lunes, 30 de mayo de 2011

Definiendo a Helldorado



Por Carolina Sánchez Iturbe
Foto de Francisco Rodríguez Laxague (www.flickr.com/franiscolx)

“Sui Generis no es rock”. Sin importarle lo reaccionaria que pueda resultar la frase, Martín Moyano define a Helldorado, la banda a la que le pone la voz, desde el vamos. La suya, contrariamente a lo que dice que sucede con la agrupación que comandó años atrás Charly García, sí es una banda de rock porque, según jura, reúne ese “conjunto de cosas” necesarias: fuerza, actitud y buenas canciones.
Helldorado tiene pocos años de historia, pero ya bastantes escenarios recorridos. Habiendo nacido a principios de 2007, sido disuelta poco después y vuelta a reunir en 2009, no hace más de dos primaveras que Moyano junto a Federico Sastre-Her, Pablo Romero, Diego Bellon y, desde hace días, Sebastián Ávila, la nueva incorporación que, incluso, aún está en proceso de prueba, se propusieron hacer de su música un proyecto posible. Tanto que ahora sostienen estar listos para presentar el 7 de mayo durante una fiesta que compartirán con Los Peyotes, los Siniestros y Las Culebras y que realizarán en El Pasillo de las Artes, Here we go, su primer registro discográfico que viene con forma de EP y que, para llegar, se hizo esperar casi la misma cantidad de días que los que lleva de vida la banda.
“Nos costó mucho hacer el disco por cuelgues nuestros, porque todos tenemos nuestras vidas, laburos, facultad. Todo lleva un tiempo y por ahí a nosotros nos lleva el doble, tenemos una leche terrible”, sostiene Moyano, quien luego describe lo sinuoso del proceso de grabación del primer trabajo discográfico de la banda. A su lado, Romero asiente y pronto explica el porqué de tanto esfuerzo: “Hacer un disco y tocar es como plantar una semillita porque por ahí le gusta a uno y ese uno le dice a otro y se va armando una bola. Pero tocamos porque nos gusta, porque si pensas en ser estrella de rock, ya fue, no tocas más, se acabó la vida”.
No conformes con retratar el trabajo de la banda en un disco de cuatro canciones, Helldorado se alimenta desde hace tiempo de los recitales, por lo que suele tocar seguido en La Plata y, cada vez que es posible, aprovechar la atención que la música de la capital de la provincia se ganó en el último tiempo en la Capital Federal para desembarcar en los escenarios de la gran ciudad. “Intentamos ir más para allá porque la movida está allá, sino acá te morís en Pura Vida. Está todo bien porque Pura Vida es el mejor lugar del mundo para tocar, pero ya sabemos cuánta gente va, los nombres de quienes van, entonces se hace medio previsible”, dice Martín para después asegurar que él sabe de la moda que se construyó en torno al under platense en ciertos sectores de la ciudad autónoma, favor que jura deberle al indie: “Para lo único que sirvió el indie fue para hacer llegar a otras bandas hasta allá”.
“Tenemos el espíritu, la actitud punk, pero ni a palos somos punks. En La Plata las bandas de punk rock se han quedado muchísimo, no evolucionaron; entonces, no vas a escuchar un punteo de guitarra o un solo en una banda punk. Nosotros no hacemos eso, entonces no hacemos punk”. Desde un sillón de la sala de ensayo donde Helldorado se reúne dos veces por semana, Martín ahonda en las definiciones sobre su banda, sin escapar, para ello, incluso a la utilización de opuestos. A su alrededor, el resto de los integrantes lo miran fijo y reformulan:
Pablo Romero: -- Lo que se ve en la banda es la conjunción de los diferentes gustos que tenemos los que la formamos.
Diego Bellon: --Igual, todos los que estamos aquí pasamos por los Ramones.
Martín Moyano: --Sí, pero pasamos. No nos quedamos ahí… No es que seamos súper originales, pero hacemos algo distinto: no es punk, no es rock and roll. Pasa que si te quedás con 2 Minutos y con Flema, estás liquidado. Hay punk inglés que es genial, las bandas punk de Nueva York de los ’70 son increíbles. En esas bandas está bueno quedarse, no en el punk nacional. Todos tuvimos nuestra etapa luchando por Flema, pero ya fue…
Más allá de las definiciones, lo cierto es que Helldorado es una banda que se nutre del sonido crudo, ese que surge de la composición garajera, y que canta en inglés. Lejos de pensar que la decisión idiomática pueda ser un síntoma de expropiación cultural, los miembros de Helldorado aseguran que si sus temas se entregaron al lenguaje anglosajón se debe simplemente a que “el rock debe ser en inglés”, aunque en el interior de la banda ya existe la promesa de hacer algunas letras en castellano para, así, llenar de significado a las composiciones. De cualquier modo, no creen que el idioma llegue a ser una limitación en la relación con el público. “No todos sabemos inglés y sin embargo escuchamos rock. Es que el rock es toda la sensación”, sostiene Moyano, quien luego asegura que, como sea, lo que realmente le importa a su banda son las melodías y el placer que le genera interpretarlas: “No nos importa que la gente no cante nuestras canciones”.

