lunes, 9 de mayo de 2011

Tango Feroz


Arrabal, bolero y balada rock conviven en esta banda platense nacida hace siete años. Canciones autorreferenciales, de nostalgia, abandono y desamor al palo, sobrevolaron una noche de verano agitada en Ciudad Vieja.

Por Carolina Sánchez Iturbe
Fotografía de The Dark Flack

Acodado en la barra de algún bodegón y bajo las luces de led, el tango se convierte en recordatorio constante de lo perdido. Desesperado hasta la locura, de la que hace mandar todo al mismísimo demonio, se vale de los adoquines sobre los que ha golpeado su cabeza para refunfuñar pensamientos, masticar dolores en forma de verso y ahogar melodías. Así sucede con Pájaros, la banda que nació en el 2004 y que, aunque no interprete canciones en dos por cuatro, ha sabido rendir culto a esa actitud tanguera que carcome y que, durante el tercer viernes del año, se despliega en Ciudad Vieja, uno de los bares platenses que consiguen esconder entre sus paredes la nostalgia de algún tiempo pasado.
En compañía del tono grave de su voz, que permite imaginar interminables batallas con el whiskey, Fernando “el Pájaro” Rickard inaugura la madrugada cantándole a la “Ausencia” que parecerá reinar durante toda la noche, rasguñando directo en ése dolor que, desde el principio, es ineludible. Poco después, tras “Mudo”, llega “Enloquecí”, uno de los caballitos de batalla de la banda por los arreglos de las guitarras de Rickard y de Julián Alfaro, y un estribillo que repite una y otra vez que ya no hay salvación. No deja dudas: Pájaros es una banda de rock entregada a la poesía autorreferencial.
Con “De las Distancias”, el ensamble de la banda encuentra la armonía justa; el bajo de Gastón Peirano y la batería de Rocky Velázquez se transforman en el soporte ideal para que la melodía pueda coquetear sin complicaciones con una intensa oscuridad. Minutos después, narran en tono de trova gallega el drama de “Beto Medina”, el hombre al que hundieron en el infierno “para que la tele tenga un malvado” y que, claro, nunca más volvió.
Mientras el calor húmedo de la ciudad se pegotea en las paredes del bar devenido en bodegón por una noche, “Tu hombre está acá” descomprime un poco la densidad del ambiente para pronto volver a tensarla con el “Asalto de amor express”, que hace que Rickard festeje la convivencia entre arrabal, bolero y balada rock -que Manuel Moretti embandera-, y entone: “No levanté la botella al pasar por tu casa. Siento que es bueno, dentro de lo peor, no esperar señales de las cosas que pasan”. Retrato del desamor que, sin embargo, encuentra breves brotes de luz y, luego, vuelve a perder de la mano de otro desamor -o quizás, el mismo- que provoca deseos de vivir “Sin memoria”, aunque todo termine siempre con un hombre acorralado.
Las “Lágrimas de miel”, un incomprensible “Final” y la abrumadora “Ironía” ahondan en la nostalgia que sobrevuela a esos Pájaros dolidos que en 2010, encuentran en slides, guitarras bien definidas y bases mucho más energéticas que su estado anímico el camino para interpretar la tristeza dominante entre los tangueros de inicios del siglo pasado.
Uno de los mejores momentos de la madrugada llega con “Serás más”, canción que con sus acordes ambienta el piso en el que una “estúpida nena” jugó a ser sirena. Preámbulo ideal para la llegada del folk de la inevitable “Sonrisa esquiva”, que el hombre tuvo que empuñar esperando que la vida no se vaya detrás de un amor frustrado, al que ahora no queda más que llevarle flores.
“Vamos a ir a la mitad de la calle así tocamos para la gilada”. La incomprensión de los demás combinada con el dolor que aturde resulta en ocasiones una mezcla explosiva. Quizás por eso o simplemente por la sucesión de cosas incomprensibles que pueden ocurrir a lo largo de una noche, Rickard no duda en cortar en seco el clima que había logrado con su banda para señalar de frente a un grupo de chicos que, desde afuera del bar, le dicen con señas al sonidista que corte la música. La gente pide que todo siga como si nada y la introspección se transforma en tira y afloje. “La vuelta al barrio” baila así con la tensión de un cantante que entona el estribillo mientras le dedica al aire un contundente fuck you, que precede a la “Cicatriz” que llega para anunciar la inminente cercanía del final.
“En una mueca de picaflor, vendías más de lo que destilabas”, sentencia un Rickard aún molesto, a la vez que el hombre intenta evitar que su cabeza golpee nuevamente contra el adoquín, advirtiendo que “El Perro” debe cuidar su cuero para que no lo usen de alfombra. Después, y sin preámbulos, el tango que durante esa noche enloqueció de dolor y rindió culto a la nostalgia para luego terminar mandando todo al mismísimo demonio desaparece con la misma velocidad con que las luces de led se apagan.

MySpace: http://www.myspace.com/pajarosrock

NaN – Año 1, Nº 1, Marzo-Abril 2011
(siempre es mejor la versión en papel)

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