jueves, 29 de abril de 2010

Dos Locos: danza contemporánea “apta para todo público”


La compañía independiente de bailarines nacida en La Plata hace dos años busca desterrar las visiones snob que rondan al arte, sobre todo aquella que señala que la danza contemporánea es tan abstracta que el espectador se marcha sintiéndose un tanto estúpido. “No queremos la abstracción por la abstracción, sino comunicar, transmitir sensaciones”, enfatizan. Cómo mezclar y dar de nuevo a fuerza de historias narradas con el cuerpo.

Por Carolina Sánchez Iturbe
Fotografías de Daniel Ayala (http://www.flickr.com/danpeople)

La Plata, abril 29 (Agencia NAN-2010).- Seis cuerpos en movimiento, contrayéndose e imprimiendo en cada uno de sus músculos la tensión que provocan los sonidos, pueden ser mucho más que seis cuerpos que bailan. Esa es la premisa que atraviesa a Dos Locos, compañía independiente de danzas de La Plata que desde hace más de dos años trabaja para hacer de su arte “danza apta para todo público”. Cansados del prejuicio que sentencia que la danza contemporánea sólo consiste en un grupo de bailarines que “se revuelca por el piso”, Carolina Mirabella, Walter Artigas, Horacio Castelli, Jorge Britos, Sabrina de León y Belén Saguala subrayan que “la danza es un proceso comunicativo que no se trata de virtuosismo o de estética pura”.
“No hay nada más horrendo que el espectador se vaya pensando 'soy un estúpido'”, asegura Carolina frente a la mirada cómplice de sus compañeros, para después explicar que la danza contemporánea tiene una barrera para llegar al público, debida al empecinamiento de algunos por presentar proyectos que resultan inentendibles incluso para los propios artistas del género. Por ello, y convencido de que la historia debería reescribirse, Walter asiente antes de remarcar uno de los propósitos de Dos Locos: “No queremos la abstracción por la abstracción, es muy fácil caer en el snobismo. Por eso, cuando nos embarcamos en una obra, lo básico es comunicar, transmitir sensaciones; queremos que la gente conozca que hay otra forma de danza contemporánea y que esta expresión no se trata solamente de lo que está en el Centro Cultural Borges, que es para veinte personas”.
Seis cuerpos en movimiento pueden hacer mucho más que bailar. Eso, seguro. Conscientes de la libertad creativa y estética que les regala el trabajo autogestionado, los miembros de Dos Locos celebran las posibilidades que encuentran en la compañía y afirman que el suyo es un grupo de personas al cual es posible llevar “proyectos personales de cada uno”. Así, Horacio no duda en destacar los beneficios de la labor independiente cuando asegura que todos se sienten con la libertad de crear y colaborar para llegar juntos a un producto. “En la mayoría de los lugares no pasa eso, te obstaculizás con los mismos egos de las personas. Entre nosotros, al tener una buena dinámica y una energía predispuesta para producir, hay un montón de obstáculos de realización que no experimentamos”, sintetiza.
Del mismo modo, los Dos Locos destacan con convicción la forma de trabajo que aplican para construir sus proyectos, donde la dirección de las obras es rotativa, de acuerdo a “las ganas y las propuestas” de cada uno: “Somos seis artistas y, obviamente, cada uno tiene su línea y su idea, entonces todos podemos dirigir. Ahí también está lo rico de esto, porque entre nosotros nos vamos retroalimentando. Si bien una persona es la que dirige, los otros son subdirectores. Eso es algo que no pasa en otros grupos independientes, en los que sos sólo intérprete”, indica Walter, quien es el encargado de comandar a la compañía actualmente.

