miércoles, 29 de septiembre de 2010

El Perrodiablo: “Una fiesta caótica más que un hecho violento”


La banda platense se permite gritar, patalear y sacudirse visceralmente en cada uno de sus shows y arremeter contra la dictadura de la imagen, invitando a entender al rock como una ideología que, en una de ésas, “haga del mundo un lugar más intenso”.

Por Carolina Sánchez Iturbe
Fotografías gentileza de Manuel Cascallar

“No son vacaciones raras, sino que somos cabrones
intentando asegurarse la inmortalidad en 40 minutos de show,
una ceremonia ritual para hacer del mundo un lugar menos peor.
Esta es la vida que llevamos, es la vida que elegimos.
Y hay una sola garantía: ninguno de nosotros verá el Cielo”.
[El Perrodiablo]

La Plata, septiembre 29 (Agencia NAN-2010).- Con el torso desnudo, brilloso por el efecto del calor de las luces sobre el cuerpo, Doma se revuelca en el piso. Sin soltar el micrófono, patalea como un chico empacado, se retuerce como si algo realmente anduviera mal y, de un salto, se incorpora para dar patadas al aire e impulsándose y a los gritos pelados saltar sobre las cabezas de quienes lo observan. De fondo, un “rocanrol que a veces se desequilibra para el lado más garagero, más punk, más proto rock y a veces se convierte en algo más psicodélico o más reventado y crudo” acompaña la escena, convirtiéndola en un ritual sucio en el que los deseos de expulsar a sacudones a la vida autómata son tan inevitables como la mirada absorta en cada show de El Perrodiablo. Después, cuando la banda deja de tocar, esos cinco hombres parecen ser otros y la calma se apropia de ellos.
Con las remeras cubriéndoles el cuerpo, El Perrodiablo se mira y se permite pensar en el rock como una actitud de vida, que persiste incluso ahora, cuando la efervescencia de alto voltaje que lo caracteriza se encuentra en reposo. “El rock nos hace creer en algo más que lo inmediato, en algo más profundo. Nos da respuestas que ni podemos explicar, pero que hacen que cuando toquemos dejemos todos los animales sueltos, sin ataduras. Lo que hacemos es experimentar un grado de libertad mayúscula, una conexión sin represiones con uno mismo, y esa probablemente es una de las enseñanzas más zarpadas del rock como ideología o cultura. Porque para mí es más que musiquita”, asegura Doma a Agencia NAN.
“Con las cosas que se han hecho en nombre del rock, lo dejaron bastante desnudo de sentido. Entonces pareciera que todo debiese ser más frío, algunos dirán más profesional como si fuese una empresa, menos sentido en el cuerpo, pero a nosotros la electricidad nos hace sentir plenos”, explica el vocalista de la banda platense que ya lleva más de tres años en la ruta y dos discos cultivados, para después asestar el golpe final contra la matemática en la música: “Lo que veo que se perdió con el tiempo, no sé si por la tecnología, por el acceso a la información, por la dictadura de la imagen o por qué mierda, es el poder de conectarnos con lo emocional. Es más fácil conectarse con una supuesta inteligencia intelectual que con una inteligencia emocional porque las emociones te exponen. Y bueno, nosotros nos exponemos. No me gustaría terminar pensando con la calculadora como un Iván Noble”.