www.myspace.com/helldoradoband666

Franceville agenda pocket – Nº 54, mayo de 2011
(siempre es mejor la versión en papel)

martes, 24 de mayo de 2011

Baby Break It Down


Para Luis González el rock y el cine son una gran sucesión de quiebres capaces de transformarlo en alguien distinto. Ávido de nuevos descubrimientos, el dueño de Imagina, uno de los pocos videoclubs que sobrevivieron en la ciudad, es el hombre que aún hoy busca reinventarse.

Por Carolina Sánchez Iturbe
Foto de The Dark Flack (www.thedarkflack.com)

“Yo tengo cabeza de rock”. De pie en el centro de Imagina, el videoclub que desde hace 20 años funciona en La Plata como el lugar indicado para conseguir todo tipo de películas, Luis González, su dueño, reflexiona. Aunque él no sea músico, su figura siempre se relacionó a las guitarras distorsionadas, quizás porque es posible encontrárselo en los recitales de las bandas de la ciudad, o tal vez porque en su local se respira rock, aunque para eso no haya motivos absolutamente certeros. De cualquier modo, la historia de Luis está marcada, a fuerza de quiebres, por ese sonido que desde hace años se dedica a regalarle momentos capaces de determinar el resto de sus días y transformarlo una y otra vez en un hombre nuevo.
Como todo cuento rocker, los inicios de esta afición en la historia de Luis se remontan a tiempos lejanos, incluso difíciles de precisar. Así, él asegura que el rock es parte de su “formación natural” ya que, por su edad, él se desarrolló “casi a la par que el rock nacional”. Sin embargo, el dueño del local de 60 entre 9 y 10 asegura que existieron varios períodos bisagra, que hicieron que su vida fuese ésta y no otra y que, claro, lo modificaron a su paso. El primero, en Resistencia, cuando era un niño de seis años que prefería tener un piano antes que un reproductor de discos. El segundo, cuando en Mar del Plata un amigo le hizo escuchar el primer disco de Los Gatos, que le permitió percibir que “había otra cosa” y acercarse a bandas como Manal y Almendra.
De igual manera, otro gran momento sucedió cuando Luis invirtió en su primer long play: Little Green Bag de George Baker Selection. “El primer tema que sonaba era Pequeño bolso verde, que es la canción que, muchísimos años después, abrió Perros de la calle, la película de Tarantino. Me acuerdo que cuando en mi casa se compró el primer equipo de música, que era un equipo bestia, tanto que hubo que llamar a un técnico para que nos explicara cómo se usaba, mi viejo me dijo que me consiguiera un disco. Cuando el técnico puso el álbum y empezó a sonar Pequeño bolso verde, mi viejo estuvo a punto de matarme: ¿para eso compré semejante equipo, para escuchar esta basura?”, recuerda entre risas para luego describir que ese tire y afloje con su progenitor era un clásico que solía repetirse, por ejemplo, cuando Creedence Clearwater Revival o los Beatles musicalizaban los rincones del hogar.
Después llegaron las horas en la Facultad de Ingeniería de La Plata y, con las nuevas amistades, los descubrimientos musicales y artísticos que obligarían al hombre que suele atender a sus clientes con una gran sonrisa a barajar y dar de nuevo. Entonces sí terminaron de definirse las dos grandes influencias que determinarían a Luis, luego de que a los Beatles se sumaran los Rolling Stones, la banda que logró provocarle cambios tan profundos que, incluso, repercutieron en su matrimonio.
