martes, 31 de agosto de 2010

El lugar que nos espera para ir



Traído directamente desde Brandsen, El Bar de Gerardo fue un boliche que, durante los años ’90, supo cumplir con sus expectativas: apoyar a los artistas locales, crear un espacio libre, donde todas las expresiones tuvieran cabida, y conseguir la simpatía del público.

Por Ana Clara Bórmida y Carolina Sánchez Iturbe
Fotos gentileza de Francisco Lagomarsino


Todo empezó en junio de 1995, cuando Cacho, el dueño de El Bar de Gerardo, hizo una breve presentación del lugar “y arrancó Mister América con Sea of love, mientras Astarita bajaba las escaleras cantando”, relata Francisco Lagomarsino. Después de eso, el boliche de 12 y 41 (que ahora se convirtió en el super bailable Mantra) supo albergar a casi todas las bandas del momento, convirtiéndose en otra de las esquinas emblemáticas de la historia del rock platense.
El bar no era más que un rectángulo con un escenario montado al frente de un mural enorme y, claro, una barra, “en la que al principio no había destornillador, sólo cerveza, fernet o Coca, pero que de tanto pedirlo subsanaron el problema”, recuerda el bajista de Falso Primer Ministro, banda que llegó a tocar alguna vez en el lugar.
El bar de Gerardo no tenía las mismas dimensiones que hoy Mantra. Era más pequeño aunque, como en todo reducto rockero, se lograba hacer ingresar a más gente de la posible a fuerza de amontonamiento: “Entraban cien personas sentadas, pero supo haber el doble… y quizás el triple”, afirma Francisco, mientras Federico Kempff reconfirma: “Con Siempre Lucrecia hemos cortado 200 entradas ahí”.
“Era un bar que estaba originalmente en Brandsen y lo trajeron a La Plata con el mismo nombre”, sostiene Kempff. El dueño de El Bar de Gerardo eligió que el suyo fuera un lugar rockero. Como en Brandsen no había la oferta de bandas que existía en La Plata, mudó su escenario a la ciudad. “Sentimos que no le podíamos brindar un lugar a otra gente, que la pelea sola y desde abajo, como son los artistas que realizan su propia obra”, rezaba el folleto de presentación del lugar.
El éxito de El Bar de Gerardo se basó en los mismos condimentos que aún hoy persisten en los espacios de la escena: exposiciones de arte, buena música, público distendido y bandas en vivo: “Era esencialmente rockero, pero supo tener ciclos de jazz. Casi siempre tocaba alguien, estaba formulado para eso. En una ocasión, el hermano de un amigo, que nos había ido a escuchar, pidió en la barra un licuado... y casi lo echan”, relata Lagomarsino, para luego explicar que el bar era uno de esos lugares en los que el aficionado a la música en vivo “sabe que algo va a encontrar”.


Federico Kempff sostiene que en ése lugar sucedió el debut de Catupecu Machu en la ciudad. Confirmando que aunque los años hayan pasado, la memoria no falla, Francisco describe a esa fecha como un show particularmente intenso. La banda de Capital llegó a La Plata como invitada de Perfil Venus, en donde tocaban los hermanos Bilbao. Ese recital, según Lagomarsino, “literalmente dio vuelta el local, con gente arriba de las mesas y cierta alarma en los dueños porque ahí no se hacía pogo, y los pibes lo promovían. Igual no rompieron nada”.
Además de Catupecu, en el boliche de 12 y 41 tocaron bandas como Estelares, Míster América, G.S.Escribas, Perpetuo Socorro, La Perdonavidas, Pechito Gambeta, Falso Primer Ministro, Siempre Lucrecia, Lord Mantra, Centavos de Austral, La Dieta de Worms, Dr. Gerente, La Especie, Flora y Fauna, Loco Mosquito, Lamidosos, Neuronantes, Las Canoplas, Parabólicos, Perfil Venus, Flores Subterráneas y Lord Mantra.
“Cuando tocamos ahí con los Ministros, había buena onda, la pasamos bien y tuvimos comentarios favorables… recuerdo una muy linda versión de Everything flows de Teenage Fanclub que hicimos con Diego Carlomagno en guitarra, y una zapada noise de diez minutos con Fede Kempff como invitado, que erizó los pelos de más de uno… Tan buena onda era el lugar que un fin de año subí con Siempre Lucrecia a tocar la guitarra ¡y en un cover de Creedence!”, relata Lagomarsino.
No se conocen los motivos que llevaron al cierre de El Bar de Gerardo, que, de acuerdo a lo que narra el bajista de Falso Primer Minisitro, luego tuvo varios nombres y se siguió tocando “pero nunca fue lo mismo”. Lagomarsino duda que los días del lugar hayan sido sencillos: “Los ruidos y la presencia de especímenes rockeros no eran tolerados con agrado por los vecinos. Pero tampoco había razzia todos los fines de semana, y eso que los ’90 fueron una década de reviente importante -y bastante generalizado- en el rock platense, madrugadas interminables y excesos químicos de toda clase”.
Como en los buenos sueños rockeros, El Bar de Gerardo buscaba ser un centro de interacción, donde la gente pudiera encontrarse y disfrutar sin limitaciones de ningún tipo, tal como lo expresaron los dueños del boliche en su folleto de presentación: “Interpretar claramente las necesidades del público, apoyar irrestrictamente a los artistas, crear un espacio libre, abierto a todas las expresiones del arte que podamos honestamente albergar, son nuestras premisas fundamentales”. Como en los buenos sueños rockeros, la ilusión se concretó.