Ese deseo incontrolable de festejar sin pruritos de la música es lo que unió a Doma, Chaume, Lea, Alfonso y Nico a las filas de El Perrodiablo. A partir de entonces, de reconocerse como pares en “una noción bastante primate de disfrute y de goce”, hallaron un punto de encuentro que los llevaría a convertirse en una banda dispuesta a escupir en la cara de los demás su construcción de lo que debería ser el rock, aunque eso les haya valido que los describieran en más de una oportunidad como violentos. “Tantas bandas se preocupan de lo visual, de lo que está bien, de lo que queda bien para tal o cual estilo musical, que al final lo que hacen es decir 'esto soy yo, tal como querían que fuese', y sin embargo no son más que una representación del rock. Entonces cuando nos conectamos como nos conectamos, gritamos como gritamos, tocamos como tocamos, esa relación con el fuego mismo hace que se dé la asociación con la violencia, aunque nosotros tocando seamos más bien una fiesta caótica que un hecho violento”, asegura Doma al respecto.
Siempre que se está ante algo difícil de explicar, las categorías abundan intentando clasificarlo. Así, durante estos años El Perrodiablo no sólo se ganó el título de violento, sino que también fue catalogado como políticamente incorrecto --lo cual, para sus miembros, es “un elogio precioso en una sociedad de mierda”-- y como combativo: “Somos una banda que cree que el rocanrol, aún con sus negocios, sigue siendo un agite de rebeldía, de libre expresión; así que eso debe decir que estamos para el combate, al menos en estos tiempos. Ahora hay mucha cosa de clasificación por géneros, que es casi una estrategia de marketing propia de la industria. A veces el under repite eso, como imitando algo que no es el mejor modelo para imitar. Son como recursos para conseguir un público definido para un producto preparado a tal fin. Todo a medida, desconectado de la emoción genuina. Una cagada”.
Lo cierto es que para El Perrodiablo las reglas del rock parecen claras: sentir la música con el cuerpo, ser libres creativamente sin importar los prejuicios y buscar que las condiciones para tocar sean justas para todos. “No tenemos ganas de estar pagándole la cuota del auto a alguien que pide una luca para que toquemos 35 minutos un viernes a las nueve de la noche, a cambio de vender cien entradas. No somos siervos”, dice convencido el vocalista.
El Perrodiablo no vive unas “vacaciones raras”, no juega al rockerito los fines de semana para después, habiéndose sacado de encima la sarna, vivir otra vida durante los demás días. Lo de la banda platense, según jura Doma, el hombre que se arrastra en cueros por el suelo en cada una de sus presentaciones, es una forma de entender el mundo a partir del rock: “Es nuestra cultura, la que curtimos y pateamos. La que vivimos todos los días, aún cuando no estamos tocando. No es que nos metimos en la música para pertenecer a alguna movida o vivir una época loca. Es nuestra pasión. Y creo que por eso está ese impulso de borrar límites, de hacer que cada recital sea irrepetible porque es un momento único, que aparece, sucede y se va. Y devolver esa sensación de que cada show es el show del día final, tiene algo que ver con hacer del mundo un lugar más intenso, más despojado, más libre, más... mejor”.

* El Perrodiablo se presentará junto a Fantasmagoria y El Festival de los Viajes el próximo viernes a las 21.30hs en ZAS Zaguán Sur, Moreno 2320, Ciudad de Buenos Aires.


domingo, 26 de septiembre de 2010

Amores Perpetuos


Junto a sus bandas, su desempeño como productor artístico y sus Estudios Hollywood, se convirtió en uno de los personajes más importantes de la escena rocker platense. Con ustedes, Alfredo Calvelo, el hombre que, gracias a los 30 años de romance que lleva con la música, demuestra que el enamoramiento puede ser eterno.