“Esto es un gran amor al arte. Empezamos ensayando en un living, nos hemos juntado en la cocina de la casa de alguno o en el patio y hoy ya tenemos un lugar donde trabajar. Lo pudimos simplificar porque nos une el espíritu de seguir, porque tenemos un proyecto claro. Sea como sea, vamos a seguir laburando”. Walter, al igual que sus compañeros, no titubea cuando se le presentan frente a sus narices los inconvenientes que trae aparejada la independencia y, por el contrario, se enorgullece de su capacidad de supervivencia.
Como sea, seis cuerpos en movimiento buscan lograr aún mucho más y, sin detenerse en las vicisitudes del camino, se permiten soñar con derribar barreras. “La idea del grupo es romper con ciertos tabúes”, dice Walter para luego explayarse explicando que entre los deseos de Dos Locos está no sólo demostrar que existen otras vertientes dentro de la danza contemporánea y que el trabajo independiente y autogestivo es posible, si no que también se puede narrar a través de la danza, tratando temas muy puntuales como la dualidad sexual, la soledad, la discriminación, la ambición y el rol de la mujer. “Uno de los desafíos de trabajar en danzas es hacer cuerpo una historia. Arrancar con una idea es más complejo que arrancar por la abstracción y que después eso se convierta en idea”, describe Carolina. Todo para después mencionar que el próximo proyecto de la compañía, luego de estrenar La dicotomía del ser en junio, es presentar una obra utilizando todas las habitaciones de una casa para que, así, la cuarta pared deje de existir.
Seis cuerpos en movimiento, contrayéndose al ritmo de la música hasta convertirse en dos locos, pueden ser mucho más que una conjunción de extremidades bailando. Pueden ser seis seres que, en realidad, buscan provocar sensaciones en quienes los vean, sin juzgarlas o parametrizarlas; pueden ser hombres y mujeres que saben que, como dice Carolina, “en la danza hay un lugar catártico, que está asociado con que el cuerpo va directo a lo emocional, a la memoria, al recuerdo personal del espectador”. Y entonces sí, seis cuerpos en movimiento pueden lograr su mayor objetivo: que el arte sea apto para todo público.

Blog:
http://www.doslocosdanza.blogspot.com/

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domingo, 18 de abril de 2010

Un día perfecto

Durante la fría noche del viernes en La Plata, Estelares desempolvó algunos de sus recuerdos y siguió presentando “Una temporada en el amor”, su último disco.

Por Carolina Sánchez Iturbe
Fotos por: The Dark Flack (http://www.thedarkflack.com/)

Atravesar las inclemencias climáticas no preocupa cuando Estelares promete regalar melancolía en un show a cielo abierto. Un escalofrío recorre las espaldas. Abrazada a camperas y bufandas, que durante la noche del viernes parecerán insuficientes, la gente se hace chiquitita en los asientos del Anfiteatro del Lago, en pleno bosque de La Plata, e intenta olvidar que ahí, a la intemperie, el frío humedecerá su ropa.
Cerca de las 9.30, Crema del Cielo se sube al escenario para anticipar lo que minutos después sucederá. La banda platense, que despierta buenos augurios, se luce, demostrando que ningún escenario le queda grande. Y después, ametralla. Casi sin pausas, las canciones se suceden y queda claro que ese sonido les sienta bien. Media hora después, con la misma velocidad con la que los músicos tomaron el centro de la escena, se despiden, no sin antes cumplir con uno de los rituales obligatorios de los recitales chicos al bromear con un “quédense que ahora viene Estelares”.
La espera parece eterna. Algunas manos valientes se atreven a salir de los bolsillos para arengar a la banda. Cuando las luces que decoran al anfiteatro se apagan, Manuel Moretti atraviesa la penumbra escondido tras sus anteojos de sol y, entonces sí, todos aplauden. Bajo un cielo estrellado, llega “América” y la gente alucina.
Permitiéndose las ya típicas licencias con sus letras, el cantante termina la primera canción del repertorio de dos horas gritando que “el mundo es cínico, lo sabemos desde chicos, pero es tan cínico”. No quedan dudas, será uno de esos shows encantadores de Estelares, cuando las cosas se ponen densas y Moretti no teme mostrar su costado suicida.


