En menos de un año, selló un estilo propio y escribió un breve capítulo en la historia del rock local. En 1995 nació y murió este bar en donde Gustavo Astarita grabó un unplugged de covers y comenzaron a tomar forma las costumbres del rock actual.
Por Ana Clara Bórmida y Carolina Sánchez Iturbe
Dicen que si lo bueno es breve, es dos veces bueno. No sabemos si la fórmula también es aplicable a la historia, pero será cuestión de indagar. Ultrabar fue una rockería de vida corta y espacio pequeño que estuvo ubicada en la calle 47 entre 8 y 9 durante el año 1995: en el mismo año que lo trajeron al mundo, firmaron su partida de defunción.
Convivió con otras dos rockerías míticas de la ciudad, pero supo distinguirse de ellas. El Bar y El Tinto eran locales amplios y pensados para recibir bandas y cientos de jóvenes durante las noches, Ultrabar, en cambio, “era un bar chiquito pero que tenía ciertos toques distintivos frente a otros bares, porque no era el típico local de los bolicheros que no entienden mucho de qué va su actividad, más allá de armar un bar. Tenía algo temático, no es casual que uno sus dueños haya sido músico y el otro diseñador. Entonces, tenía algunas cuestiones que iban con eso”, relata el periodista Oscar Jalil, quien organizó en este local un ciclo de presentaciones de bandas. “A su modo, estos bares ayudaron a que la escena siga creciendo”, afirma para luego explicar que una de las cosas que lo que lo distinguían era su estilo, que era diferente al de otras rockerías. “No tenía los típicos posters de rock. Tenía algo así como una estética cool por la iluminación, la barra. Estaba bien ambientado, si se quiere con un estilo más palermitano de lo que puede ser hoy. No era rústico, era uno de los pocos bares situados en el centro”, cuenta Jalil.
Y también fue un lugar pionero. En Ultrabar no sólo tocaron buenas bandas, sino que también hubo un cuidado y una marcada intencionalidad en la música que sonaba constantemente, de modo que ir a sentarse a tomar una cerveza y escuchar interesantes discos era un plan que más de un platense melómano consideró cumplir ahí en el año 1995.
También fue uno de los primeros lugares en los que se le dio importancia al diseño de flyers y afiches. Cuando Oscar Jalil les propuso a los dueños del lugar hacer un ciclo de recitales de bandas de La Plata y de Buenos Aires, no sólo aceptaron, sino que uno de ellos, el diseñador, se encargó de darle el toque gráfico a la cuestión. “Recién por aquella época se dio más impuso a los flyers, que siempre existieron pero no se laburaban con tanto diseño. En Ultrabar, al ser diseñador gráfico uno de los dueños, armábamos una especie de programitas que tenían textos que estaban relacionados con las disputas periodísticas del momento. Yo editaba la Bongó con otros amigos, y estaba otra revista que se llamaba El Avispero, y si bien nos conocíamos todos y éramos amigos, la nuestra era una revista muy irónica que no se tomaba casi anda en serio, entonces la idea era provocar con esos programas”, recuerda Oscar Jalil.
En el ciclo de recitales que el periodista organizó en este local, bandas como Suárez realizaron su primera presentación en La Plata, compartiendo fecha con Parabólicos. Además, pasó por el escenario Adrián Paoletti junto a Míster América, que por entonces “no era Míster América, sino Astarita en formato umplugged haciendo un montón de covers de Bowie, de Ney Matogrosso, de los Beatles en una presentación muy chiquita e íntima”. También estuvo La Nueva Flor, que fue el proyecto previo a Victoria Mil, al cual Jalil recuerda como “una banda muy distorsiva y experimental para lo que se escuchaba en aquella época, que tocó con Falso Primero Ministro”.
Más allá de los músicos que pisaron el escenario de Ultrabar gracias al ciclo de recitales que organizaba Jalil, como siempre, lo más jugoso de esas noches eran las anécdotas. Así, el periodista recuerda como un hecho memorable la llegada de Adrián Paoletti al bar: “Fue muy gracioso porque en ese momento él trabajaba en un juzgado y creo que se había casado y estaba juntando plata. De día hacía ese laburo y de noche manejaba una ambulancia, entonces llegó a tocar con los músicos en esa ambulancia”.
Ultrabar también fue pionero en las ferias de discos. En esos años no era simple conseguir las producciones de las bandas independientes y la idea de hacer eventos que integraran la presentación en vivo con la venta de CDs comenzó a tomar forma en este ciclo de recitales, convirtiendo al bar en un lugar de referencia para el público ansioso por musicalizar sus hogares con los sonidos de las bandas alternativas.
En menos de un año Ultrabar cerró sus puertas. Se despidió con una fiesta y la muerte fue sellada con un epitafio que no pudo haber estado plasmado en otro lugar que no fuese un flyer que se repartió entre los invitados y que, sin preámbulos, sentenciaba: “Inaugurado y fundido en menos de un año”.
De Garage – Abril de 2011
(siempre es mejor la versión en papel)
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