jueves, 29 de julio de 2010

El sueño del pibe

En los ’90, mientras La Plata se convertía en hervidero cultural, dos amigos lograron concretar uno de sus mayores deseos: abrir El Bar. Los músicos de rock aún lo recuerdan no sólo por haber tocado en ése escenario, sino también por haber construido ahí muchas de sus mejores anécdotas.

Por Ana Clara Bórmida y Carolina Sánchez Iturbe
Fotos gentileza Las Canoplas y Franco Ruiz

“Fue una época de oro en la que varios músicos, plásticos, periodistas, drogotas y chicas que no temían a los borrachos, encontramos un lugar que nos acoja todas la noches: jueves, viernes, sábados, domingos...”, cuenta Richard Baldoni, actual bajista de normA, recordando las madrugadas que solía pasar en El Bar.
A principios de los ´90, dos amigos manejaban un café llamado La Fábrica, que quedaba en 7 y 47, desde el que solían observar una construcción antigua que estaba justo enfrente. “Siempre mirábamos esa casa y pensábamos lo lindo que estaba para poner ahí un bar”, cuenta Chompi, ex dueño del lugar. Por esas casualidades que tiene la vida, a La Fábrica solía ir Mariana Chiesa, una artista plástica que, además, era propietaria del espacio que en el ‘94 se transformaría en El Bar.
Ubicado en un primer piso, al que se llegaba después de subir 42 escalones empinados, El Bar no era más que una casa antigua de pisos de madera y aberturas que daban a calle 47, en la que entre luces tenues y sillas altas, solían tocar bandas. Quizás como “era la época en que el rock garpaba”, según jura Baldoni, La Plata se había convertido en una especie de hervidero cultural, del que surgían numerosos músicos de rock dispuestos a mostrar su arte en cuanto reducto les abriera las puertas.Así, en el escenario de El Bar, que al principio no era más que un rincón al ras del suelo, tocaron bandas como Increíbles Ciudadanos Vivientes, Peligrosos Gorriones, Míster América, Ver Nápoles, Elefante Violeta, Víctimas del Baile, Canoplas, Máquina Muda, 40 escalones y Los Casanovas. Otro de los artistas que musicalizó el lugar fue Daniel Melingo con Tangos Bajos: “Como terminó esa noche don Daniel, lo puede contar Martín Karacachof, quien amablemente lo asistió y le dio asilo”, describe Baldoni mientras intenta retratar cómo eran esas noches en las que la diversión estaba garantizada.

Si bien la música en vivo sólo sonaba los jueves y domingos, el lugar siempre estaba lleno. Es que durante los demás días, los parlantes despedían las distorsiones de Iggy Pop, Jane's Addiction, Génesis, Divididos, Pappo y Nirvana. “Viernes y sábado se llenaba sin necesidad de que tocara nadie, entonces esos días eran nuestros; los otros dos días, de las bandas”, explica el hombre que solía estar al frente del local de 47 y 7.
“El Bar se llenaba a partir de las 2 de la mañana, eran las 8 y seguía lleno”, recuerda Chompi entre risas, para después explicar las limitaciones que generaba la ubicación del boliche: “Los viernes tratábamos de cerrar más temprano, porque el sábado a las 8 de la mañana la gente pasaba por el centro para hacer compras, mientras del bar bajaba gente con vasos en la mano: imaginate 300 flacos saliendo de un bar a esa hora”.
De todos los lugares que había en el momento, “el más drogón, quilombero y con mejor música, era El Bar”, sostiene el bajista de normA. Todo para después rememorar como uno de sus amigos rodó por los 42 escalones de mármol y se rompió el tabique, o como a Zani, de Flores Subterráneas, tuvieron que limitarle la entrada al lugar. “Zani se tenía que portar como todos queríamos que se porte. Pasa que Zani es un ardiente y tiene una copada forma de expresar el bocho, pero también de expresarse enérgico como a veces se ponía, y uno no tiene todo el tiempo para controlarlo”, explica el dueño del boliche.
“Tener ese bar fue como el sueño del pibe”, dice Chompi para luego detallar que, al no tener en cuenta lo comercial, en el ’98 tuvo que frenar la actividad. “Los que pisamos ya casi los 40, lo recordamos en forma muy especial. El Bar fue plataforma de despegue de tantos amoríos; en esas mesas se han sellado pactos de honor, diabólicos y de amor, que hasta el día de hoy continúan vigentes”, cuenta Richard Baldoni, quien luego explica que con el cierre de El Bar y de El Tinto, que sucedió al año siguiente, sintió el principio del fin. “Después vinieron Terruco, Barro, Incógnito, La Boutique, pero ya no fue lo mismo. Nuestra época había sido...”.

