domingo, 22 de enero de 2012

Súper-Arte



Desde hace 20 años, un abogado y una plástica comprenden su contexto social en código artístico. Preocupados por problemáticas ambientales, ponen la creatividad a los pies de un solo -y gran- objetivo: impedir que la sociedad y el ecosistema que la rodea se vayan por un tubo.

Por Carolina Sánchez Iturbe
Foto de The Dark Flack (www.thedarkflack.com)

“Quiero brotar en la espiga
de la conciencia
del hombre nuevo que lucha
por su mañana
y proclamar su tiempo azul de pie
dando la cara”.
“A que florezca mi pueblo”, Mercedes Sosa

A metros del Río de la Plata, entre calles arboladas y paisajes en los que lo verde predomina, Alejandro Meitin y Silvina Babich piensan en nuevas acciones. Entregados a la actividad que el proyecto artístico y ambiental Ala Plástica les demanda, idean qué caminos tomar para reactivar economías locales, recuperar espacios públicos, sanear forestaciones, diseñar políticas territoriales que respeten a la cultura de los pobladores de cada lugar, construir conocimiento y establecer medidas para que el mundo no se vaya por un tubo. Lejos de ser un grupo de intervencionistas que piensan en el arte como un modificador de momentos, los fundadores de Ala Plástica eligen moverse emulando a las plantas que intentan salvar: sin carreras contra el tiempo y dejando que cada acción de lucha se fortalezca con el crecimiento a su propio ritmo, estableciendo raíces firmes que conduzcan a desarrollos sustentables y cambios estructurales.
Todo comenzó hace dos décadas cuando el matrimonio de Meitin y Babich decidió sedimentarse y buscar nuevas formas de expresión que posibilitaran redes de comunicación e interacción. “Siempre quisimos trabajar sobre el arte y el ambiente. Queríamos ver de qué manera podíamos incidir en una renovación de la idea de arte y utilizar sus diferentes formas de trabajo, pensamiento y acción para poder incidir en procesos de la vida cotidiana”, dice Alejandro sobre aquellos primeros días en los que Ala Plástica se propuso establecer una nueva forma artística, hasta entonces desconocida en el ámbito nacional.
Luego de esa iniciática determinación familiar, se consolidó la conformación del grupo, que se alimentó de la diversidad de sus miembros y de las distintas disciplinas de las que cada uno de ellos provenía. De esa manera, la formación en leyes de Meitin y en artes plásticas de Babich se entrecruzó con conocimientos sobre biología, geología, zoología y botánica, dándole a Ala Plástica un carácter integral que posibilitó la llegada de la primera crítica y acción del equipo de trabajo. “Como queríamos salir del corral del establishment artístico del museo y galería, recuperamos un espacio público abandonado desde donde empezamos a generar una serie de diálogos con distintas personas de la ciudad, que venía muy golpeada por la dictadura y por un gobierno democrático que no terminaba de afianzarse”, rememora Alejandro.
El espacio recuperado fue una biblioteca del zoológico de La Plata. Así llegaron los primeros ejercicios y, con ellos, el establecimiento de un modo de hacer en el grupo. “Lo que hacíamos era absolutamente exploratorio porque no conocíamos una metodología para llevar a cabo un arte en contexto social. Con nuestra sensibilidad respondíamos a una situación crítica que exigía herramientas no habituales. Estábamos insertos en un desastre. Después, con los años fuimos puliendo esa modalidad”, explica Babich.
Mucho tiempo después, ese trabajo rindió sus frutos: luego de 10 años de actividad pudieron deconstruir la idea de zoológico a partir de la demolición de 22 jaulas y el cambio de las autoridades del lugar. Es que los miembros de Ala Plástica deciden transformarse en miembros activos de los ámbitos en los que producen sus acciones: “Siempre nos identificamos como emergentes del lugar. Nuestro trabajo surge desde la propia comunidad, en conjunto con ella misma. No vamos a salvarla. La nuestra no es una intención de ayuda o asistencia, sino que nosotros mismos nos vemos inmersos en la problemática, nosotros mismos queremos zafar, ir para adelante y transformar esta realidad”, añade la artista plástica.