De Garage - Agosto de 2010
(siempre es mejor la versión en papel)

sábado, 28 de agosto de 2010

EP 2010 – normA (Independiente, 2010)


Por Carolina Sánchez Iturbe

Construir una bomba, armar con cuidado cada uno de sus conectores y detonarla rápidamente, aunque de a pequeñas dosis. Después, que quede un saco de huesos con ganas de más. Y a partir de ese momento, a esperar para la próxima descarga. Ése es el camino por el que transita el EP que grabó normA y que ahora funciona como anticipo del tercer disco de la banda. La estrategia es sencilla: el paquete se regala sin mesura por Internet (se puede descargar en Taringa), la indiferencia resulta imposible y, entonces, la explosión corre por cuenta del escucha. Menos de 10 minutos son suficientes para que tres canciones sean cantadas por la ya característica voz robótica de Chivas Argüello, sucediéndose y demostrando que en la variedad está el gusto. Así, en “Freezer” la oscuridad de los sonidos se hace carne, la letra condimento y, durante ese par de minutos, un huracán echa por tierra los deseos de quedarse quieto, inaugurando lo que podría ser el próximo gran pogo de normA. Con la llegada de “746”, la banda juega, pronuncia palabras sueltas y deja que la electricidad de las guitarras se apropien de la escena, para después cortar el clima en seco con la “Habitación” en la que nada parece estar en orden, aunque la melodía alegre y liviana intente obstinadamente demostrar lo contrario. La picardía puede ser una virtud y la elección de regalar segundos de diversos impulsos estridentes es, definitivamente, pícara. Para entonces sí, con el terreno arrasado, dejar a todos a la espera de la bomba que está por llegar.

La Pulseada - Año 9, Nº 82, Agosto de 2010
(siempre es mejor la versión en papel)

lunes, 23 de agosto de 2010

El hombre tigre


Javier Serrano se crió con los tangos de Osvaldo Fresedo, el jazz de Oscar Alemán y el folclore de Atahualpa Yupanqui. Sin embargo, después de su paso por la guerra de Malvinas, eligió el heavy metal, aquel que, quizás, logre volver a convertirlo en el león que solía ser. Relato de un hombre que jura ahogar penas a fuerza de pura honestidad brutal.

Por Carolina Sánchez Iturbe
Fotos de The Dark Flack (http://www.thedarkflack.com/)

“Salvando mis días,
junto a su sonido brutal,
mi vida resiste su ruina”