De Garage - Julio de 2010
(siempre es mejor la versión en papel)

viernes, 23 de julio de 2010

Lo que quedó: Yendo de la Feria al Living // Volumen 01


El domingo amaneció horrible. Desde la madrugada que la lluvia prometía no dar tregua y todo parecía indicar que sería una tarde solitaria. Una gota, dos gotas, tres gotas. Y a buscar el equipo de sonido bajo el temporal.
Cosa de mandinga. No conforme con el diluvio universal que se desataba sobre la ciudad, el viento helado (casi costero) se sumaba a la maldición. “Sólo falta que el diablo se siente en la puerta de la Estación Provincial al grito de aquí no entra nadie”, se oía murmurar.
4 de la tarde y el living estaba casi terminado. Un par de cuerpos se dedicaban a la construcción de un bastidor en tiempo record. Los sábados por la tarde las madereras no abren sus puertas, complicándole la vida a quien piense que sí lo hacen. No se debe olvidar jamás semejante regla.
Para las 5 ya estaba todo listo. Algunos valientes desafiaban al demonio, riéndosele en la cara luego de atravesar las puertas de la vieja estación de Meridiano Vº. Martín Prenassi ya estaba acomodado frente al bastidor y, con la ayuda de un pincel, imprimía los primeros trazos sobre la tela. Un montón de caramelos endulzaban la escena, mientras las fotos de The Dark Flack giraban en una pantalla. De a poquito, todo muy de a poquito.
Y a las 6 ya estaba lleno. Faltaba poco para que Monoaural se acomodara en los sillones y, con su mejor sonrisa, respondiera a cuanta pregunta se cruzara por la cabeza de los organizadores. Después, llegó la "Lluvia", pero la lluvia linda. Ésa a la que las hermanas Carelli, Cristián Buzeki y Joaco Saéz saben cantarle. Y entonces sí, todos sentados en almohadones, abriéndose paso entre las 70 personas que desafiaron a la ley de gravedad (que dice que el agua cae de arriba para abajo), a Confesore y a cuanto pronóstico diera vueltas por La Plata para, durante un domingo, convertirse en los protagonistas de la lucha contra el mal climático.
Y a ser felices por un rato, que vivir sólo cuesta vida…













"Lluvia" // Monoaural en formato acústico

MAP en pleno proceso artístico!


Las fotos de The Dark Flack!

Entrevista a Monoaural!

La obra de MAP está lista!

El acústico en pleno living!


Gracias! Amancay, The Dark Flack, Estación Provincial, Cecilia y Julieta (Feria en la Esquina), I Love Pixel, Tormenta, MAP, Monoaural, Beat 64, Radio Universidad, Laura Robuschi, familia Aon, bandas que se sumaron a la feria, familia y amigos del alma (los indispensables)!


Yendo de la Feria al Living

martes, 20 de julio de 2010

Radiografía de un provocador


Alberto Bassi jura que a él no le importa nada. Ni los prejuicios, ni el orden establecido, ni las normas de sociabilidad logran conmoverlo; por el contrario, elige desnudarse durante sus shows, retirarse sin aviso cuando algo le molesta, vestirse como se le cante y, sobre todo, emprender una tozuda campaña en contra de la discreción. Todo sea por mantener viva la vieja y libertaria actitud rock.

