La banda platense demostró durante la noche del jueves que el hard rock aún está vivo y que, claro, no será sencillo de olvidar el movimiento de la melena sacudiéndose junto a los acordes de poder de la guitarra de Poyo Berenguer.
Por Carolina Sánchez Iturbe
Fotografías de The Dark Flack (www.thedarkflack.com)
La Plata, julio 13 (Agencia NAN-2010).- Años sin ver a una melena sacudirse, mientras una guitarra eléctrica no da tregua y el músico que la ejecuta, se arrodilla sobre el escenario completando la escena. Décadas pasaron. Quizás desde los gloriosos años ’70 y ’80, cuando el hard rock hacía de las suyas, que no es habitual ver un espectáculo en el que la melena ondulada y las escalas pentatónicas sean las protagonistas. Aunque los años hayan pasado y el único resabio de los días de las calzas estridentes que parece haber sobrevivido sea AC/DC, SeNeVe se dedica a desterrar toda idea que pueda aunque sea sugerir que el hard rock murió. Desde El Ayuntamiento, un local platense que se caracteriza por contar con un escenario mucho más alto que el del resto de los bares de la ciudad, durante la noche previa al feriado del 9 de julio la banda saca a relucir su carácter de cuarteto potente y, por lo menos por un rato, invita al público a llenarse los oídos de un poco de distorsión.
Cerca de las 22 del jueves, abriéndose paso entre el humo de los cigarrillos, Matías Fortunato, el cantante de la banda, se trepa al escenario para dar inicio al show. Una voz completamente alejada de los agudos típicos del hard rock entona con una afinación que podría despertar envidias las primeras estrofas de "Esperas". A su derecha, Poyo Berenguer, el guitarrista, anticipa de qué se tratará el recital durante el resto de la velada: la guitarra será el centro de atención, gracias a la expertis de su ejecutor. A partir de entonces, el bajo de Gustavo Fernández y la batería de Mauro Pisano se convierten en el soporte justo para los acordes de poder de Berenguer.
Acomodada entre las mesas y las sillas, y tentada por el aroma de la mozzarella derretida, la gente hace pequeños gestos de aprobación, resumidos en piernas y manos que marcan el ritmo de la música, ante la nostalgia ochentosa que despierta la banda. Es que las reminiscencias a los días de gloria de Van Halen son inevitables.
Desde el inicio del recital, pocos minutos son necesarios para que los jeans del guitarrista empiecen a arrastrarse por la madera del escenario. De rodillas y con la guitarra de frente a su público, Berenguer se hace cargo de la distorsión de su instrumento, completando a las canciones con los tradicionales y complejos solos que acuña el género. Todo para, segundos después, de un salto levantarse, golpear con fuerza su instrumento y, como por medio de un impulso eléctrico que nace en su pie y termina en su cabeza, sacudir su cabellera al ritmo de la música.
Cuando Fortunato pronuncia una y otra vez “Dame un final”, mientras el bajo imprime en la melodía el ritmo cortante que requiere la canción, el guitarrista se acerca a su compañero incitándolo a moverse. El cantante responde e inmediatamente da tímidos saltos en el escenario. El cuadro no dura demasiado tiempo, es que los movimientos de Fortunato parecen haber tenido más escuela en el grunge de los ’90 que en los sonidos de las décadas anteriores.
Cerca del final, llega el turno de "Eso espero", canción en la que, después más de media hora de despliegue de técnica, queda en evidencia que la envidia hacia la voz de Fortunato no se debe sólo a la buena afinación, sino --y sobre todo-- al manejo complejo de la melodía. Como si fuese poco, Berenguer aprovecha la oportunidad para despacharse con un solo que, aunque no haya sido cronometrado, parece de esos eternos. Una luz blanca ilumina al guitarrista, que se ubicó justo al centro de la escena con las piernas abiertas, como si estuviese listo para disparar la carga completa de una ametralladora. Los dedos recorren con velocidad los trastes de la guitarra, dando como resultado una sucesión de progresiones de acordes que, por momentos, hace apretar las muelas. Después, la banda remata el recital con el cierre de la canción y, casi sin mediar palabra, se despide. Años sin ver una melena sacudirse como el hard rock manda. Ya era momento de que sucediera.
