Junto a sus bandas, su desempeño como productor artístico y sus Estudios Hollywood, se convirtió en uno de los personajes más importantes de la escena rocker platense. Con ustedes, Alfredo Calvelo, el hombre que, gracias a los 30 años de romance que lleva con la música, demuestra que el enamoramiento puede ser eterno.
Por Carolina Sánchez Iturbe
Fotos de The Dark Flack
“La música tiene una conexión directa con el inconsciente”, reflexiona Alfredo Calvelo sentado frente a una consola que parece venir del futuro y desde la cual suele dar el toque final a las canciones de los artistas que lo buscan para inmortalizar su obra. Imposible dudar: el amor que él guarda por los sonidos es profundo, tanto que aunque sus días hayan convertido a la música en fuente de trabajo, jura que no tiene ni “medio conflicto” con eso y que, por el contrario, no concibe la vida sin ella.
“Mi vieja cuenta que a los 4 años le pedí estudiar piano; me llevaron y la maestra le dijo pero con 4 años no puede estudiar nada, por lo menos que empiece a leer. La verdad es que de eso no me acuerdo. Pero que me gusta la música, sí, eso es de toda la vida”, relata. Quizás esos sean los orígenes. O tal vez se trate de una cuestión genética, que viene en la sangre y nace en el abuelo Calvelo, quien solía tocar el bandoneón en una orquesta de tango. Lo cierto es que siempre que alguien intenta describir los inicios de un enamoramiento tan arraigado, se hace difícil precisar un momento. ¿Cómo fue que la vida de Calvelo se convirtió en sonido?, vaya uno a saber.
Como esas cosas que están predestinadas, con la alfabetización llegaron las clases de música, que duraron el tiempo que tuvieron que durar para dar paso a la etapa autodidacta: “Estudié piano, teoría y solfeo de una manera muy académica, y después dejé. Justo cuando entré al secundario, agarré la guitarra en unas vacaciones de invierno, la acomodé y empecé a tocar así; como la relación era distinta, la experimenté de otra manera”, recuerda el dueño de Estudios Hollywood.
Pronto, muy pronto, vino Fénix, la banda que armó junto a Rocky Velázquez, quien luego sería el baterista de Peligrosos Gorriones, y a Julián Alfaro Lima. “Esa es una banda que a mí me enseñó muchísimo, fue una época buenísima. Es genial que, además, seguimos super amigos ahora, después de todas las cosas que hicimos”, describe Calvelo para luego explicar que con Fénix no sólo se inició en el mundo de las bandas, sino que también tuvo su primer acercamiento a la grabación: “Nosotros ensayábamos un montón, pero empecé a notar que lo que hacíamos no era lo mismo que lo que escuchaba en los discos, entonces se me ocurrió grabarnos para ver qué pasaba. Así, con micrófonos de grabador, inventé un sistemita y grabamos todo en el garaje de Julián. A partir de eso, me di cuenta que la música grabada tenía un lenguaje distinto y me empecé a enganchar con eso”. Luego, llegarían más bandas, entre las que se encuentra Víctimas del Baile, considerada hoy, para sorpresa de Calvelo, como de culto, y la profesionalización (aunque sucediera de manera inconsciente) de los métodos de grabación.
“Con un amigo hacíamos una cosa que era un delirio: armábamos compilados de Radio del Plata, que a la noche pasaba una música que era buenísima. Ya teníamos el horario en el que pasaban los temas, entonces los grabábamos. Me acuerdo que lo hacíamos en un aparatito JVC que tenía mi amigo, que era mono, genial”, rememora Alfredo, demostrando que aunque con Fénix haya sido la primera grabación, el afán por crear discos venía de antes.
Como todo enamoramiento, el sentimiento de Calvelo por la música no puede resumirse a un único instante. Por eso, la presentación de Relax en El Teatro de 43 fue otro de los elementos determinantes. En aquel momento, Federico Moura lograba alucinar a Alfredo que, con sus 13 años, veía con asombro el movimiento de los técnicos llevando y trayendo equipos, mientras presenciaba el que, tal vez, si la memoria no traiciona, fue su primer recital. “Virus tenía una cosa novedosa, vino a romper un poco con toda la estructura que había hasta ese momento. La música de Virus para mí fue importante, porque generacionalmente Federico era un tipo genial”, dice.
Calvelo asegura que la identificación musical le llegó con el rock nacional, como les sucedió casi obligatoriamente a todos los de su generación porque “el regreso de la democracia trajo toda una explosión de rock y de fuerza que fue muy importante”. Sin embargo, el aprendizaje lo condujo a explorar las tierras de Massive Attack, que con Blue Lines le produjeron lo que él mismo denomina como “la apertura de cabeza”: “Fue como un quiebre. A partir de eso, empecé a escuchar un montón de otras cosas que por ahí no sé si hubiese escuchado si no me cruzaba con Massive”.
En las historias románticas nunca faltan los cupidos y, por su parte, Alfredo Rosso fue en buena medida uno de los responsables de inculcar la actitud exploratoria en Calvelo. “Yo me volvía del secundario caminando para ahorrarme la guita del boleto y poder comprarme música. Le compraba los discos a Alfredo Rosso, que tenía una disquería, y Alfredo, nunca supe si era de bueno o muy inteligentemente, siempre me decía lo mismo: qué buen disco, y si te gusta éste… y agarraba y me mostraba otro; entonces, yo ya sabía que la semana siguiente tenía que comprar ese otro disco”, relata entre risas.
Aunque la exploración haya llevado a que hoy por hoy su discoteca se nutra de un gran volumen de álbumes de tango y jazz, Alfredo no reniega de nada. “La música es emoción, te retrotrae a esa época en la que la escuchaste; no podés pelearte con algo que te gustó”, explica para después demostrar que su historia de amor es perpetua y todavía no ha encontrado su final: “En diferentes momentos de tu vida, te cruzaste con artistas. Ellos pasaron, te dieron algo y, por eso, es muy difícil que elegir uno solo. Y ni hablar de todo lo que no escuché, de las cosas que me estoy perdiendo”.
(siempre es mejor la versión en papel)
No hay comentarios:
Publicar un comentario