Un breve saludo sirve de introducción para “Moneda Corriente”, la canción que años atrás sirvió de plataforma de lanzamiento a la escena nacional para la banda con más de una década de experiencia en su haber.
Sin intentar olvidar su pasado, los platenses siguen su recorrido por “Ardimos” con “Bienvenida”, para después anunciar que lo que viene “es lo que tu inconsciente dice, Mariposas”.
Con la guitarra acústica al hombro, Moretti entona “todo lo que vi es ver pasar un tren, todo lo que sé es lo que siempre haré, y si algo es verdad, mis amigos, no los olvidaré”, iniciando el viaje a Irlanda que introducirá al público en el recorrido por “Una temporada en el amor”, el último disco de la banda.
Uno de los mejores momentos de la noche llega cuando Estelares anuncia que tocará “Mil abejas”, el tema que el cantante le escribió a su hija, Juana. El frío se aleja de la mano de la calidez de la letra de la canción. Moretti aprovecha la ocasión para mostrar su costado más dulce, aquel que se aparta de la melancolía, aunque sin dejar de lado la entonación que parece nacer de sus entrañas.

“Lo que sigue es una balada de los ’70, un homenaje a Roberto Carlos, a Nino Bravo, a Julio Iglesias”; el frontman de Estelares se ríe ante la comparación realizada y después, sin tiempo a juegos, la batería de Carlos Sánchez anuncia el principio de “Las trémulas canciones”.
Dispuesto a recorrer su historia, Moretti relata el nacimiento de Estelares en La Plata, para después narrar que como “dios atiende en Buenos Aires”, años atrás decidió mudarse a Capital Federal, donde el Abasto lo acogió, motivo suficiente para dedicarle una “Melancolía” a ese barrio.
Cerca del final, un pequeño grupo de personas decide romper el hermetismo que impone el lugar y, al fin, intentar combatir la helada. De pie junto a la fosa que separa al público del escenario, bailan sobre los “Jardines secos” y celebran con los brazos en alto el triunfo sobre lo preestablecido.
De a poco, más cuerpos se suman a la danza, mientras corean las últimas melodías. Finalmente, todos terminan de pie, festejando haber sido parte de una noche en la que el frío no logró echar por tierra un recital que convirtió a la jornada en un día perfecto.

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viernes, 16 de abril de 2010

La cofradía del rock platense


Con incluso una canción de Estelares que lo rememora, El Tinto Bar, homenaje sudaca al Whisky A Go Go, es uno de los bares míticos de la escena local. Damián García Toro, uno de sus más acérrimos clientes, recuerda cómo eran las noches en esa esquina de 49 y 10.