Por Carolina Sánchez Iturbe
Fotos The Dark Flack (http://www.thedarkflack.com/)

“Mi vida no es ornamental, esto es caótico”. En un primer piso que da a calle 12, reina la desorganización. Sobre una mesa, un montón de papeles y de objetos decorativos se disputan un pedazo de esa tabla turquesa en un intento por no estrellarse contra el piso. A un costado, dos veladores iluminan, mientras a su alrededor estatuillas los miran. De la lámpara de techo cuelgan telas y, justo al lado de la puerta, de un perchero penden collares, amuletos y pañuelos. Desde ahí, se hace difícil precisar el color de las paredes, no sólo por la luz tenue que hay, sino, y sobre todo, por la cantidad de fotografías del dueño de casa que se adhieren a ellas. Una bandera de AC/DC parece desentonar, pero en la vida de Alberto Bassi nada es previsible.
“Mi departamento es como lo que yo tengo en la cabeza: mucho y desordenado”, dice Bassi mirando a su alrededor. Lejos de intentar excusarse por el orden que mantiene en su hogar, el hombre que no teme desnudarse en los escenarios platenses destaca su deseo desesperado de no parecerse nadie, de llevar una vida singular y, finalmente, de “quedar expuesto” ante quien pose su mirada sobre él. “Esto como un puchero, entonces dentro de la olla hay una gran dosis de exhibicionismo, de querer llamar la atención y también de querer transmitir algo a alguien”, resume.
Decidido a dejar en claro cuál es su personalidad porque, según él, “las apariencias no deberían engañar”, Alberto sabe a ciencia cierta que su manera de vestirse no pasa desapercibida. “Uno va por el mundo ofreciendo algo, mostrando cosas que son uno. Por eso, a mí me gusta vestirme de una manera llamativa, con colores estridentes. Es que detesto la discreción”, asegura Bassi mientras gesticula con sus manos llenas de anillos, todo para después explicar que nada lo limita a salir a la calle con una capellina en la cabeza, o un pisa papas colgado del cuello: “Hay ciertas reacciones que ya las veo venir. No soy inocente, no me puedo asombrar que una persona me grite cosas. Me puede gustar, me puede molestar, pero no me va a asombrar”.

Aunque confiese su desinterés por vincularse con nuevos sonidos, Alberto se relaciona “únicamente con gente de rock” y, retroalimentándose, es éste mismo grupo de personas el que suele ir a ver sus monólogos de sexo. “Tengo un público que es 100% rock, la gente de teatro no va a verme y las viejas chotas, tampoco. Es que los rockeros tienen la capacidad de gozar más que otra gente y, además, tienen mucha libertad”, explica, para luego trazar un paralelismo que logra hermanarlo con esa actitud libertaria propia de la escuela de rock: “Fundamentalmente, hago lo que tengo ganas. Como el gato, que pasa y se va, que no hace concesiones y no le importa quedar bien, así soy yo”.
En ese departamento de 12, las tardes y las noches suelen ser musicalizadas por la misma diversidad casi caótica que reina en los ambientes. Así, un tango, un sonido folcklórico del sur napolitano, una canción francesa de posguerra, una composición de Bob Dylan o una melodía potente de AC/DC pueden sonar sin ningún problema, aunque la vedette del lugar sea Gabriella Ferri, la cantante italiana de la que Bassi logró hacerse amigo luego de rastrearla por teléfono y confesarle la admiración que le despertaba su voz.
Sin embargo, durante las madrugadas Alberto suele optar por ir a ver a “amigos que rockean”. “A mí las bandas de rock me encantan porque yo soy una persona muy rebelde, que se pelea mucho, que se enoja y se va. Me molestan las etiquetas, la gente convencional que da por sentadas un montón de cosas y actúa en pos de eso, metiéndote dentro de una historia a la que vos no pertenecés. No soporto el prejuicio. ¿Eso es tener mal carácter?”, reflexiona Bassi, mientras ríe enérgicamente.
Finalmente, y dispuesto a demostrar que su vida se desenvuelve de acuerdo a los preceptos del rock de los viejos tiempos, Alberto empuña un vaso de whisky, se cuelga un amuleto que, dice, le trae buena suerte y con su mejor sonrisa termina de definirse como un insurrecto: “Me encanta la provocación e, incluso, la fuerzo. Vos podés irte al límite y después regresar para volver a irte al límite, y pueden quedar cosas muy interesantes. La provocación existe y si la sentís, hay que liberarla”.