Por Carolina Sánchez Iturbe
Fotos de The Dark Flack

“La música tiene una conexión directa con el inconsciente”, reflexiona  Alfredo Calvelo sentado frente a una consola que parece venir del futuro y desde la cual suele dar el toque final a las canciones de los artistas que lo buscan para inmortalizar su obra. Imposible dudar: el amor que él guarda por los sonidos es profundo, tanto que aunque sus días hayan convertido a la música en fuente de trabajo, jura que no tiene ni “medio conflicto” con eso y que, por el contrario, no concibe la vida sin ella.
 “Mi vieja cuenta que a los 4 años le pedí estudiar piano; me llevaron y la maestra le dijo pero con 4 años no puede estudiar nada, por lo menos que empiece a leer. La verdad es que de eso no me acuerdo. Pero que me gusta la música, sí, eso es de toda la vida”, relata. Quizás esos sean los orígenes. O tal vez se trate de una cuestión genética, que viene en la sangre y nace en el abuelo Calvelo, quien solía tocar el bandoneón en una orquesta de tango. Lo cierto es que siempre que alguien intenta describir los inicios de un enamoramiento tan arraigado, se hace difícil precisar un momento. ¿Cómo fue que la vida de Calvelo se convirtió en sonido?, vaya uno a saber.
Como esas cosas que están predestinadas, con la alfabetización llegaron las clases de música, que duraron el tiempo que tuvieron que durar para dar paso a la etapa autodidacta: “Estudié piano, teoría y solfeo de una manera muy académica, y después dejé. Justo cuando entré al secundario, agarré la guitarra en unas vacaciones de invierno, la acomodé y empecé a tocar así; como la relación era distinta, la experimenté de otra manera”, recuerda el dueño de Estudios Hollywood.
Pronto, muy pronto, vino Fénix, la banda que armó junto a Rocky Velázquez, quien luego sería el baterista de Peligrosos Gorriones, y a Julián Alfaro Lima. “Esa es una banda que a mí me enseñó muchísimo, fue una época buenísima. Es genial que, además, seguimos super amigos ahora, después de todas las cosas que hicimos”, describe Calvelo para luego explicar que con Fénix no sólo se inició en el mundo de las bandas, sino que también tuvo su primer acercamiento a la grabación: “Nosotros ensayábamos un montón, pero empecé a notar que lo que hacíamos no era lo mismo que lo que escuchaba en los discos, entonces se me ocurrió grabarnos para ver qué pasaba. Así, con micrófonos de grabador, inventé un sistemita y grabamos todo en el garaje de Julián. A partir de eso, me di cuenta que la música grabada tenía un lenguaje distinto y me empecé a enganchar con eso”. Luego, llegarían más bandas, entre las que se encuentra Víctimas del Baile, considerada hoy, para sorpresa de Calvelo, como de culto, y la profesionalización (aunque sucediera de manera inconsciente) de los métodos de grabación.
“Con un amigo hacíamos una cosa que era un delirio: armábamos compilados de Radio del Plata, que a la noche pasaba una música que era buenísima. Ya teníamos el horario en el que pasaban los temas, entonces los grabábamos. Me acuerdo que lo hacíamos en un aparatito JVC que tenía mi amigo, que era mono, genial”, rememora Alfredo, demostrando que aunque con Fénix haya sido la primera grabación, el afán por crear discos venía de antes.
Como todo enamoramiento, el sentimiento de Calvelo por la música no puede resumirse a un único instante. Por eso, la presentación de Relax en El Teatro de 43 fue otro de los elementos determinantes. En aquel momento, Federico Moura lograba alucinar a Alfredo que, con sus 13 años, veía con asombro el movimiento de los técnicos llevando y trayendo equipos, mientras presenciaba el que, tal vez, si la memoria no traiciona, fue su primer recital. “Virus tenía una cosa novedosa, vino a romper un poco con toda la estructura que había hasta ese momento. La música de Virus para mí fue importante, porque generacionalmente Federico era un tipo genial”, dice.
Calvelo asegura que la identificación musical le llegó con el rock nacional, como les sucedió casi obligatoriamente a todos los de su generación porque “el regreso de la democracia trajo toda una explosión de rock y de fuerza que fue muy importante”. Sin embargo, el aprendizaje lo condujo a explorar las tierras de Massive Attack, que con Blue Lines le produjeron lo que él mismo denomina como “la apertura de cabeza”: “Fue como un quiebre. A partir de eso, empecé a escuchar un montón de otras cosas que por ahí no sé si hubiese escuchado si no me cruzaba con Massive”.
En las historias románticas nunca faltan los cupidos y, por su parte, Alfredo Rosso fue en buena medida uno de los responsables de inculcar la actitud exploratoria en Calvelo. “Yo me volvía del secundario caminando para ahorrarme la guita del boleto y poder comprarme música. Le compraba los discos a Alfredo Rosso, que tenía una disquería, y Alfredo, nunca supe si era de bueno o muy inteligentemente, siempre me decía lo mismo: qué buen disco, y si te gusta éste… y agarraba y me mostraba otro; entonces, yo ya sabía que la semana siguiente tenía que comprar ese otro disco”, relata entre risas.
Aunque la exploración haya llevado a que hoy por hoy su discoteca se nutra de un gran volumen de álbumes de tango y jazz, Alfredo no reniega de nada. “La música es emoción, te retrotrae a esa época en la que la escuchaste; no podés pelearte con algo que te gustó”, explica para después demostrar que su historia de amor es perpetua y todavía no ha encontrado su final: “En diferentes momentos de tu vida, te cruzaste con artistas. Ellos pasaron, te dieron algo y, por eso, es muy difícil que elegir uno solo. Y ni hablar de todo lo que no escuché, de las cosas que me estoy perdiendo”.