“Mi primer divorcio fue con la carrera, me dije que ya no quería ser ingeniero y, entonces, nació Imagina. Tiempo después, hubo otro quiebre mental que llegó a reformular mi situación civil y que se dio con los primeros recitales de los Rolling Stones en Argentina”, sostiene para luego explicar que cuando la banda británica desembarcó en febrero de 1995 en River con la gira Voodoo Lounge, él sintió que ese show, desde su inicio, ese en el que retumbaban los tambores de Sympathy for the devil a la par que una cobra gigante escupía fuego, era un antes y un después similar al que había ocurrido con Los Gatos décadas atrás: “La mayoría de los que fuimos a ese recital, salimos flotando. Sentíamos que el resto de nuestra vida era gratis; después de lo que vivimos esa noche, nos podíamos morir”.
Y cuando el cuerpo cree que ya no puede experimentar más transformaciones, nuevas evoluciones se suceden. Así, a la par que el videoclub crecía, vinieron los días en que Manuel Moretti atendía a los clientes de Imagina y, horas después, Luis lo escuchaba tocar en bares casi desiertos; y, luego, las horas en las que Reimon, acompañado por Poli (la cantante de Señor Tomate), reemplazaba al frontman de Estelares en su puesto, a la par que le regalaba a González cassettes llenos de grabaciones de bandas independientes. “Poli me pasó mucha música. Ahí empecé a recibir información distinta que definió claramente lo que hoy me interesa. Ahora, me gusta descubrir cosas. Está bueno ir a ver recitales grandes, pero me fascina estar en un lugar chiquito y toparme con algo nuevo. Me encantaría encontrar a un Lou Reed tocando para 50 personas, sería un placer fantástico”, dice para luego explicar que esas revelaciones musicales todavía siguen produciéndose gracias a que actualmente Gastón Disanti, el bajista de The Falcons, trabaja en el local.
“Yo pretendo que el arte me cambie, pretendo más que un estado de ánimo. Si me genera algo, si logra que sea alguien distinto, entonces, cumplió su cometido”. Mientras una incontable cantidad de cajas de DVD’s reposan en las estanterías de Imagina, Luis piensa en el poder que ellas tienen para, junto a la música, transformarlo una y otra vez en un hombre nuevo. Luego, sonríe y, como quien disfruta de esquivar a las aguas estancadas, concluye sin preámbulos: “Pertenezco a ese grupo de gente que para vivir necesita ir a un recital y ver películas. Si no tengo esas cosas, está todo mal”.

De Garage – Mayo de 2011
(siempre es mejor la versión en papel)

jueves, 12 de mayo de 2011

Bomba Texto | Número 2... vamos?


BOMBA TEXTO
Número 2

15.30hs
Exposición de historietas: Leo Gauna
Crónica fotográfica: Fernando Manino muestra recitales
Espacio de Proyecciones e Instalaciones: La Vecindad del Electro
Musicalización: Paul Henta
Crónica del evento en vivo: Martín Graziano (Rolling Stone)
+ Concepto Cero expone sus trabajos
+ Pasatiempos
+ Feria de discos y publicaciones independientes
+ Cervezas artesanales con Hermanos & Brothers

18hs
Acústico: Javier Maldonado

Dom 15/5
Planta Baja CC Estación Provincial | 17 y 71

ENTRADA LIBRE Y GRATUITA! NO SE SUSPENDE POR LLUVIA!