Por Ana Clara Bórmida y Carolina Sánchez Iturbe
Foto gentileza de Míster América

Como si se tratase de una premonición, los dueños de El Tinto A Go Go eligieron ese nombre en honor al mítico Whisky A Go Go de Los Ángeles. Poco tiempo después, el bar platense se convirtió en parada obligada de todo aquel que quisiese ser rockero. “Músico que no pasaba por El Tinto no existía”, jura Damián García Toro, uno de los clientes vitalicios del lugar, mientras intenta reconstruir las noches de gloria de aquel reducto de 49 y 10.
“Era el paraíso de los rockeros”, asegura el hombre de melena para luego precisar que, en una época en la que la escena rocker era aún incipiente, El Tinto fue el caldo de cultivo para toda la gente que se movía en ese circuito: “Hoy no hay un boliche que tenga la movida que tenía ese lugar, que permitió que toda una generación vinculada al rock platense haya tenido un espacio en común no sólo para ver bandas, sino para intercambiar experiencias entre ingenieros de sonido, músicos, artistas plásticos y demás”.
El Tinto empezó a funcionar a principios de los ’90. Mientras en el mundo bandas como Guns n’ Roses y Mötley Crüe alcanzaban la fama, en La Plata se experimentaba un destape cultural en el que “ser rockero era lo más”, según sostiene el creador de Condición Extraños. Así, de a poco se fue construyendo el perfil del bar que durante casi 10 años sería el terreno elegido por quienes disfrutaban del sonido de las guitarras distorsionadas.
En esos días iniciáticos, el boliche que se encontraba en un primer piso no estaba pensado como escenario para los músicos locales. “Era un reducto rockero en el que de a poco empezaron a tocar bandas. En un principio, se presentaban cada tanto porque no había espacio específico, se corrían las mesas dejando una zona para los instrumentos”, dice Damián para luego rememorar el recital de Los Brujos que presenció en El Tinto.
Años después, cuando El Tinto se consolidó como un boliche rocker, fue sede de bandas como Estelares, Sergio Pángaro y Baccarat, Míster América, 40 Escalones, en la que tocaba Claudio Birene (actual guitarrista de La Valvular), Demonio de Tazmania y El Ojo del Zar, entre muchas otras. Incluso, Manuel Moretti perpetúa a este bar en la letra de “Aire”: Te busqué pues cada vez que te encontré y en tus ojos no vi brillos como aquellos del show en el Tinto bar, cuando me viste cantar.
El Tinto, recuerda Damián, era un lugar ideal porque ahí no sólo podía tomar algo con amigos, sino que también tenía la posibilidad de elegir los discos que sonarían a lo largo de la noche. Eso sí, ese privilegio solamente funcionaba de lunes a viernes, ya que los sábados el dueño de la musicalización era Rudie Martínez. “En muchos casos, nosotros, rockeros ortodoxos, generábamos actos de violencia y empezábamos a los gritos de poné Rock and roll, pero el señorito quería poner música tecno”, describe García Toro entre risas.
A diferencia de lo que habitualmente sucede, en aquellos tiempos Damián sabía que ese bar sería recordado como uno de los tantos mitos de la ciudad: “Era un boliche 100% rockero que se convirtió en una especie de cofradía. Yo tuve la suerte de haber estado en el lugar justo, en el momento indicado”. Quizás es por ello que García Toro asegura que todo aquel que frecuentó El Tinto tiene alguna anécdota divertida para contar.
A principios del nuevo milenio, el boliche de 49 y 10 cerró sus puertas. Sin embargo, ni los dueños del bar, ni Damián García Toro se equivocaron en sus premoniciones: El Tinto se convirtió en un capítulo obligatorio de la historia del rock platense.

De Garage - Abril de 2010
(siempre es mejor la versión en papel)

viernes, 9 de abril de 2010

La calma que antecede al huracán


Luego de descubrir a los Beatles, el romance entre The Dark Flack y el rock fue en continuo crecimiento: de público a músico y de músico a fotógrafo de bandas. El hombre que demostró que rockerla es disfrutar con tranquilidad.