“Evitando el ablande”, Hermética

Lo que Javier Serrano quiere es sinceridad. Sin importarle que esa honestidad pueda ser brutal, desde hace años que no acepta otra forma que no sea ésa y que se abraza al heavy metal, el ambiente que, según dice, goza de la mayor frontalidad que se haya visto. “Hay gente que prefiere que le digan cualquier cosa, menos la verdad; yo no, yo quiero que me vengan de frente”, sostiene para luego reflexionar en que quizás ese afán de verdad es una de las tantas cosas que heredó tras su paso por la guerra de Malvinas. Después, y con un buen vaso de vino en la mano, se prepara para emprender el recorrido por ese mundo en el que jura buscar diariamente su divino tesoro y, así, volver a ser un león.
Javier Jorge Serrano Gutiérrez no siempre fue heavy metal. A fines de los ‘60, cuando él aún vivía en Quilmes, todo era puro descubrimiento. Así, en una de sus tantas visitas a Oscar y Hugo, los hermanos gemelos de su papá, escuchó la banda sonora de la obra teatral “Hair” y con sus 9 años, alucinó ante la súper hippie “Aquarius”. A partir de entonces, la tarea de inspección de los discos de pasta de sus tíos no tuvo pausa y los jóvenes oídos del muchacho quilmeño se deleitaron con los álbumes del legendario sello discográfico Mandioca, con las melodías de Almendra y con algún que otro blues de Alvin Lee. Al mismo tiempo, desde la cuna que Javier solía disfrutar de los sonidos que reinaban en el hogar paterno: el jazz de Oscar Alemán, el folclore de Atahualpa Yupanqui y los tangos, de los que aún puede repetir sin problemas sus letras desconsoladas.
“Hasta ahí, fui guiado. Yo ya venía cargado con Atahualpa, Mercedes Sosa, Serrat, Fresedo. Escuchábamos eso. Hasta que un día, con mi hermano caímos con Sui Generis… Y a mi viejo no le gustó nada”, relata Serrano con su mejor sonrisa para después, y entre carcajadas, imitar el gesto que hizo su padre cuando puso a sonar en el viejo Winko de la casa Larks' Tongues in Aspic, de King Crimson. “De ahí, vinieron Deep Purple y Led Zeppelin. Y acá se armó Aquelarre y Pescado Rabioso, que para mí, del rock n’ roll de los ’70, es lo mejor. Con Artaud se me voló la cabeza”, resume.
Luego de esos días de descubrimiento musical, no pasó mucho tiempo hasta la llegada del primer recital al que Javier asistió recién iniciada la década del ‘80: el show de The Police en Obras, del que recuerda la adrenalina que sintió cuando Andy Summer pateó a un policía que golpeaba a la gente que se aproximaba hasta el escenario.
Después vinieron los días de guerra en Malvinas, en los que el tiempo pareció suspenderse. Pero no, a su regreso lo esperaba V8, la banda que, según Javier, abrió las puertas al “verdadero sonido heavy en Argentina”. “Lo que me mató de V8 fue que sentía que en cada tema había un algo para los ex combatientes, explícita o implícitamente”, dice el hombre de melena ondulada, dispuesto a describir cómo fue volver al ruedo tras las Islas: “a los cuatro días de llegar, tocaba Pappo en Obras y fui a verlo. Salí de ahí alucinado, a los tumbos”.
Más tarde, cuando Javier ya había terminado de decidir que el heavy era el sonido que tanto había buscado, Hermética se preparaba para tocar en la Unión Ferroviaria y él estaba contento de haber conseguido una acreditación que le permitía ingresar a cuanto rincón del club de 17 y 68 se le ocurriera. “Cuando tocaron el último tema que de la primera parte del show, quedé flasheado porque terminaron pidiéndole a la gente que pensara… Es que es muy raro que alguien te recomiende pensar, porque la mayoría cree que no hay que avivar giles para que no se te vuelvan en contra. Entonces, me acerqué a los músicos, agarré la medalla de ex combatiente (que siempre llevaba del lado de adentro de la chaqueta) y se las di. Iorio me dijo que me iba a arrepentir, pero yo le contesté que a lo sumo lloraría. Finalmente, se la quedó Claudio O’Connor”, describe con orgullo, para minutos después relatar cómo fue su reencuentro con el cantante de la banda, quien hoy es su amigo, durante los días en los que las peleas ya habían distanciado a O’Connor de Iorio y, por su parte, Serrano estaba dedicado de lleno a la producción de Predador, la banda de heavy de la ciudad.
“La primera vez que salimos a tocar con Predador fue en el Teatro del Pueblo”, recuerda Javier. “Walter, el baterista de Almafuerte, se acababa de separar de la banda y había vuelto a Vora; entonces, los invitamos a tocar. Nosotros trajimos el heavy de nuevo a La Plata”, concluye con firmeza, para después asegurar que le gustaría volver a participar activamente del heavy metal nacional, pero que si no lo hace es porque actualmente es más costosa la producción: “Hay oportunidades que pasan una sola vez en la vida”.
Finalmente, y con una botella de vino ya casi vacía, Javier Serrano frena el recorrido. Se mira a sí mismo y, como esas reflexiones que se escupen al viento sin pretender que nadie en particular las oiga, dice que sólo desea volver a ser el león que solía ser antes de la guerra. Después, con los ojos brillosos, vuelve al inicio y nuevamente busca refugio en esa honestidad brutal que tanto supo consolarlo. Empuñando un vaso a medio llenar, tararea los versos de “Por las calles de Liniers”, la canción de Hermética. Sólo transmito lo que observo, no es una invención de mi mente, no. Esto acontece cuando contemplo el presente, entona subiendo la voz. Después, y otra vez sonriente, vuelve a escupir, pero esta vez con la esperanza de que ahora sí alguien lo oiga: “El heavy metal es salir a la calle y ver la verdad de frente”.

