando que el lugar era propicio para el desarrollo de los procesos creativos, Moretti suele decir en sus entrevistas que ahí fue donde conoció a los hermanos Mutinelli, con quienes luego formó Peregrinos.
“Como me había hecho amigo de los dueños del bar, que eran el Negro Mariani y Julio, de quien no recuerdo su apellido, llevaba todo el tiempo cassettes con música”, asegura el actor, para luego sostener que ése fue uno de los lugares donde más se escuchó a Japan. Es que en aquel momento, según describe, aún no se había instalado la moda de los DJ’s, por lo que el encargado de la barra hacía sonar cassettes que iba cambiando según el gusto de sus clientes. Por ello es que quizás Cabe Mallo recuerda que en los bares que formaban del triángulo que él frecuentaba, siempre había buena música. “Íbamos al taller de arranque y de ahí nos íbamos al Boulevard o al Borda, donde siempre estaba Pepe Fenton”.
Conformado como una versión en miniatura del Boulevard del Sol, El Taller se dividía en tres espacios que se repartían entre dos habitaciones y un patio cuyas paredes estaban ornamentadas con los cuadros que el Negro Mariani pintaba. “Además, en una época, había días en los que el Negro Mariani cocinaba y podías ir a cenar. Me imagino que para los dueños también debe haber sido un lugar de encuentro”, rememora.
Haciendo honor a su nombre, El Taller no sólo sirvió como un espacio para degustar alguna bebida espirituosa, sino que también supo ser una fábrica al mejor estilo Warhol, donde entre copa y copa, se ideaban grandes planes para el rock.

De Garage – Mayo de 2011
(siempre es mejor la versión en papel)

Y sí seguís explorando? (si total, no nos vamos a dormir...)

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