(siempre es mejor la versión en papel)

miércoles, 22 de septiembre de 2010

Yendo de la Feria al Living, V.04!


:: ¡Cuarta edición de Yendo de la Feria al Living! ::

9 Entrevista + acústico: Juan Ravioli + Fer López Camelo! :
9 Street Art: Kevs! :
9 Muestra de fotos: Cata Moncal! :
9 Expo de gráficas: Ojo·en·blanco! :
9 Musicalización a cargo de Mono Pérez! :
9 Instantáneas del living con Très Pupilas! :
9 Feria de discos y pins! :

Domingo 26 de septiembre, desde las 15.30hs. Hall Central, Estación Provincial (17 y 71)
¡Entrada libre y gratuita!
¡No se suspende por lluvia, ni por rayos, ni por centellas!
 Trae tu almohadón y hacete de un domingo como en casa!

 :: Organizan ::

:: Colaboran ::

Yendo de la Feria al Living es un espacio musical en la Estación Provincial, en el que podrás encontrar muestras de fotografías, gente haciendo street art, feria de discos y pins, bandas en formato acústico y más!

lunes, 20 de septiembre de 2010

Primavera animal



El Teatro Ópera de 58 entre 10 y 11 funcionó como cine, teatro y escenario de rock. Entre esas paredes, se tejieron algunos de los momentos que luego serían hitos de la escena artística de la ciudad: el primer encuentro entre Skay y Poli, la presentación del segundo disco de Virus. Historia de cómo un lugar se convirtió en sede de las artes escénicas casi sin darse cuenta.