* Alberto Bassi presenta su monólogo "No hagamos el amor en silencio" el viernes 23 de julio a las 22 horas en Pura Vida.

De Garage - Julio de 2010
(siempre es mejor la versión en papel)

miércoles, 14 de julio de 2010

Yendo de la Feria al Living, volúmen 1!


Yendo de la Feria al Living es un espacio musical que se desarrolla durante el tercer domingo de cada mes en la Estación Provincial.
Ahí podrás encontrar muestras de fotografías, gente haciendo street art, feria de discos y pins, entrevista a una banda que, luego, sonará en formato acústico y más!; todo en el marco de las actividades de la Feria en la Esquina que se organiza en los bares de 17 y 71 entre las 15.30 y 19.30 hs

:.:.: ¡Primera edición de Yendo de la Feria al Living! :.:.:

:: Street Art con MAP! ::
:: Muestra de fotos de The Dark Flack! ::
:: Entrevista y acústico con Monoaural! ::
:: Feria de discos y pins! ::

Domingo 18, desde las 15.30hs. Hall Central, Estación Provincial (17 y 71)
¡Entrada libre y gratuita!

Trae tu almohadón y hacete de un domingo como en casa!

:.: Organizan :.:
:: Feria en la Esquina ::
:: La Mandorga del Capitán Fontanella ::
:: Una valeriana, por favor! ::

:.: Auspicia :.:
:: Beat 64 ::


martes, 13 de julio de 2010

SeNeVe en El Ayuntamiento


La banda platense demostró durante la noche del jueves que el hard rock aún está vivo y que, claro, no será sencillo de olvidar el movimiento de la melena sacudiéndose junto a los acordes de poder de la guitarra de Poyo Berenguer.

Por Carolina Sánchez Iturbe
Fotografías de The Dark Flack (www.thedarkflack.com)