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Bomba Texto es el suplemento cultural en 3D que se armó para, el tercer domingo de cada mes, inmiscuirse en el mundo de Feria en la Esquina, la feria de diseño de indumentaria, accesorios y objetos que todos los fines de semana se desarrolla en los bares Imperio y Ciudad Vieja. El domingo 15 de mayo, Bomba Texto abrirá por segunda vez sus puertas en la planta baja de CC Estación Provincial, invitando a la gente a recorrer cada una de las secciones del suplemento, formando parte de ellas y reescribiendo sus páginas.
En cada una de sus ediciones, el suplemento contará con numerosas secciones en las que habrá trabajos de historietistas locales; una crónica fotográfica realizada por un artista para cada evento; un espacio de proyecciones e instalaciones, conformado por VJ's y DJ's seleccionados por La Vecindad del Electro; una zona de pasatiempos; un periodista realizando en vivo una crónica del evento; un stand con los trabajos de Concepto Cero; el recital de una banda; una batea de discos de bandas locales; una mesa de publicaciones independientes; y un espacio de clasificados, donde se podrán recorrer los puestos de Feria en La Esquina. La entrada es libre y gratuita y no se suspende por lluvia.

Organizan:

Colaboran:

lunes, 9 de mayo de 2011

Tango Feroz


Arrabal, bolero y balada rock conviven en esta banda platense nacida hace siete años. Canciones autorreferenciales, de nostalgia, abandono y desamor al palo, sobrevolaron una noche de verano agitada en Ciudad Vieja.

