miércoles, 25 de noviembre de 2009

Muestra Ambulante: “Una excusa para cuestionar la cultura del miedo”




Exposiciones, recitales, obras de teatro y danza, muestras de historieta, graffitis, presentaciones de libros, talleres y proyecciones son sólo algunas de las actividades en las que se puede "intervenir" hasta el 5 de diciembre en la quinta edición de la Muestra Ambulante, montada en el barrio platense Meridiano V. El fin: “Discutir el barrio de las persianas caídas, donde la relación con el otro se da a través de la sospecha, y no por medio de la vocación de diálogo y la confianza”, explica Daniel Badenes, uno de los organizadores.

Por Carolina Sánchez Iturbe
Fotografía de Daniel Ayala (http://www.flickr.com/danpeople)

La Plata, noviembre 25 (Agencia NAN-2009).- Parece un sueño. Centenares de expresiones artísticas navegan en la calle, se acomodan entre baldosas y adoquines y descansan en rincones insospechados para, de la mano de quien las admire, cambiar de formas y sentidos. Una incontable cantidad de mirones juega a ser intervención, se convierte en parte de las veredas, las calles, las instituciones sociales, los comercios e incluso de las casas y garajes de los vecinos, que --en una escena aún más surrealista-- abren su privacidad al mundo para convertirla en un lugar de interacción. Mientras los cuerpos caminan por la quinta edición de la Muestra Ambulante, los roles desaparecen: el dueño de casa olvida el miedo a que su propiedad sea expropiada, el comerciante olvida el terror a la inseguridad, el visitante olvida el prejuicio y la timidez, el artista olvida su ego. Todos pasan a ser parte de lo mismo, conservando sus diferencias, aprehendiendo de ellas. Un barrio cambia, la gente admite que el espacio público puede no ser de paso y sí de permanencia, de interrelación; no teme y se asocia con completos desconocidos.
Un barrio cambia. No es casual que Daniel Badenes, uno de los integrantes del Grupo La Grieta, colectivo cultural que históricamente se ha encargado de organizar esta movida (aunque desde hace poco se sumó a la tarea el Colectivo de Gestión Cultural y Comunicación Medio Limón), le jure a Agencia NAN que el arte “es sólo una excusa”. En la Muestra Ambulante se exhiben numerosas realizaciones artísticas provenientes de las más variadas disciplinas en las calles, los comercios, las instituciones comunales y las casas de Meridiano V, un barrio platense pintoresco por su estilo añejo, que se sostiene en el recuerdo de la vieja estación provincial de trenes que funcionó hasta la última dictadura militar. El tiempo se detuvo, la nostalgia reinó y algunos vecinos recuperaron el lugar para convertirlo en un centro cultural. Esos mismos vecinos, o quizás otros, son los que este año abren las puertas de sus casas ante el anuncio de la llegada de una nueva creación colectiva.
“La Muestra Ambulante es una intervención artística, pero también política y social”, asegura Badenes con convicción. Es que los objetivos de este programa multidisciplinario no se organizan únicamente en torno a la estética y el entretenimiento. Según el muchacho de cabellos rizados --que, aunque la cantidad de trabajo lo apremie, intenta tomarse el tiempo necesario para explicar su propuesta y la de sus compañeros--, la Muestra Ambulante procura poner en discusión “la ciudad y la sociedad que queremos”, porque a través del arte y de la “mixtura de lenguajes” se intenta plantear la necesidad de establecer redes sociales, de retomar los lazos con el que está al lado, para que las costumbres barriales emerjan y la gente nuevamente se adueñe del espacio público. “La muestra intenta discutir el barrio de las persianas caídas, de las cámaras de seguridad, de los vecinos en alerta, donde la relación con el otro se da a través del estigma y la sospecha, y no por medio de la vocación de diálogo, el saludo y la confianza”, explica Badenes.