La Plata, julio 13 (Agencia NAN-2010).- Años sin ver a una melena sacudirse, mientras una guitarra eléctrica no da tregua y el músico que la ejecuta, se arrodilla sobre el escenario completando la escena. Décadas pasaron. Quizás desde los gloriosos años ’70 y ’80, cuando el hard rock hacía de las suyas, que no es habitual ver un espectáculo en el que la melena ondulada y las escalas pentatónicas sean las protagonistas. Aunque los años hayan pasado y el único resabio de los días de las calzas estridentes que parece haber sobrevivido sea AC/DC, SeNeVe se dedica a desterrar toda idea que pueda aunque sea sugerir que el hard rock murió. Desde El Ayuntamiento, un local platense que se caracteriza por contar con un escenario mucho más alto que el del resto de los bares de la ciudad, durante la noche previa al feriado del 9 de julio la banda saca a relucir su carácter de cuarteto potente y, por lo menos por un rato, invita al público a llenarse los oídos de un poco de distorsión.
Cerca de las 22 del jueves, abriéndose paso entre el humo de los cigarrillos, Matías Fortunato, el cantante de la banda, se trepa al escenario para dar inicio al show. Una voz completamente alejada de los agudos típicos del hard rock entona con una afinación que podría despertar envidias las primeras estrofas de "Esperas". A su derecha, Poyo Berenguer, el guitarrista, anticipa de qué se tratará el recital durante el resto de la velada: la guitarra será el centro de atención, gracias a la expertis de su ejecutor. A partir de entonces, el bajo de Gustavo Fernández y la batería de Mauro Pisano se convierten en el soporte justo para los acordes de poder de Berenguer.
Acomodada entre las mesas y las sillas, y tentada por el aroma de la mozzarella derretida, la gente hace pequeños gestos de aprobación, resumidos en piernas y manos que marcan el ritmo de la música, ante la nostalgia ochentosa que despierta la banda. Es que las reminiscencias a los días de gloria de Van Halen son inevitables.
Desde el inicio del recital, pocos minutos son necesarios para que los jeans del guitarrista empiecen a arrastrarse por la madera del escenario. De rodillas y con la guitarra de frente a su público, Berenguer se hace cargo de la distorsión de su instrumento, completando a las canciones con los tradicionales y complejos solos que acuña el género. Todo para, segundos después, de un salto levantarse, golpear con fuerza su instrumento y, como por medio de un impulso eléctrico que nace en su pie y termina en su cabeza, sacudir su cabellera al ritmo de la música.
Cuando Fortunato pronuncia una y otra vez “Dame un final”, mientras el bajo imprime en la melodía el ritmo cortante que requiere la canción, el guitarrista se acerca a su compañero incitándolo a moverse. El cantante responde e inmediatamente da tímidos saltos en el escenario. El cuadro no dura demasiado tiempo, es que los movimientos de Fortunato parecen haber tenido más escuela en el grunge de los ’90 que en los sonidos de las décadas anteriores.
Cerca del final, llega el turno de "Eso espero", canción en la que, después más de media hora de despliegue de técnica, queda en evidencia que la envidia hacia la voz de Fortunato no se debe sólo a la buena afinación, sino --y sobre todo-- al manejo complejo de la melodía. Como si fuese poco, Berenguer aprovecha la oportunidad para despacharse con un solo que, aunque no haya sido cronometrado, parece de esos eternos. Una luz blanca ilumina al guitarrista, que se ubicó justo al centro de la escena con las piernas abiertas, como si estuviese listo para disparar la carga completa de una ametralladora. Los dedos recorren con velocidad los trastes de la guitarra, dando como resultado una sucesión de progresiones de acordes que, por momentos, hace apretar las muelas. Después, la banda remata el recital con el cierre de la canción y, casi sin mediar palabra, se despide. Años sin ver una melena sacudirse como el hard rock manda. Ya era momento de que sucediera.

Fotolog:
http://www.fotolog.com/seneve

www.agencianan.com.ar

jueves, 1 de julio de 2010

Barrio Calavera: calle, juane, chuchuhuasi, chicha, ska y rock n’ roll

La agrupación peruana de skachichanroll alega que lo que la distingue es la fusión entre el legado cumbiero de sus padres y el ska punk que mamaron desde niños, entre la selva amazónica y la urbe limeña. “Las reuniones en los barrios son una tremenda fiesta. Un concierto nuestro es algo así porque la idea es que el público se lleve un poco de alegría, de satisfacción por haber visto un show donde la sudamos”, explica Mijail Palacios, baterista del octeto.

Por Carolina Sánchez Iturbe
Fotografías gentileza de Alberto Valderrama

La Plata, julio 1 (Agencia NAN-2010).- Tomar una coctelera y meter ahí adentro una pizca de urbanidad y otra de tradición. Mezclar. Añadir un poco de baile ska, un puñado de verborragia punk y una buena porción del cachengue de la cumbia fusionada con los sonidos andinos. Y volver a mezclar. De ahí, imaginar un recorrido por las calles de Lima, donde la humedad subtropical sólo puede ser amenizada con un trago de chuchuhuasi. Entonces sí, la música de Barrio Calavera puede convertirse en la guía de turismo indicada, que de la mano de sus postales barriales conduce hasta el centro mismo de Perú, donde la convivencia entre selva y ciudad se da en completa armonía.
Barrio Calavera es un grupo de skachichanroll peruano que surgió a mediados de 2006 en el distrito limeño de Breña. El género es una invención de Aníbal Skanibal Dávalos, el bajista de la banda, quien luego de notar las dificultades que se le presentaban para definir su música, decidió acuñar un nuevo término que dejara en claro la mixtura de ska, chicha (o cumbia andina) y rock n’ roll que busca plasmar en sus melodías. “Es una palabra que nace de la fusión cultural que es la banda y que no sólo está en la estética, la música o la lírica, también está en la construcción de nuevos términos”, explica a Agencia NAN Mijail Palacios, baterista del octeto.
Como sucede con la mayoría de los comienzos, el inicio de Barrio Calavera fue casi producto de la casualidad. Winsho Hoyos, Mijail, Skanibal, Joao Shakaman Kahn, Rodrigo Castillo, Pablito Skacore, Jesús Chumbiray y Juan Ramos se reunieron en el bar del lugar y descubrieron que no se unirían solamente por las ganas de tocar: “Nos juntábamos para ensayar una hora y terminábamos tomando unas cervezas o un rico chuchuhuasi (un trago de la selva que se bebe con un poco de limón) hasta el día siguiente. Pasábamos la noche tocando a capela los temas que conocíamos, como la cumbia amazónica, la chicha, los boleros, los huaynos. Eran canciones que anteriormente habíamos escuchado en las fiestas con nuestros viejos, cuando éramos niños”, describe Mijail para luego precisar que fue en esos días cuando pudieron descubrir que tenían más cosas en común que el ska, el punk o lo que escuchaban desde adolescentes y que así nació “el deseo de imprimirle al ska elementos locales, propios del Perú”.