Por Carolina Sánchez Iturbe
Fotografía de The Dark Flack

Acodado en la barra de algún bodegón y bajo las luces de led, el tango se convierte en recordatorio constante de lo perdido. Desesperado hasta la locura, de la que hace mandar todo al mismísimo demonio, se vale de los adoquines sobre los que ha golpeado su cabeza para refunfuñar pensamientos, masticar dolores en forma de verso y ahogar melodías. Así sucede con Pájaros, la banda que nació en el 2004 y que, aunque no interprete canciones en dos por cuatro, ha sabido rendir culto a esa actitud tanguera que carcome y que, durante el tercer viernes del año, se despliega en Ciudad Vieja, uno de los bares platenses que consiguen esconder entre sus paredes la nostalgia de algún tiempo pasado.
En compañía del tono grave de su voz, que permite imaginar interminables batallas con el whiskey, Fernando “el Pájaro” Rickard inaugura la madrugada cantándole a la “Ausencia” que parecerá reinar durante toda la noche, rasguñando directo en ése dolor que, desde el principio, es ineludible. Poco después, tras “Mudo”, llega “Enloquecí”, uno de los caballitos de batalla de la banda por los arreglos de las guitarras de Rickard y de Julián Alfaro, y un estribillo que repite una y otra vez que ya no hay salvación. No deja dudas: Pájaros es una banda de rock entregada a la poesía autorreferencial.
Con “De las Distancias”, el ensamble de la banda encuentra la armonía justa; el bajo de Gastón Peirano y la batería de Rocky Velázquez se transforman en el soporte ideal para que la melodía pueda coquetear sin complicaciones con una intensa oscuridad. Minutos después, narran en tono de trova gallega el drama de “Beto Medina”, el hombre al que hundieron en el infierno “para que la tele tenga un malvado” y que, claro, nunca más volvió.
Mientras el calor húmedo de la ciudad se pegotea en las paredes del bar devenido en bodegón por una noche, “Tu hombre está acá” descomprime un poco la densidad del ambiente para pronto volver a tensarla con el “Asalto de amor express”, que hace que Rickard festeje la convivencia entre arrabal, bolero y balada rock -que Manuel Moretti embandera-, y entone: “No levanté la botella al pasar por tu casa. Siento que es bueno, dentro de lo peor, no esperar señales de las cosas que pasan”. Retrato del desamor que, sin embargo, encuentra breves brotes de luz y, luego, vuelve a perder de la mano de otro desamor -o quizás, el mismo- que provoca deseos de vivir “Sin memoria”, aunque todo termine siempre con un hombre acorralado.
Las “Lágrimas de miel”, un incomprensible “Final” y la abrumadora “Ironía” ahondan en la nostalgia que sobrevuela a esos Pájaros dolidos que en 2010, encuentran en slides, guitarras bien definidas y bases mucho más energéticas que su estado anímico el camino para interpretar la tristeza dominante entre los tangueros de inicios del siglo pasado.
Uno de los mejores momentos de la madrugada llega con “Serás más”, canción que con sus acordes ambienta el piso en el que una “estúpida nena” jugó a ser sirena. Preámbulo ideal para la llegada del folk de la inevitable “Sonrisa esquiva”, que el hombre tuvo que empuñar esperando que la vida no se vaya detrás de un amor frustrado, al que ahora no queda más que llevarle flores.
“Vamos a ir a la mitad de la calle así tocamos para la gilada”. La incomprensión de los demás combinada con el dolor que aturde resulta en ocasiones una mezcla explosiva. Quizás por eso o simplemente por la sucesión de cosas incomprensibles que pueden ocurrir a lo largo de una noche, Rickard no duda en cortar en seco el clima que había logrado con su banda para señalar de frente a un grupo de chicos que, desde afuera del bar, le dicen con señas al sonidista que corte la música. La gente pide que todo siga como si nada y la introspección se transforma en tira y afloje. “La vuelta al barrio” baila así con la tensión de un cantante que entona el estribillo mientras le dedica al aire un contundente fuck you, que precede a la “Cicatriz” que llega para anunciar la inminente cercanía del final.
“En una mueca de picaflor, vendías más de lo que destilabas”, sentencia un Rickard aún molesto, a la vez que el hombre intenta evitar que su cabeza golpee nuevamente contra el adoquín, advirtiendo que “El Perro” debe cuidar su cuero para que no lo usen de alfombra. Después, y sin preámbulos, el tango que durante esa noche enloqueció de dolor y rindió culto a la nostalgia para luego terminar mandando todo al mismísimo demonio desaparece con la misma velocidad con que las luces de led se apagan.

MySpace: http://www.myspace.com/pajarosrock

NaN – Año 1, Nº 1, Marzo-Abril 2011
(siempre es mejor la versión en papel)

martes, 3 de mayo de 2011

Ultra Parties

En menos de un año, selló un estilo propio y escribió un breve capítulo en la historia del rock local. En 1995 nació y murió este bar en donde Gustavo Astarita grabó un unplugged de covers y comenzaron a tomar forma las costumbres del rock actual