Por Carolina Sánchez Iturbe

Nos mintieron. Llevar una vida rocker no es acumular excesos, permanecer en una vorágine en la que días y noches sean difíciles de separar. Llevar una vida rocker es gozar de un andar tranquilo, sentarse en un rincón de un bar y admirar cómo cada sonido arrasa con todo. The Dark Flack (o Jorge Vimercati, según anuncia la primera página de su DNI) parece saber de esa verdad. Y quizás por eso nunca sintió necesidad de correr, aunque siempre haya estado en el mismísimo ojo de la escena.
The Dark Flack rockea desde hace más de 3 décadas. Como buen niño precoz, a los 10 años se despegó de la música popular tras descubrir las delicias de los Beatles. A partir de entonces, quedó “embrollado” en ese mundo y no pudo salir más. Poco después, en la preadolescencia, su recorrido se agudizó cuando escuchó a un compañero del colegio tocar Mariel y el capitán. “Fui a Libro 49, compré Vida de Sui Generis y me volví totalmente loco. No podía creer haber estado tantos años escuchando otras cosas siendo que existía eso”, recuerda.
Por esos días, la revista Pelo también colaboró con la tarea de investigación que él había iniciado con paciencia: “muy poca gente escuchaba rock, no era como ahora que tenés acceso a todo; lo mío fue de carambola. Leyendo, me enteraba de otras bandas y buscaba sus discos. Así descubrí a Manal, Pappo’s Blues, Vox Dei, Aquelarre”.
Aunque siempre fue de carácter calmo, The Dark Flack se distingue por el espíritu inquieto que no sólo lo llevó a indagar acerca del rock, sino que también hizo nacer en él el deseo de hacer música. “Empecé a ir a profesores pero no me servían porque me enseñaban teoría, solfeo, piezas clásicas que eran un embole”, relata. Lejos de frustrarse por la fallida incursión en la guitarra, el hombre de cuerpo delgado y brazos tatuados insistió hasta que un vecino “que era rockero” se ofreció a darle clases. “Me pasaba tardes enteras en su casa. En ésa época, él fue mi héroe. No sólo me enseñó a tocar temas de Sui Generis, sino que me abrió al mundo de la música progresiva”, explica. Después de eso, el aprendizaje autodidacta fue clave.

Foto de Licia Musacchio

“Me envenené, quería escuchar todo junto. Todas las bandas me volaban la cabeza”; en franco ascenso, la calma inquietud del Flack lo llevó a armar una discoteca alimentada por casi 200 discos y, junto al “clic terrible” que le produjo The Police, a buscar crear su propia banda. Muy de garaje, esa primera formación, denominada Manta Raya, estuvo compuesta por amigos que tocaban con lo que tenían a mano. Así, por ejemplo, “el baterista hacía barullo con baldes”.
Después llegó Diseños (que fue reconocida en el circuito under platense de fines de los ’80), Viejos, sucios y feos, Crudos, Super Moe y Noches Florentinas, entre muchas otras bandas. Pero después de 15 años de tocar sin parar y varios otros de colaboraciones, la relación se desgastó. “Se ve que me agoté y encima empezó a haber cada vez más laburo; ya no tengo 20 años, así que la prioridad uno es el trabajo. Ya soy grande, no puedo andar haciéndome el Pomelo”, resume.
Sin intentar esquivar las tendencias artísticas que desde chico lo inquietaron, The Dark Flack jura no extrañar sus días de músico: “lo que vertía en la guitarra, ahora lo concentro a nivel visual”. El aprendizaje del mundo del retrato también se construyó en torno a la dedicación autodidacta y, como en los viejos tiempos, él logró hacerse su lugar, aunque esta vez como fotógrafo de bandas.
Seguro de sí mismo, y con una mirada que no pretende disimular pensamientos, The Dark Flack sostiene que ésta es la vida que eligió llevar y desglosa “cuando conocí el ambiente del rock, me di cuenta que esto era lo mío y no tuve intenciones de conocer otras cosas. No me interesa saber cómo es ser concheto. No, esto me fascina”.
Alguien dijo que llevar una vida rocker es acumular excesos, ir acelerado. The Dark Flack sabe que eso es mentira. Él no se apresura, elije un Lucky Strike, lo toma entre sus dedos y, luego de encenderlo, respira hondo. Sentado espera a que otra vez una guitarra distorsionada logre huracanar el aire. Y entonces sí, con su mejor sonrisa dice “qué bueno que me tocó este mundo”.

www.thedarkflack.com

De Garage - Abril de 2010
(siempre es mejor la versión en papel)

martes, 6 de abril de 2010

Milica en Pura Vida


En el marco del 1º Buenos Aires Experimental, durante la noche del jueves santo, en La Plata, la banda logró dejar absorto al público de la mano de la fusión de sonidos, el uso de utilería que tranquilamente podría ser parte de una película de terror de Rob Zombie y, claro, del carácter histriónico del cantante.