De esa manera, los miembros de la agrupación juran que su sonido está marcado por esa fusión entre la música de sus padres y “lo subte”, que vendría a ser “lo under” en Argentina. “Desde Juaneco y su Combo hasta The Clash, desde Los Mirlos hasta Manu Chao o The Specials, desde Los Destellos hasta Ramones o Sex Pistols, esas son nuestras influencias”, precisan. Fieles al estilo marcado por el ritmo del ska, los Barrio Calavera buscan que sus recitales sean una auténtica celebración callejera: “Las reuniones en los barrios limeños son una tremenda fiesta. Todos beben, bailan, comen, se divierten; hay cariño, amistad, respeto, unión y peleas, de hecho. Entonces, un concierto nuestro es algo así porque la idea es que el público se lleve un poco de alegría, de satisfacción por haber visto un show donde la sudamos”, asegura el baterista del octeto.
Tradicionalmente, el ska no es únicamente un estilo musical que intenta contagiar con el ritmo vertiginoso los deseos de festejar, sino que también es un género combativo, que suma en sus letras planteamientos de todo tipo. Y Barrio Calavera es una banda tradicionalista. “Queremos que la gente se divierta y también se cuestione. Por eso, tenemos temas como ‘Ska Multirracial’, que habla por la diversidad y el respeto hacia el otro; ‘Pavilito’, que trata sobre un niño de la calle que sale a trabajar; o ‘Kumbia Faite’, que es un cuestionamiento a la clase política”, detalla Mijail, y después añade: “No pretendemos que la gente nos siga por ser abanderados de alguna idea o por ser los pontífices de la verdad. Sólo manifestamos lo que pensamos”.
A pesar de abrazarse al legado de la selva amazónica, el conjunto se sabe urbano y, por eso mismo, toma para sus composiciones cada uno de los elementos que Lima puede regalarle: “Las nuestras son historias de la calle. La calle lo es todo. Nacimos en ella, vivimos en ella y nos nutrimos de ella”, asegura Palacios, quien luego explica que el último disco de la banda, Suena Calle --que puede ser descargado de forma gratuita desde la página web de la banda--, “es un viaje por la urbe limeña, que es variadísima y rica culturalmente, por lo que muchas de las canciones son crónicas de lo que ocurre en los barrios”.
Finalmente, Mijail jura que su banda se sostiene, ante todo, en la amistad, por lo que propone terminar el tour en “la tiendita del barrio”, donde los ocho integrantes de Barrio Calavera suelen sentarse “a tomar chuchuhuasi y comer un rico juane o su tacacho con cecina”, que son comidas típicas de la selva del Perú para, claro, “tocar con la guitarrita de madera e irnos a nuestras casas recién por la mañana”.

Sitio: www.barriocalavera.com

www.agencianan.com.ar

Y sí seguís explorando? (si total, no nos vamos a dormir...)

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