Por ese vínculo con el entorno, ella y su compañero se toman el tiempo que sea necesario para realizar acciones que conduzcan a modificaciones reales, sosteniendo sus prácticas sobre dos principios ineludibles: el compromiso y la responsabilidad. “Trabajamos en contextos en los que construimos junto a otros, entonces velamos mucho para que haya una respuesta coherente y muy bien informada ante cada problemática. Cada ejercicio está muy bien fundamentado y tiene mucho tiempo de estudio previo. Estudiamos desde lo geográfico, desde lo sociológico, lo filosófico y a todo eso lo reunimos en una actividad que no deja en ningún momento de lado la sensibilidad y la aproximación heurística porque consideramos que cada parte de este proceso que llevamos adelante es posible de apreciar a partir de los efectos de significado”, puntualiza Alejandro.
Algunas de las zonas de acción más fuertes de Ala Plástica son el Estuario del Río de la Plata, el Delta del Paraná y distintos lugares de la cuenca del Río de la Plata. La elección del espacio es simple: ése el área en el que Babich y Meitin pasan sus días y, a la vez, un ámbito que necesita cambios. “En los ’90 mucha gente de acá había quedado sin empleo y vimos que el mimbre era un recurso a mano. Entonces, empezamos a trabajar en la diversificación del uso de ese material para generar nuevos ingresos para las comunidades a partir del tejido. Silvina se transformó en capacitadora y yo en experto en temas de cultivo; empezamos a diseñar estrategias de sobrevivencia, integración y resistencia desde el trabajo. No era un mero reclamo o escrache”, sostiene el abogado.
Más allá de que la problemática provocada por el reinado del Neoliberalismo ya no esté tan presente en la cuenca del Río de la Plata, aún quedan cuestiones por resolver en el lugar: “Ahora, el Delta está perfilado para ser un área de cría de ganado a gran escala, de desforestación a gran escala y de mega emprendimientos para barrios privados, también a gran escala, sacando, para eso, a la gente que vive ahí con su diversidad, con su cultura, con su historia, con su manera de hacer”, explica Alejandro como punta de introducción. A partir de entonces, la razón de ser de Ala Plástica queda puesta sobre la mesa: “Lo que estamos planteando es una cuestión de conservación a partir de las preguntas ¿quién diseña el territorio? y ¿para quién se está haciendo ese diseño? Ahí, empieza a gestarse una resistencia. Siempre nuestro trabajo termina con una acción de resistencia, con una cosa a transformar”, completa.
Tras dos décadas de trabajo, y aunque no sea popular, la actividad de los grupos de trabajo como Ala Plástica ya no resulta tan desconocida y cada vez son más los grupos que se entregan al arte en contexto social. Sin embargo, según Alejandro y Silvina, todavía queda camino por recorrer para que el sentido de la actividad sea comprendido integralmente. “Hay muchos que ven el vaso medio lleno, como el diario La Nación, que creen que éstas son prácticas en las que se hace el bien sin mirar a quién y no, tampoco es eso. No somos un par de pelotudos que andan por la vida regalando alegría. Hacemos prácticas de resistencia, prácticas críticas, donde se postulan muchas veces cosas que son jodidas, donde tenemos que poner el cuerpo porque más de una vez nos han querido cagar a palos”, sostiene convencido Meitin.
Según su visión, que es la del colectivo que creó e integra, lo que hace falta modificar de una vez por todas es el concepto más primario de arte, aquel que está muy marcado por el “el arte utilitario y la concepción del arte de la representación de reyes y monarcas”, para dar paso a un “concepto ampliado de arte” que sepa de compromisos y de objetivos superiores y que no demande de los artistas sólo su expertiz, sino, y sobre todo, sus vidas: “A medida que nos fuimos involucrando en el arte en contexto social, se nos empezó a ir la vida en esta forma de hacer porque vimos que hay motivaciones que están más allá de nosotros mismos y porque nuestros sentidos y valores empezaron a mutar. El arte, así, empezó a formar parte de nuestra vida cotidiana y pasó a ser nuestro día a día. Ahora nos movemos en código ‘alaplastiquiano’”.

Web: http://www.alaplastica.org.ar/

NaN – Año 1, Nº 5, Noviembre-Diciembre 2011
(siempre es mejor la versión en papel)

Y sí seguís explorando? (si total, no nos vamos a dormir...)

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