Por Ana Clara Bórmida y Carolina Sánchez Iturbe

Dicen que si lo bueno es breve, es dos veces bueno. No sabemos si la fórmula también es aplicable a la historia, pero será cuestión de indagar. Ultrabar fue una rockería de vida corta y espacio pequeño que estuvo ubicada en la calle 47 entre 8 y 9 durante el año 1995: en el mismo año que lo trajeron al mundo,  firmaron su partida de defunción.
Convivió con otras dos rockerías míticas de la ciudad, pero supo distinguirse de ellas. El Bar y El Tinto eran locales amplios y pensados para recibir bandas y cientos de jóvenes durante las noches, Ultrabar, en cambio, “era un bar chiquito pero que tenía ciertos toques distintivos frente a otros bares, porque no era el típico local de los bolicheros que no entienden mucho de qué va su actividad, más allá de armar un bar. Tenía algo temático, no es casual que uno sus dueños haya sido músico y el otro diseñador. Entonces, tenía algunas cuestiones que iban con eso”, relata el periodista Oscar Jalil, quien organizó en este local un ciclo de presentaciones de bandas. “A su modo, estos bares ayudaron a que la escena siga creciendo”, afirma para luego explicar que una de las cosas que lo que lo distinguían era su estilo, que era diferente al de otras rockerías. “No tenía los típicos posters de rock. Tenía algo así como una estética cool por la iluminación, la barra. Estaba bien ambientado, si se quiere con un estilo más palermitano de lo que puede ser hoy. No era rústico, era uno de los pocos bares situados en el centro”, cuenta Jalil. 
Y también fue un lugar pionero. En Ultrabar no sólo tocaron buenas bandas, sino que también hubo un cuidado y una marcada intencionalidad en la música que sonaba constantemente, de modo que ir a sentarse a tomar una cerveza y escuchar interesantes discos era un plan que más de un platense melómano consideró cumplir ahí en el año 1995.
También fue uno de los primeros lugares en los que se le dio importancia al diseño de flyers y afiches. Cuando Oscar Jalil les propuso a los dueños del lugar hacer un ciclo de recitales de bandas de La Plata y de Buenos Aires, no sólo aceptaron, sino que uno de ellos, el diseñador, se encargó de darle el toque gráfico a la cuestión. “Recién por aquella época se dio más impuso a los flyers, que siempre existieron pero no se laburaban con tanto diseño. En Ultrabar, al ser diseñador gráfico uno de los dueños, armábamos una especie de programitas que tenían textos que estaban relacionados con las disputas periodísticas del momento. Yo editaba la Bongó con otros amigos, y estaba otra revista que se llamaba El Avispero, y si bien nos conocíamos todos y éramos amigos, la nuestra era una revista muy irónica que no se tomaba casi anda en serio, entonces la idea era provocar con esos programas”, recuerda Oscar Jalil.
En el ciclo de recitales que el periodista organizó en este local, bandas como Suárez realizaron su primera presentación en La Plata, compartiendo fecha con Parabólicos. Además, pasó por el escenario Adrián Paoletti junto a Míster América, que por entonces  “no era Míster América, sino Astarita en formato umplugged haciendo un montón de covers de Bowie, de Ney Matogrosso, de los Beatles en una presentación  muy chiquita e íntima”. También estuvo La Nueva Flor, que fue el proyecto previo a Victoria Mil, al cual Jalil recuerda como “una banda muy distorsiva y experimental para lo que se escuchaba en aquella época, que tocó con Falso Primero Ministro”.
Más allá de los músicos que pisaron el escenario de Ultrabar gracias al ciclo de recitales que organizaba Jalil, como siempre, lo más jugoso de esas noches eran las anécdotas. Así, el periodista recuerda como un hecho memorable la llegada de Adrián Paoletti al bar: “Fue muy gracioso porque en ese momento él trabajaba en un juzgado y creo que se había casado y estaba juntando plata. De día hacía ese laburo y de noche manejaba una ambulancia, entonces llegó a tocar con los músicos en esa ambulancia”.
Ultrabar también fue pionero en las ferias de discos. En esos años no era simple conseguir las producciones de las bandas independientes y la idea de hacer eventos que integraran la presentación en vivo con la venta de CDs  comenzó a tomar forma en este ciclo de recitales, convirtiendo al bar en un lugar de referencia para el público ansioso por musicalizar sus hogares con los sonidos de las bandas alternativas.
En menos de un año Ultrabar cerró sus puertas. Se despidió con una fiesta y la muerte fue sellada con un epitafio que no pudo haber estado plasmado en otro lugar que no fuese un flyer que se repartió entre los invitados y que, sin preámbulos, sentenciaba: “Inaugurado y fundido en menos de un año”.

De Garage – Abril de 2011
(siempre es mejor la versión en papel)

Y sí seguís explorando? (si total, no nos vamos a dormir...)

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