Por Carolina Sánchez Iturbe
Fotografía de The Dark Flack (
www.thedarkflack.com)

La Plata, abril 6 (Agencia NAN-2010).- Una luz de sirena ilumina el centro del escenario. Desde ahí, los pies de Leíto, el cantante de Milica, se sacuden a la par del sonido oscuro de Hamacas. Rodeada de elementos que recuerdan a las mejores películas de terror de bajo presupuesto, la banda platense bautiza la noche de jueves santo a los gritos, personificándose, a fuerza de pelucas y máscaras, como esos personajes que sólo pueden habitar en las pesadillas más bizarras (o en las producciones cinematográficas de Rob Zombie).
En Pura Vida, la gente se amontona donde puede. Esquivando pilares, paredes y, claro, cuerpos, intenta hacerse de un hueco desde el cual sea posible mirar absorto el espectáculo de Milica. El único que, quizás, logra presenciar el recital sin perderse ni un mínimo detalle es el mono de peluche que Daniela, la baterista de la banda, acomodó sobre su instrumento. Para todos los demás, sortear las dificultades que proporciona la estructura del bar ya es parte habitual de la experiencia.
Demostrando que todo lo que no tiene de estatura lo compensa ampliamente a fuerza de histrionismo, Leíto saluda a su público, aclara que el primer tema que tocó la banda forma parte de los estrenos de la noche y manifiesta su deseo de que el show sea del agrado de los espectadores, todo para después escupir sin anestesia un “igual, me chupa un huevo lo que piensen”. La puteada no se hace esperar y el cantante se sonríe sin disimular el placer que le genera la respuesta a la provocación. Es que eso es lo que parece buscar Milica, provocar reacciones dispares, nerviosas, en quienes presencien el show, sin dejar lugar a ningún tipo de indiferencia. Y lo logra.
A un costado del escenario, que por pequeño no puede albergarlo, el encargado de las programaciones matiza las melodías, logrando que por momentos sea imposible no pensar en ríos y aves y completando, junto a Juan Cruz, el saxofonista invitado, el carácter experimental de la banda. Es por ese sonido experimental de Milica --que puede oscilar sin complicaciones entre Mars Volta, Spinetta, Queen of the Stone Age, Pez y la música ríoplatense-- que no es casual que el quinteto estrene la primera fecha del Buenos Aires Experimental, el ciclo que se propone expandir la difusión de los artistas dedicados a la búsqueda de composiciones alternativas.
Cuando llega Ascensor, un sonido agudo invade el lugar y las distorsiones de la guitarra por momentos le roban el protagonismo a los acoples, hasta que la batería y el bajo se integran. La canción, entonces, se convierte en un rock digno de ser pogueado como en los viejos tiempos. Sin embargo, las personas que se acercaron hasta Pura Vida permanecen inmóviles, como si sus cuerpos estuviesen siendo parte de un trance que, por avasallante, no permite que los músculos se muevan.
“Hace tanto tiempo ya que estoy viendo este lugar como si fuera un sueño, con el veneno en la mesa”, el cantante entona la primer estrofa de La espera, dando lugar a uno de los mejores momentos de la noche, cuando las aguas se tranquilizan y la adrenalina empieza a bajar para que una canción dé paso a ese tipo de introspección que eriza la piel. Claro que Milica aprovecha la situación y decide cortar en seco el clima, primero explotando a los gritos para después mezclar el sonido con una melodía propia de las cumbias más tradicionales.
Alejados de los disfraces del comienzo, (“hace mucho calor para peluca”), Milica anuncia el final del recital no sin antes dedicarle el último tema a Teresa, la perra de la banda y promocionar los discos de Caracol Rojo, el colectivo de comunicación que agrupa a varios artistas locales --como Rauko, Gran Cuervo, Astrocity, Hongo y El Resplandor de las Luciérnagas, entre otros--. Así, cerca de las 3 de la mañana los músicos bajan del escenario, dejando grabado el recuerdo de un jueves santo en el que películas de terror, música experimental y gritos viscerales hicieron que el público deseara no pestañear durante la hora que duró el recital.