Por Ana Clara Bormida y Carolina Sánchez Iturbe

Durante los años ’70 y ’80, en el Teatro Ópera solían confluir las artes escénicas del momento: películas, teatro y rock eran algunas de las cosas que podían verse ahí. En aquellos días, no era extraño que un pequeño cine fuese sede de tantas cosas; los espacios no abundaban y actores y bandas deseosos de mostrar su trabajo, se adaptaban al lugar que estuviese disponible.
Así, durante años fue escenario de la Comedia de la Provincia de Buenos Aires, que presentaba sus obras en el local de 58 entre 10 y 11; centro de acción de grupos teatrales que llegaban desde la ciudad de Buenos Aires a montar sus propuestas; y sala de exposiciones para artistas plásticos.
Tras las típicas puertas vaivén que solían tener las salas de cine de la época, un pasillo largo conducía directamente hasta las butacas de madera que estaban justo enfrente al escenario, que se caracterizaba por su amplitud. En un primer piso, había una bandeja donde también ubicarse para ver los shows, estructura que aún hoy conserva la versión renovada del lugar.
A fines del 69´, el Teatro Ópera fue testigo de uno de los momentos que luego se convertirían en mito del rock local. Mientras en la sala se presentaba Diplodocum junto a La Cofradía de la Flor Solar, Skay conocía a la Negra Poli, que por esos días estudiaba artes dramáticas. No conforme con esto, ese mismo día Rocambole y Beilinson se encontraron por primera vez. Se cultivaba la semilla de lo que más tarde sería el cerebro de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota.
Otro de los hitos en la historia del rock platense ocurrió en 1982, cuando Virus se subió al escenario del Ópera para presentar su segunda placa discográfica, Virus Recrudece. “Fue una noche estupenda. Me acuerdo que hacía muchísimo calor adentro del teatro, pero eso no nos quitaba las ganas de bailar. Ahí no se podía, las butacas eran un problema”, recuerda José García, uno de los privilegiados que fue testigo de lo que ocurría cuando Federico Moura y su banda se apropiaban de la escena.
“Federico era muy elegante y atraía todas las miradas de la gente. Era imposible no sorprenderse con él. Además, Virus fue la primera banda en darle importancia a la imagen; entonces, como sea te resultaba un espectáculo distinto”, resume García para luego asegurar que no sólo se trataba de una cuestión visual, sino que también la novedad de la banda residía en que, con sus canciones y con el “espíritu alegre” de Federico, rompía con la depresión que la dictadura y la guerra de Malvinas infundía sobre la sociedad y el arte argentino.
Lejos de tratarse de un grupo de desinteresados por lo que ocurría en el país por aquellos días, los Virus estaban marcados por la matanza que los militares habían protagonizado: uno de sus hermanos, Jorge, aún se encuentra desaparecido. “Era un momento de aire puro entre tanta cosa mala. Era el momento para bailar y sentirse libre, aunque sea por un rato. Además, ya se empezaba a sentir que el regreso de la democracia no estaba lejos; la gente necesitaba estar de fiesta”, explica José con su mejor sonrisa.
La primavera de la democracia se empezaba a palpitar en las calles y La Plata no era la excepción. Así, los artistas, liberados tras la tensión de los años anteriores, podían tocar en los pocos lugares que la ciudad ofrecía y, por ejemplo, por esos días Nito Mestre también se apropiaba de la sala del Teatro Ópera para brindar su repertorio a cuanta persona deseara oírlo. Y sí, con una primavera artística por recuperar, no era extraño que un pequeño cine fuese sede de las artes escénicas del momento.

(siempre es mejor la versión en papel)

jueves, 16 de septiembre de 2010

sábado vagoneta!

La Vagoneta Dominguera hace fiesta este sábado en la Estación Provincial!
Y como son gente muy simpática, me invitaron a participar y a charlar un rato acerca de la escena artística y cultural de la ciudad. Estarán en esa misma mesa (junto al staff de la Vagoneta) personas mucho más interesantes, claro: Pablo Refi, Mono Pérez, Damián García Toro, Fer López Camelo, Pablo Antonini, The Dark Flack, Caio Armut y Sebastián Noriega. Y todo se transmitirá por Internet!
Además, habrá muestras de fotos de The Dark Flack, improvisación teatral con La Jesi y música en vivo con Lamarestabaserena.
  
Sábado 18 de septiembre a la medianoche // Estación Provincial (17 y 71)
  
Dale que vamos?

martes, 14 de septiembre de 2010

Gran Cuervo en Centro Cultural Favero


El stoner psicodélico de la banda platense se entregó a la improvisación durante la madrugada del sábado. Paisajes climáticos, cambios de estados de ánimo y sonidos impredecibles fueron los condimentos de una noche en la que se demostró que en el rock no todo está inventado.

Por Carolina Sánchez Iturbe
Fotografías de The Dark Flack (www.thedarkflack.com)