Así es como los organizadores de la Muestra Ambulante aseguran conocer la dimensión política de la cultura y valerse de ella para intentar llevar a cabo una pequeña revolución con “la apuesta al lazo social: que no exista ni la lógica del espectáculo, ni los paracaidistas artísticos, ni los grandes nombres, sino la construcción colectiva”. Entonces, el arte se convierte en excusa “para el encuentro, para el diálogo, para cuestionar la cultura del miedo”. Uno de los modos que tienen los organizadores para estimular el diálogo consiste en la obligación explícita que deben cumplir los creadores: “No admitimos que no exista relación entre el artista y el comerciante o vecino que cede el espacio. Queremos que el artista que esté en la carnicería conozca al carnicero, sus prejuicios sobre el arte y sus expectativas; que haya también un encuentro ahí y no sólo en lo que provocamos después en los visitantes”, explica Badenes. En el intento de evitar lo que él denomina el “paracaidismo artístico”, que consiste en expositores que presentan sus propuestas sin interiorizarse en la vida cotidiana del barrio, los organizadores velan porque la movida pueda dejar rastros aún tiempo después de su realización, que se produzca una verdadera transformación del espacio, “un clima de confianza con el vecino, y que a éste le quede en la retina que se puede salir a la calle y que la puerta del garaje es mucho más que ese lugar para entrar el auto”.
A partir de la ruptura del límite entre el espacio abierto y el privado, los espectadores toman protagonismo. Esa posibilidad liberadora de recuperar los lugares comunes y de entender a las viviendas como sitios de encuentro es la que más tarde, a partir de la elección (prevista o casual) de las propuestas --que por rondar las 200 no pueden ser recorridas en su totalidad--, le permitirá al visitante construir un relato único. Por ello, Badenes discute la categoría de “público” y anhela que en la muestra no lo haya, sino sean todos “intervinientes”. Que se pretenda que reine una actitud de “tolerancia cero hacia el encierro” y que “se suba la edad para el juego y la risa” tampoco es casual: no sólo a través de la presencia en la calle se logra la reciprocidad de la gente, sino --y sobre todo-- a partir de lo lúdico, que permite desempolvar la vieja costumbre de jugar en la vereda apropiándose de ella.
Lejos de considerar a su proyecto como un acto superador, Badenes jura que aún hay numerosas discusiones que no pudieron ser resueltas en relación con los objetivos que persigue la muestra. Con la intención de ser un espacio en constante movimiento, el joven periodista asegura que las jornadas de debate que entablan con sus compañeros son numerosas y que siempre pretenden “subir la apuesta” e incluir más aristas a partir de las cuales reflexionar sobre la vida cotidiana. Así, a diferencia de la primera muestra realizada en 1995, el grupo ya no sólo pone el foco en el “enclaustramiento” que vive el arte en los museos, si no también en las costumbres de la sociedad actual y en el peligro de que Meridiano V sea un “circuito gastronómico y centro cultural” en el mapa platense. Por ello, la Muestra Ambulante se propone como un “cortocircuito”: hasta el 5 de diciembre las calles de ese barrio platense estarán constantemente intervenidas por artistas, vecinos y visitantes. A la par, el sueño de sus hacedores se ubica en el deseo de que la experiencia sea retomada por otros colectivos y La Plata se convierta en una ciudad de discusión.