De Garage - Agosto de 2010
(siempre es mejor la versión en papel)

miércoles, 18 de agosto de 2010

Yendo de la Feria al Living, V.02!


Yendo de la Feria al Living es un espacio musical que se desarrolla durante el tercer domingo de cada mes en la Estación Provincial.
Ahí podrás encontrar muestras de fotografías, gente haciendo street art, feria de discos y pins, entrevista a una banda que, además, sonará en formato acústico y más!; todo en el marco de las actividades de la Feria en la Esquina que se organiza en los bares de 17 y 71 entre las 15.30 y 19.30hs.

:.:.: ¡Segunda edición de Yendo de la Feria al Living! :.:.:

:: Street Art con MeárteAgustín! ::
:: Muestra de fotos de Danpeople! ::
:: Entrevista y acústico con Argonauticks! ::
:: Instantáneas del primer living por Très Pupilas! ::
:: Musicalización a cargo de Francisco Lagomarsino! ::
:: Feria de discos y pins! ::

Domingo 22, desde las 15.30hs. Hall Central, Estación Provincial (17 y 71)
¡Entrada libre y gratuita! ¡No se suspende por lluvia, rayos ni centellas!

Trae tu almohadón y hacete de un domingo como en casa!

:.: Organizan :.:
:: Feria en la Esquina ::
:: La Mandorga del Capitán Fontanella ::
:: Una valeriana, por favor! ::

:.: Colaboran :.:
:: Beat 64 ::
:: Radio Universidad ::
:: Ariana DCV ::


http://www.facebook.com/yendodelaferiaalliving

martes, 17 de agosto de 2010

Que Gire! en El Pasillo de las Artes


Poesías regadas en papeles, un par de muestras fotográficas, una pequeña feria de ropa y las canciones de Suma de Vacíos y Salomar fueron la combinación perfecta para que la fría tarde de domingo en el centro cultural platense se convirtiera en la sede de las amenas artes.

Por Carolina Sánchez Iturbe
Fotografía de The Dark Flack (http://www.thedarkflack.com/)