La Plata, septiembre 14 (Agencia NAN-2010).- La capacidad de sorpresa es inacabable. Siempre que parece que ya todo ha sido inventando en el rock y que sólo pueden esperarse particularidades regaladas por los nuevos aires, alguien llega y quiebra el estado de calma de las cosas, convirtiendo en infructuoso cualquier esfuerzo que la mente intente hacer para descifrar el curso que podrán seguir los sonidos. A partir de entonces, no queda más que la entrega ciega y la espera de la próxima melodía, esa que resultará tan inesperada como la anterior. Y sí, en tiempos en los que la canción ha vuelto a ser la protagonista de los escenarios, el stoner setentoso de Gran Cuervo, experimenta improvisando en vivo durante la madrugada del sábado en el Centro Cultural Favero y eso es buen augurio de novedad.
En un rincón del Favero, el centro cultural platense que suele ser señalado como uno de los mejores lugares para tocar en la ciudad, un grupo de chicos se armó su propio living. Con una mesa ratona improvisada sobre la que descansan un par de botellas de cerveza vacías y rodeados de colillas de cigarrillos, esperan sentados en el piso. Apenas pasada la una de la mañana y atravesando el salón al grito de “¿alguien tiene fuego?”, Alfredo Guzmán, el guitarrista de la banda, se trepa al escenario. Lo secundan sus compañeros que sin muchos más preámbulos se cuelgan los instrumentos al hombro y, luego de que el theremin de Manuel Platino dé la señal, empiezan a tocar. La maquinaria de Gran Cuervo se pone en funcionamiento.
Una seguidilla de variaciones climáticas hace del primer tema de la noche una obra que llega a durar casi 15 minutos. Como en los jam session de las bandas de jazz, los cortes y las presentaciones son innecesarios y sólo un par segundos de aplausos apresurados son suficiente antesala para la siguiente canción. El ensamble ajustado entre batería, guitarras, bajo y theremín, que funcionan en perfecta sincronía, convierten a la melodía en un constante pasaje por estados de ánimo que, a pesar de la carencia de voces dirigidas al espectador, hacen imposible quitar la vista del escenario y obligan a atender a cada uno de los sonidos que llevarán hasta la fase siguiente.
“Esa música tiene drogas”, grita alguien del público después del tercer tema. La gente ríe y aplaude entregada a la novedad que Gran Cuervo propone atravesar durante la noche y, claro, consciente que con o sin sustancias es inevitable el viaje por esas melodías únicas, que por desarrollarse en improvisaciones son obras irrepetibles.
La crudeza del stoner experimental de la banda se siente con el cuerpo, que recibe el movimiento constante del piso de madera. La vibración del suelo no se detiene, a la par de las distorsiones que Alfredo ejecuta en su guitarra mientras que la batería de Poli es golpeada con fuerza. La compañía de los sonidos espaciales del theremín, junto a la guitarra de Frank Boston y el bajo de Chelosky completa la escena, que por momentos hace espeso al ambiente, para luego volver a abrirse.
Gran Cuervo disfruta de su música, de eso no hay dudas. En los momentos en los que Manuel no está pendiente de la frecuencia que despide el theremín, sacude su cabeza a ritmo aprobando los sonidos que sus compañeros realizan. De igual manera, el guitarrista de la banda se encorva y vuelve a incorporarse a medida que la melodía lo demanda.
Después de una hora y media de recital, el final llega de la misma manera que cada una de las notas de las canciones: sin previo aviso, como una sorpresa inesperada, imposible de predecir. Los músicos se descuelgan los instrumentos con velocidad y se retiran entre aplausos sin necesidad de mediar palabras. Con el escenario vacío, los cuerpos pululan felices ante la certeza de que no todo ha sido inventado. La capacidad de sorpresa es definitivamente ilimitada.



sábado, 11 de septiembre de 2010

Yendo de la Feria al Living, V.03!



:: ¡Tercera edición de Yendo de la Feria al Living! ::
9 Entrevista y acústico con Crema del Cielo! : 
9 Street Art con gabbydesign (Gabriel Satailo)! :
9 Muestra de fotos de Ana Clara Bórmida! :
9 Proyecciones de FESAALP! :
9 Musicalización a cargo de Damián García Toro! :
9 Instantáneas del living con Très Pupilas! :
9 Feria de discos y pins! :

Domingo 12 de septiembre, desde las 15.30hs. Hall Central, Estación Provincial (17 y 71)
¡Entrada libre y gratuita!
¡No se suspende por lluvia, ni truenos ni centellas!
 Trae tu almohadón y hacete de un domingo como en casa!

 :: Organizan ::

:: Colaboran ::





 Yendo de la Feria al Living es un espacio musical en la Estación Provincial, en el que podrás encontrar muestras de fotografías, gente haciendo street art, feria de discos y pins, bandas en formato acústico y más!


Y sí seguís explorando? (si total, no nos vamos a dormir...)

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