Blog: http://muestraambulante.blogspot.com/
Grupo La Grieta: http://www.lagrieta.org.ar/
C. G. C. C. Medio Limón:
http://mediolimones.blogspot.com

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lunes, 9 de noviembre de 2009

Guardan el Secreto? En Biguá



En un estado de placentera introspección, los asistentes a la cuarta edición del ciclo multidisciplinario pudieron disfrutar de las artes de Carmen Italia, Lucía Delfino, Ayelén Zeballos, Arial 12, Xava y Andrés Buglio, de las poesías cantadas de Julieta Rimoldi y de las canciones de Diegomartez.

Por Carolina Sánchez Iturbe
Fotografía de The Dark Flack (http://www.thedarkflack.com/)

La Plata, noviembre 9 (Agencia NAN-2009).- Tres muñecas vestidas de bailarinas gritan. Piden que durante esa noche de sábado alguien las abrace, aunque sea por obligación. Se prenden a cuellos y espaldas y, recién entonces, se calman. Después, otra vez empiezan los alaridos. Se acercan a las personas y, sin lugar a la indiferencia, ofrecen carpetas con trabajos de fotógrafos y artistas plásticos. La gente acepta el juego que propone la cuarta edición de Guardan el Secreto?, el ciclo multidisciplinario que se realiza anualmente en La Plata, y se sumerge entre los folios y papeles que Carmen Italia, Lucía Delfino, Ayelén Zeballos, Arial 12, Xava y Andrés Buglio supieron llenar con sus obras.
El patio de Biguá, el bar platense dispuesto a mutar a la par de las propuestas de los artistas que ahí se congregan, se convierte en el lugar de espera, charla y cigarrillos. Entre las mesas con discos y prendas de vestir, el público juega a ser parte/sombra de las proyecciones que disparan directo contra una pared. Hasta que la sala queda a oscuras y, envuelta de pies a cabeza por una tela blanca e iluminada solamente por una linterna que la acompaña en el encierro, Agustina Amar recita un poema. El silencio llega gradualmente, al mismo tiempo que la actriz lucha, contrayendo su cuerpo, contra el género que la aprisiona. La escena dura sólo unos minutos, los suficientes como para inaugurar la introspección que los músicos buscarán contagiar.
Julieta Rimoldi llega sin equipaje desde la ex Capital Federal, se abraza a una guitarra prestada y se ubica en el centro del escenario. Evitando las presentaciones, rasguea una melodía. Segundos después demuestra que de un cuerpo pequeño y delicado puede emerger una voz capaz de acariciar cada rincón con su dulzura. Desafiando las reglas de la posmodernidad, no se apresura y permite que los sonidos se sucedan a su propio tiempo y, con absoluta calma, canta breves poesías. Cuando llega el fin de algunas de sus canciones, se dirige al público. Le habla con tranquilidad, lo hace parte de su arte narrándole historias de su cotidianidad. Después, otra vez, sus cuerdas vocales rozan el límite que pueden alcanzar mientras los dedos se deslizan sobre las cuerdas de la guitarra acústica.
“En el bosque todo parece estar vivo, hasta las piedras que esconde el fondo del río”. Con pequeñas odas, Julieta le rinde homenaje a la naturaleza y a la tierra, a esa misma tierra a la que le dedicó un disco entero. Sin mesura, invita a imaginar paisajes verdes iluminados por un cielo abierto, en los que sea posible dejar de lado los templos de hormigón y descansar, al fin. Antes de despedirse, Rimoldi agradece la presencia de personas dispuestas a escuchar sus canciones y diseccionarlas para admirarlas.
“La carpeta de tu hermana, la carpeta de tu hermana”. Apenas la cantautora baja del escenario, las muñecas rompen el silencio y jugando entre ellas, corretean por el bar repartiendo piezas artísticas. Se levantan la pollera, lanzan risotadas y abordan al público obligándolo a participar activamente del evento. Vito y Matías Borraz le piden a la gente que piense un tema para una obra de teatro: Amor-odio”, grita un chico. Durante tres minutos, los actores improvisan sobre el escenario una historia en la que un padre le enseña a su hija el significado de sentimientos tan polarizados. Las risas se suceden y la pareja no intenta disimular el nerviosismo y la felicidad que le provoca estar ahí. A lo largo de un cuarto de hora, las narraciones se suceden, los cuerpos y los rostros se convierten en la única herramienta que los artistas utilizan y el público, entusiasmado por la posibilidad de guiar el espectáculo hacia el puerto que desee, pide un bis. Rompiendo las reglas del teatro tradicional, el dúo regala una última interpretación alentada por los aplausos.
Una de las muñecas sube al escenario y se sienta sobre un cajón peruano. Sin dejar de lado su personaje de movimientos articulados, se convierte de a poco en Natalia Lucía. Mientras tanto, sus dos compañeras, que ya se mezclaron entre la gente, piden silencio con un gesto. La guitarra de Diegomartez logra que el bullicio llegue a su fin y la única voz que se oye en Biguá es la de Celeste García, que permite que su femineidad entone las estrofas que Lucia baila con movimientos suaves. Tras cuatro temas, Diegomartez canta, demostrando la capacidad de conmoción pública que se esconde en sus cuerdas vocales. Detrás de él, la mujer articulada sigue su danza mientras las otras dos muñecas riegan el escenario con pétalos de flores. De a ratos, la bailarina se transforma en vocalista y acompaña al músico.
Lucia describe sensaciones. El relato recorre la profunda felicidad y el malestar extremo que un cuerpo experimenta ante el enamoramiento. Después, simplemente se pregunta si ése sentimiento realmente existe. Como intentando refutar la posibilidad de que el amor sea sólo un invento, Diegomartez le canta a un par de “ojitos” que lograron hacerlo sufrir y no duda en asegurar: “Odio cuando me haces reír, eso hace que te quiera más”.
El sonido agudo de tres alarmas invade el lugar. Las muñecas, junto a una chica que hasta hace minutos bailaba frente al escenario, recorren el bar llevando relojes en sus manos. La guitarra se fusiona con los despertadores que se transforman en instrumentos musicales, mientras el cantautor pide tiempo “para entenderte”. El privilegio del que gozan las voces de Lucia y Diegomartez no admite dudas. Lo demuestran durante todo el show y, como si fuese poco, ella se luce permitiéndose agudos que rememoran a la afinación utilizada por las mujeres originarias que cantan lamentaciones, para que luego él cante a capella y sin amplificación.
Después de una hora en la que Diegomartez se presentó como un auténtico trovador del siglo XXI, él y Lucia se despiden. Con la ausencia de las muñecas revoloteando, se hace difícil revertir el silencio que se apoderó del bar. El estado de placentera introspección permanece y todos parecen dispuestos a guardar el secreto acerca del lugar donde se alberga la belleza; acerca del secreto que esa noche, y tan solo por esa noche, los participantes pudieron conocer.

http://guardanelsecreto.blogspot.com/

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Y sí seguís explorando? (si total, no nos vamos a dormir...)

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