La Plata, agosto 17 (Agencia NAN-2010).- Un pasillo largo y oscuro es antesala. Mientras la tarde del domingo empieza a despedirse y la helada cae sobre la ciudad, en calle 6 algunos cuerpos resisten la pesadumbre que genera el ocaso del fin de semana detrás de ese pasillo, donde la luminosidad sepia es testigo de canciones e imágenes que buscan convertir a la jornada en un momento ameno.
Al ingresar a El Pasillo de las Artes, todo parece indicar que ahí nada pasa. Pero, luego de atravesar a tientas la oscuridad, ya en el medio del recorrido, la voz grave de una mujer indica que sí, que en realidad pasa de todo. Detrás de un cordel del que penden poesías escritas en papeles que parecen haber sido rescatados de algún viejo rincón, está el centro de acción y de atención del espacio cultural que hace poco tiempo reabrió sus puertas. Pura luz.
En la sala de exposiciones del Pasillo de las Artes la luminosidad tenue reina, en consonancia con el propósito de los organizadores de Que Gire!, la feria de domingo que ya llegó a su cuarta edición: que ése sea un espacio para las amenas artes. Contra una de las paredes del lugar, Sofía Ruvituso canta, recordando con su voz grave y profunda a las copleras del norte, que suelen entonar poesías populares al viento. Junto a ella, la guitarra de Felipe Ennis completa el dueto que es Suma de Vacíos y se encarga de ambientar los versos de la mujer con melodías que, con simpleza, dotan de calidez la escena.
“Quiero que sepas que voy a cambiar mi forma de ser, camino por los senderos y las flores se mueren a mi paso”, vocaliza Ruvituso, mientras a su lado las coloridas fotografías de Santiago Goicochea se exhiben sobre un panel negro que acentúa aún más sus tonalidades anaranjadas y verdes. Frente a ellos, cuarenta personas se acomodan en sillas y sillones formando un semicírculo desde el cual sea posible dejar al descubierto ese costado de la sala sobre el cual se despliegan músicos, fotos y ropa. Algún que otro distraído se acerca a los percheros, revuelve entre las prendas de vestir y luego, cuidando de no caminar por el medio del escenario --que no es más que un rincón al ras del suelo en el espacio--, vuelve a sentarse a la espera de algún mate o de alguna cerveza que se disponga a acompañar la escena.
Media hora es suficiente para que Suma de Vacíos realice un recorrido por su repertorio, atravesando momentos de introspección que pueden impregnarse de la más absoluta crudeza, cuando no parece haber mejor opción que “cortarse las venas”, o de profunda esperanza, cuando el sol sale y Sofía se permite jurar que desplegará “todo el universo partido para remendar lo que no está vivo”. Sin tiempo a bises, el dueto se despide, dejando el espacio libre para que Salomar, el cantautor de Mar del Plata, se apropie de él.
Mientras que el marplatense de cresta acomoda su guitarra en el escenario improvisado, la gente aprovecha la ocasión para invadir la sala y, recorriéndola, dejar sus huellas. Desaparece el silencio que hasta hace pocos segundos dejaba que sólo la voz de Ruvituso sea protagonista y completos desconocidos charlan y se acercan a las fotografías en blanco y negro que Sebastián Losada colgó en otro panel del lugar. Detrás de la barra de madera, Josefina Garzillo y Florencia Del Gesso, las organizadoras del evento, se sonríen complacidas.
Cuando Salomar empieza a tocar las primeras notas en su guitarra, el silencio vuelve a reinar. El muchacho celebra el clima que logró generar la música, decidiendo prescindir a partir de entonces de micrófonos y parlantes. Completamente desenchufado, le canta al mar, al viento y a las montañas, frente a la mirada absorta de los espectadores que logran oírlo perfectamente a pesar de la carencia de amplificación. En ocasiones, una guitarra bien ejecutada y una voz potente son suficientes.
“Sol en la ciudad, autopista a la felicidad, nada es tan complicado como me lo enseñaron”, entona Salomar, demostrando que las canciones de un cantautor también pueden ser odas a la despreocupación. El sonido pop del muchacho deja en evidencia sus raíces, rememorando a la playa, el surf y el viento suave de verano en la costa.
Cuando llega “Se nos escapa”, el artista anuncia que ésa será la última canción: el resfrío producto del invierno y el esfuerzo para cantar sin amplificadores no suelen ser buena combinación. “Oigo al viento y una laguna me trae el silencio, presiento que no podré olvidarte tan fácil, adentro las ruinas sólo recuerdan lo frágil y sostengo un paraíso de formas de arena que se deshacen con el viento”, canta Salomar para después concluir con el deseo de husmear el aire, mientras da un último golpe certero a su guitarra.
Finalmente, los aplausos son el preámbulo perfecto para que las voces vuelvan a elevar su volumen, a medida que se apropian del centro cultural que, con la llegada de la noche del domingo, ya tiene a su pasillo completamente iluminado tras el paso de las amenas artes.

Que Gire: http://quegire.wordpress.com/
Salomar: http://www.myspace.com/salomar
Suma de Vacíos:
http://www.myspace.com/sofiayfelipe

http://www.agencianan.com.ar/

domingo, 8 de agosto de 2010

Match LP


Match LP
http://matchlaplata.blogspot.com
El Teatro, 43 entre 7 y 8
viernes a la medianoche


Por Carolina Sánchez Iturbe
Fotografía de Daniel Ayala (http://www.flickr.com/danpeople)

¿Cómo generar una gran anécdota? Todo empieza con un monólogo. A partir de ese momento, El Teatro se convierte en una seguidilla de carcajadas. Un árbitro, secundado por sus ayudantes y dos equipos de participantes, aparece en escena. Con la mano en el pecho, canta, como en todo encuentro deportivo, el himno con el que destaca el deseo de “al pueblo poder alegrar”. Entonces sí, luego de sortear el título de la obra que los artistas deberán improvisar, se libra el primer set. Haciendo gala de la capacidad de creación en el momento que gozan los actores, 10 personas desarrollan una historia en tan sólo 3 minutos. La velocidad con la que transcurren las acciones sorprende y, claro, la aparición de situaciones absurdas no se hace esperar, posibilitando que el entretenimiento esté garantizado. Después llega el turno de que el público se integre al show, votando al equipo que considera se desempeñó mejor. Esa adrenalina que proporciona ser parte de la obra y decidir el destino del juego es, quizás, la que hace que cada semana más de 200 personas elijan presenciar el Match de improvisación. Claro que la renovación constante del espectáculo, debido a la carencia de guiones, también colabora para que los espectadores puedan convertirse en clientes asiduos. Todo termina con un equipo ganador del partido. Y, claro, con un público efervescente después de haber presenciado durante más de una hora el triunfo de la imaginación decidida a convertirse en un buen recuerdo de viernes por la noche.

La Pulseada - Año 9, Nº 81, Julio de 2010
(siempre es mejor la versión en papel)

Y sí seguís explorando? (si total, no nos vamos a dormir...)

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