Fotolog: http://www.fotolog.com/seneve
www.agencianan.com.ar
Por Carolina Sánchez Iturbe
Fotografías de The Dark Flack (www.thedarkflack.com)
La Plata, julio 13 (Agencia NAN-2010).- Años sin ver a una melena sacudirse, mientras una guitarra eléctrica no da tregua y el músico que la ejecuta, se arrodilla sobre el escenario completando la escena. Décadas pasaron. Quizás desde los gloriosos años ’70 y ’80, cuando el hard rock hacía de las suyas, que no es habitual ver un espectáculo en el que la melena ondulada y las escalas pentatónicas sean las protagonistas. Aunque los años hayan pasado y el único resabio de los días de las calzas estridentes que parece haber sobrevivido sea AC/DC, SeNeVe se dedica a desterrar toda idea que pueda aunque sea sugerir que el hard rock murió. Desde El Ayuntamiento, un local platense que se caracteriza por contar con un escenario mucho más alto que el del resto de los bares de la ciudad, durante la noche previa al feriado del 9 de julio la banda saca a relucir su carácter de cuarteto potente y, por lo menos por un rato, invita al público a llenarse los oídos de un poco de distorsión.
Cerca de las 22 del jueves, abriéndose paso entre el humo de los cigarrillos, Matías Fortunato, el cantante de la banda, se trepa al escenario para dar inicio al show. Una voz completamente alejada de los agudos típicos del hard rock entona con una afinación que podría despertar envidias las primeras estrofas de "Esperas". A su derecha, Poyo Berenguer, el guitarrista, anticipa de qué se tratará el recital durante el resto de la velada: la guitarra será el centro de atención, gracias a la expertis de su ejecutor. A partir de entonces, el bajo de Gustavo Fernández y la batería de Mauro Pisano se convierten en el soporte justo para los acordes de poder de Berenguer.
Acomodada entre las mesas y las sillas, y tentada por el aroma de la mozzarella derretida, la gente hace pequeños gestos de aprobación, resumidos en piernas y manos que marcan el ritmo de la música, ante la nostalgia ochentosa que despierta la banda. Es que las reminiscencias a los días de gloria de Van Halen son inevitables.
Desde el inicio del recital, pocos minutos son necesarios para que los jeans del guitarrista empiecen a arrastrarse por la madera del escenario. De rodillas y con la guitarra de frente a su público, Berenguer se hace cargo de la distorsión de su instrumento, completando a las canciones con los tradicionales y complejos solos que acuña el género. Todo para, segundos después, de un salto levantarse, golpear con fuerza su instrumento y, como por medio de un impulso eléctrico que nace en su pie y termina en su cabeza, sacudir su cabellera al ritmo de la música.
Cuando Fortunato pronuncia una y otra vez “Dame un final”, mientras el bajo imprime en la melodía el ritmo cortante que requiere la canción, el guitarrista se acerca a su compañero incitándolo a moverse. El cantante responde e inmediatamente da tímidos saltos en el escenario. El cuadro no dura demasiado tiempo, es que los movimientos de Fortunato parecen haber tenido más escuela en el grunge de los ’90 que en los sonidos de las décadas anteriores.
Cerca del final, llega el turno de "Eso espero", canción en la que, después más de media hora de despliegue de técnica, queda en evidencia que la envidia hacia la voz de Fortunato no se debe sólo a la buena afinación, sino --y sobre todo-- al manejo complejo de la melodía. Como si fuese poco, Berenguer aprovecha la oportunidad para despacharse con un solo que, aunque no haya sido cronometrado, parece de esos eternos. Una luz blanca ilumina al guitarrista, que se ubicó justo al centro de la escena con las piernas abiertas, como si estuviese listo para disparar la carga completa de una ametralladora. Los dedos recorren con velocidad los trastes de la guitarra, dando como resultado una sucesión de progresiones de acordes que, por momentos, hace apretar las muelas. Después, la banda remata el recital con el cierre de la canción y, casi sin mediar palabra, se despide. Años sin ver una melena sacudirse como el hard rock manda. Ya era momento de que sucediera.
Fotolog: http://www.fotolog.com/seneve
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