Dos jóvenes artistas plásticos crearon el proyecto a partir de la recuperación de La Asociación Cultural Alborada, un espacio al que convirtieron en cuna de intercambio artístico donde talleristas pueden vivir de sus profesiones, mostrar sus trabajos y, claro, producir nuevos encuentros con el arte como eje.
Por Carolina Sánchez Iturbe
Fotografía de The Dark Flack (www.thedarkflack.com)
La Plata, junio 8 (Agencia NAN-2011).- Que los espacios artísticos parecen ser cada vez menos, es una sensación constante en la ciudad. Será que los artistas se reproducen con mayor velocidad que la arquitectura de La Plata. Tal vez tenga que ver con que, día a día, son más quienes deciden plantarse y, lejos de la resignación, bucear paredes, escenarios, cuartos y salones desde los cuales mostrar su obra y, en definitiva, producir encuentros. Sin embargo, los lugares nuevos acaban surgiendo y, cuando en la capital de la provincia una construcción abre sus puertas al arte, gambetando la tentación de transformarse en una torre de departamentos, es motivo suficiente de celebración.
Rodrigo Acra y Romina Ortaz, dos jóvenes artistas plásticos locales creadores del colectivo Talle M que pusieron sus manos para restaurar paredes y limpiar habitaciones, tuvieron su día de suerte hace poco más de un mes, en la Asociación Cultural Alborada. Gracias a su dedicación, el espacio volvió a abrir sus puertas tras años de actividad pasiva, que se reducía al préstamo de más de 50 títulos desde una biblioteca y a algún que otro encuentro entre personas de la tercera edad.
“En La Plata nunca sobraron los lugares. Por lo general, la persona que recién se recibe no tiene muchas herramientas para vivir de su arte. En las galerías los que exponen son siempre los mismos consagrados, chabones que ya son grosos dentro de la pintura o las artes visuales en Argentina, entonces todos los demás terminamos trabajando en un quiosco”, arrancó Acra.
Aunque pueda parecer un acto de filantropía increíble, el plástico jura que no fue la solidaridad lo que lo empujó a restaurar un caserón para que un montón de artistas como él pudieran dar clases y realizar actividades. La decisión se debió a que el cuadro de situación resultaba ineludible: “Cuando la comisión directiva de la Asociación nos convocó, tranquilamente podríamos haber elegido usar el espacio para dictar nuestros talleres y nada más, pero íbamos a caer en la misma postura en la que están la mayoría de los lugares, que no suelen abrirse. Tenemos un montón de gente conocida que tiene ganas de hacer cosas pero no tiene dónde. Entonces, decidimos ponernos la camiseta de Talle M y salir para adelante, dándole oportunidades a la persona que quiera dedicarse a la docencia artística”.
A un mes de la reapertura de la Asociación Cultural como tal, Talle M se dedica no sólo al mantenimiento de un espacio histórico venido a menos, sino que además persigue su mayor anhelo: resignificarlo dándole un nuevo sentido capaz de abordar las distintas ramas del arte y, si todo sale bien, transformarlo en una escuela alternativa donde docentes y alumnos puedan intercambiar conocimientos a partir de la construcción grupal.
“Talle M somos los quince talleristas que estamos acá. Nosotros coordinamos, pero no seríamos nada sin el resto y sin todo el esfuerzo que pone cada uno tanto en sus clases como en los encuentros que se organizan”, asegura Ortaz. Su compañero coincide: “Esto es un proyecto colectivo pensando en colectivo y para el colectivo, donde cada individuo aporta lo que sabe y lo que tiene para dar, pero siendo siempre conscientes de que nosotros no somos más que el nexo”.
Las paredes del edificio de dos pisos resguardan a alrededor de quince docentes que decidieron sumarse a Talle M y dictar clases ahí. Pero allí dentro también se realizan con periodicidad las Pantufletas Refrescantes, el evento en el que numerosos artistas provenientes de diferentes disciplinas se reúnen y festejan, nuevamente, que ahora hay un lugar más donde trabajar. “Buscamos que Talle M se nutra de la multidisciplina. Los que pintan siempre son una bandita, los que tocan siempre se juntan con los que tocan; entonces, lo que queremos es generar un diálogo entre todas las artes, así provengan del sonido, las visuales o las audiovisuales, para hacer algo en conjunto, para generar otra cosa”, sostiene sin dudar Acra, quien está a cargo del taller de graffiti y arte urbano.
Ortaz, la muchacha que emprendió junto a él este camino de recuperación del edificio y que actualmente encuentra satisfacción en las clases de plástica para niños que encara, reconfirma: “La música puede reforzar lo que un ilustrador está diciendo, es así”.
La tercera edición de Pantufleta Refrescante, los 25 y 26 próximos, prevé música, trabajos en vivo de ilustradores y clases abiertas de tangueros. Además, 36 artistas urbanos y graffiteros pintarán las puertas de la Asociación y VJ’s realizarán proyecciones, a la par que un grupo de artistas plásticos intervendrán la fachada del lugar.
“A partir de ahora, la puerta de entrada de la asociación y la vereda serán intervenidas artísticamente una vez por mes. La idea es tener diálogo con la gente que está afuera, que si bien pasa y ve un edificio pintoresco, no sabe qué está sucediendo adentro. A partir de la intervención de la puerta, buscamos que quienes pasen caminando sepan que éste es un espacio abierto donde hay actividades y se pueden hacer cosas”, detalla Acra.
Y aunque Talle M se proponga en el futuro recuperar aún más construcciones, por el momento piensa en descansar en el edificio de La Alborada para así “aprovechar la oportunidad enorme de explotar la Asociación” y, claro, de paso, evitar “empacharse”.
Es que el festejo de inauguración es tan sólo el comienzo. Aún resta que ése nuevo viejo espacio se transforme del todo y alcance su versión superadora. “Queremos que aquí se geste una movida contracultural que contenga arte en todas sus disciplinas y que, al mismo tiempo, logre generar la consciencia en los demás de que hay un montón de lugares que están cerrados y necesitan de gente que se organice para que se abran”, resume Acra, dispuesto a reflexionar: “La experiencia muestra que es posible recuperar edificios abandonados y evitar que se conviertan en cajoneras llenas de departamentos”.
*La tercera edición de Pantufleta Refrescante se realizará con entrada libre y gratuita los días sábado 25 y domingo 26 de junio desde las 15 horas en La Asociación Cultural Alborada, ubicada en 58 entre 10 y 11.
Agencia NAN (www.agencianan.com.ar)
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