Por Ana Clara Bórmida y Carolina Sánchez Iturbe
Fotos gentileza Las Canoplas y Franco Ruiz
“Fue una época de oro en la que varios músicos, plásticos, periodistas, drogotas y chicas que no temían a los borrachos, encontramos un lugar que nos acoja todas la noches: jueves, viernes, sábados, domingos...”, cuenta Richard Baldoni, actual bajista de normA, recordando las madrugadas que solía pasar en El Bar.
A principios de los ´90, dos amigos manejaban un café llamado La Fábrica, que quedaba en 7 y 47, desde el que solían observar una construcción antigua que estaba justo enfrente. “Siempre mirábamos esa casa y pensábamos lo lindo que estaba para poner ahí un bar”, cuenta Chompi, ex dueño del lugar. Por esas casualidades que tiene la vida, a La Fábrica solía ir Mariana Chiesa, una artista plástica que, además, era propietaria del espacio que en el ‘94 se transformaría en El Bar.
Ubicado en un primer piso, al que se llegaba después de subir 42 escalones empinados, El Bar no era más que una casa antigua de pisos de madera y aberturas que daban a calle 47, en la que entre luces tenues y sillas altas, solían tocar bandas. Quizás como “era la época en que el rock garpaba”, según jura Baldoni, La Plata se había convertido en una especie de hervidero cultural, del que surgían numerosos músicos de rock dispuestos a mostrar su arte en cuanto reducto les abriera las puertas.Así, en el escenario de El Bar, que al principio no era más que un rincón al ras del suelo, tocaron bandas como Increíbles Ciudadanos Vivientes, Peligrosos Gorriones, Míster América, Ver Nápoles, Elefante Violeta, Víctimas del Baile, Canoplas, Máquina Muda, 40 escalones y Los Casanovas. Otro de los artistas que musicalizó el lugar fue Daniel Melingo con Tangos Bajos: “Como terminó esa noche don Daniel, lo puede contar Martín Karacachof, quien amablemente lo asistió y le dio asilo”, describe Baldoni mientras intenta retratar cómo eran esas noches en las que la diversión estaba garantizada.
Si bien la música en vivo sólo sonaba los jueves y domingos, el lugar siempre estaba lleno. Es que durante los demás días, los parlantes despedían las distorsiones de Iggy Pop, Jane's Addiction, Génesis, Divididos, Pappo y Nirvana. “Viernes y sábado se llenaba sin necesidad de que tocara nadie, entonces esos días eran nuestros; los otros dos días, de las bandas”, explica el hombre que solía estar al frente del local de 47 y 7.
“El Bar se llenaba a partir de las 2 de la mañana, eran las 8 y seguía lleno”, recuerda Chompi entre risas, para después explicar las limitaciones que generaba la ubicación del boliche: “Los viernes tratábamos de cerrar más temprano, porque el sábado a las 8 de la mañana la gente pasaba por el centro para hacer compras, mientras del bar bajaba gente con vasos en la mano: imaginate 300 flacos saliendo de un bar a esa hora”.
De todos los lugares que había en el momento, “el más drogón, quilombero y con mejor música, era El Bar”, sostiene el bajista de normA. Todo para después rememorar como uno de sus amigos rodó por los 42 escalones de mármol y se rompió el tabique, o como a Zani, de Flores Subterráneas, tuvieron que limitarle la entrada al lugar. “Zani se tenía que portar como todos queríamos que se porte. Pasa que Zani es un ardiente y tiene una copada forma de expresar el bocho, pero también de expresarse enérgico como a veces se ponía, y uno no tiene todo el tiempo para controlarlo”, explica el dueño del boliche.
“Tener ese bar fue como el sueño del pibe”, dice Chompi para luego detallar que, al no tener en cuenta lo comercial, en el ’98 tuvo que frenar la actividad. “Los que pisamos ya casi los 40, lo recordamos en forma muy especial. El Bar fue plataforma de despegue de tantos amoríos; en esas mesas se han sellado pactos de honor, diabólicos y de amor, que hasta el día de hoy continúan vigentes”, cuenta Richard Baldoni, quien luego explica que con el cierre de El Bar y de El Tinto, que sucedió al año siguiente, sintió el principio del fin. “Después vinieron Terruco, Barro, Incógnito, La Boutique, pero ya no fue lo mismo. Nuestra época había sido...”.
De Garage - Julio de 2010
(siempre es mejor la versión en papel)
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