Luego de descubrir a los Beatles, el romance entre The Dark Flack y el rock fue en continuo crecimiento: de público a músico y de músico a fotógrafo de bandas. El hombre que demostró que rockerla es disfrutar con tranquilidad.
Por Carolina Sánchez Iturbe
Nos mintieron. Llevar una vida rocker no es acumular excesos, permanecer en una vorágine en la que días y noches sean difíciles de separar. Llevar una vida rocker es gozar de un andar tranquilo, sentarse en un rincón de un bar y admirar cómo cada sonido arrasa con todo. The Dark Flack (o Jorge Vimercati, según anuncia la primera página de su DNI) parece saber de esa verdad. Y quizás por eso nunca sintió necesidad de correr, aunque siempre haya estado en el mismísimo ojo de la escena.
The Dark Flack rockea desde hace más de 3 décadas. Como buen niño precoz, a los 10 años se despegó de la música popular tras descubrir las delicias de los Beatles. A partir de entonces, quedó “embrollado” en ese mundo y no pudo salir más. Poco después, en la preadolescencia, su recorrido se agudizó cuando escuchó a un compañero del colegio tocar Mariel y el capitán. “Fui a Libro 49, compré Vida de Sui Generis y me volví totalmente loco. No podía creer haber estado tantos años escuchando otras cosas siendo que existía eso”, recuerda.
Por esos días, la revista Pelo también colaboró con la tarea de investigación que él había iniciado con paciencia: “muy poca gente escuchaba rock, no era como ahora que tenés acceso a todo; lo mío fue de carambola. Leyendo, me enteraba de otras bandas y buscaba sus discos. Así descubrí a Manal, Pappo’s Blues, Vox Dei, Aquelarre”.
Aunque siempre fue de carácter calmo, The Dark Flack se distingue por el espíritu inquieto que no sólo lo llevó a indagar acerca del rock, sino que también hizo nacer en él el deseo de hacer música. “Empecé a ir a profesores pero no me servían porque me enseñaban teoría, solfeo, piezas clásicas que eran un embole”, relata. Lejos de frustrarse por la fallida incursión en la guitarra, el hombre de cuerpo delgado y brazos tatuados insistió hasta que un vecino “que era rockero” se ofreció a darle clases. “Me pasaba tardes enteras en su casa. En ésa época, él fue mi héroe. No sólo me enseñó a tocar temas de Sui Generis, sino que me abrió al mundo de la música progresiva”, explica. Después de eso, el aprendizaje autodidacta fue clave.
The Dark Flack rockea desde hace más de 3 décadas. Como buen niño precoz, a los 10 años se despegó de la música popular tras descubrir las delicias de los Beatles. A partir de entonces, quedó “embrollado” en ese mundo y no pudo salir más. Poco después, en la preadolescencia, su recorrido se agudizó cuando escuchó a un compañero del colegio tocar Mariel y el capitán. “Fui a Libro 49, compré Vida de Sui Generis y me volví totalmente loco. No podía creer haber estado tantos años escuchando otras cosas siendo que existía eso”, recuerda.
Por esos días, la revista Pelo también colaboró con la tarea de investigación que él había iniciado con paciencia: “muy poca gente escuchaba rock, no era como ahora que tenés acceso a todo; lo mío fue de carambola. Leyendo, me enteraba de otras bandas y buscaba sus discos. Así descubrí a Manal, Pappo’s Blues, Vox Dei, Aquelarre”.
Aunque siempre fue de carácter calmo, The Dark Flack se distingue por el espíritu inquieto que no sólo lo llevó a indagar acerca del rock, sino que también hizo nacer en él el deseo de hacer música. “Empecé a ir a profesores pero no me servían porque me enseñaban teoría, solfeo, piezas clásicas que eran un embole”, relata. Lejos de frustrarse por la fallida incursión en la guitarra, el hombre de cuerpo delgado y brazos tatuados insistió hasta que un vecino “que era rockero” se ofreció a darle clases. “Me pasaba tardes enteras en su casa. En ésa época, él fue mi héroe. No sólo me enseñó a tocar temas de Sui Generis, sino que me abrió al mundo de la música progresiva”, explica. Después de eso, el aprendizaje autodidacta fue clave.
Foto de Licia Musacchio
“Me envenené, quería escuchar todo junto. Todas las bandas me volaban la cabeza”; en franco ascenso, la calma inquietud del Flack lo llevó a armar una discoteca alimentada por casi 200 discos y, junto al “clic terrible” que le produjo The Police, a buscar crear su propia banda. Muy de garaje, esa primera formación, denominada Manta Raya, estuvo compuesta por amigos que tocaban con lo que tenían a mano. Así, por ejemplo, “el baterista hacía barullo con baldes”.
Después llegó Diseños (que fue reconocida en el circuito under platense de fines de los ’80), Viejos, sucios y feos, Crudos, Super Moe y Noches Florentinas, entre muchas otras bandas. Pero después de 15 años de tocar sin parar y varios otros de colaboraciones, la relación se desgastó. “Se ve que me agoté y encima empezó a haber cada vez más laburo; ya no tengo 20 años, así que la prioridad uno es el trabajo. Ya soy grande, no puedo andar haciéndome el Pomelo”, resume.
Sin intentar esquivar las tendencias artísticas que desde chico lo inquietaron, The Dark Flack jura no extrañar sus días de músico: “lo que vertía en la guitarra, ahora lo concentro a nivel visual”. El aprendizaje del mundo del retrato también se construyó en torno a la dedicación autodidacta y, como en los viejos tiempos, él logró hacerse su lugar, aunque esta vez como fotógrafo de bandas.
Seguro de sí mismo, y con una mirada que no pretende disimular pensamientos, The Dark Flack sostiene que ésta es la vida que eligió llevar y desglosa “cuando conocí el ambiente del rock, me di cuenta que esto era lo mío y no tuve intenciones de conocer otras cosas. No me interesa saber cómo es ser concheto. No, esto me fascina”.
Alguien dijo que llevar una vida rocker es acumular excesos, ir acelerado. The Dark Flack sabe que eso es mentira. Él no se apresura, elije un Lucky Strike, lo toma entre sus dedos y, luego de encenderlo, respira hondo. Sentado espera a que otra vez una guitarra distorsionada logre huracanar el aire. Y entonces sí, con su mejor sonrisa dice “qué bueno que me tocó este mundo”.
2 comentarios:
Como queremos a ese hombre!
Grande Flacoo!!!
Muy bueno, yo solo lo conozco por medio de Internet, pero tus letras me dieron ganas de algún día tener la suerte de compartir un lugar en el mismo bar que él.
Un besote
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