MySpace:
http://www.myspace.com/musicamilica
Caracol Rojo: http://caracolrojodiscos.blogspot.com/

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jueves, 1 de abril de 2010

Discos: “Babel n’ auticka” (Argonauticks, 2009)


El primer álbum de la banda con sede en La Plata mixtura sonidos, géneros musicales y construcciones idiomáticas, logrando que la banda se convierta en una obra multicultural.

Por Carolina Sánchez Iturbe

La Plata, abril 1 (Agencia NAN-2010).- Dejar que las raíces afloren, que las rasgos personales más marcados dejen su huella y, al mezclarse, bailen en total armonía al ritmo de la música. Ése es el objetivo que Argonauticks, la banda con sede en La Plata pero con orígenes diversos, persigue con su primer disco, Babel n’ auticka, que aunque sea presentado como un demo que puede ser descargado libremente por Internet, tiene todo lo necesario para ser el principio de la discografía de una agrupación pluricultural.
Decidida a sentar posición desde el inicio, la primera producción discográfica de Argonauticks empieza con Que no, una canción que mixtura sonidos propios del funk con arreglos jazzeros para lograr armar un colchón en el que la voz de Riccardo Dessupoiu, el italiano que desembarcó hace años en la ciudad, pueda completar el cóctel que propone la melodía cantando en un “italiano criollizado” y en un lenguaje “criollo italianizado”.
Posteriormente suena Argonauticks, donde nuevamente el funk y las construcciones idiomáticas mixturadas son protagonistas. Lejos de ser una declaración de principios, la canción que lleva el nombre de la banda es una invitación a bailar a la par de la guitarra de Fran Muñoz, que en los últimos minutos del tema se decide a puntear creando el puente perfecto para que el último grito visceral de Dessupoiu reluzca.
Cuando llega el Tren del sur, el clima festivo cede para que el cantante pueda describir ese viaje que desea hacer “hacia el sur de tu alma, dando prisa al tiempo y que los paisajes me empiecen a bailar alrededor”. Imposible pensar en una introducción mejor para lo que vendrá: Killer Blond, un reggae que apela a los sonidos más tradicionales del género y que sólo acepta ser escuchado en estado de placentera calma.
La declaración de principios, ahora sí, recién aparece a la par de 5ta revoluzione. Dessupoiu, entonces, pide que “aunque sea sólo 5 minutos” lo dejen de joder con la política llevada a cabo detrás de las banderas. Los dos covers que alberga Babel n’ auticka sorprenden y permiten compartir la multiculturalidad que experimenta la banda. Primero a través de la versión de Creuza de ma, tema que a mediados de los ’80 compuso el genovés Fabrizio De André y que ahora, de la mano de Argonautiks, deja de lado los sonidos tradicionales mediterráneos para convertirse en una balada que recuerda a Pedro Aznar en plan jazzero.
Luego, las Promesas sobre el bidet de Charly García se transforman en un reggae entonado en italiano y en uno de los mejores momentos del disco gracias a la buena combinación que logra el ritmo a contratiempo de la guitarra junto a la voz áspera del cantante.
Después de 8 canciones en las que una banda ajustada como un reloj crea el ambiente perfecto para que Dessupoiu se puda convertir en el protagonista que hace distintiva a la obra, Legalize your mind toma el lugar de melodía de despedida a la par del clima intimista que marca la batería acariciada por un par de escobillas. Y la elección no es para nada ocasional: la mixtura gana terreno otra vez, mientras el cantante entona las estrofas en inglés destacando cada una de las palabras que pronuncia.
Entonces sí, el objetivo está cumplido y la mezcla cultural que atraviesa a los músicos termina de aflorar, demostrando que los rasgos ítalo-criollos de Argonauticks dejan su huella en todo lugar.

Blog: http://argonauticks.blogspot.com/

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Y sí seguís explorando? (si total, no nos vamos a dormir...)

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