Diego Cabana, el dueño del bar que se instaló frente a la plazoleta de La Noche de los Lápices, jura que en la cultura local su rockería es tan sólo un engranaje más, que funciona a tracción de sangre y se alimenta de la fascinación que los sonidos de la ciudad provocaron en él: “El 100% de la música que escucho es de acá”.
Por Carolina Sánchez Iturbe
Fotos de The Dark Flack (www.thedarkflack.com)
De pie detrás de la barra de su bar, Diego Cabana mira su obra. Durante los últimos 3 años, Pura Vida, el lugar que fundó a principios de 2008 gracias a la colaboración de los amigos, se transformó en uno de esos templos capaces de transpirar rock. “Nosotros no buscábamos eso. Pura Vida es una circunstancia dentro de la movida que hay, somos parte del engranaje”, dice para luego jurar que la única gran vedette en la ciudad es la cultura con todas sus variantes.
Diego llegó a la ciudad hace algo más de 10 años. Antes de eso, en Lobería, su ciudad natal, él ya tenía un boliche que intentaba funcionar como rockería, aunque las limitaciones de un pueblo en el que no prevalecía el rock le hacían la tarea más complicada: “No me iba muy bien, así que dejé todo y me vine para acá. En los pueblos hay menos bandas, no hay tanto rock. Cuando llegué, empecé a estudiar periodismo y después me metí a trabajar en Flamingo como DJ”. Flamingo, el bar que estaba ubicado en la misma casa donde actualmente se erige Pura Vida, fue un lugar determinante para Cabana. Ahí terminó de acercarse al rock platense, forjó varias de las relaciones de amistad con los músicos locales que aún hoy mantiene y de las que se retroalimenta el local de diagonal 78 y empezó a soñar con tener su propio bar donde pudieran tocar esas bandas a las que poco a poco se acercaba. “Dentro de la música que se tenía que pasar en Flamingo, que era rock pero comercial, intentaba meter a las bandas de acá. Así, fui conociendo gente”, describe.
Aunque Diego jure que no existe una banda que haya marcado todo su “pensamiento musical”, sin lugar a dudas, La Plata lo encantó a tal punto que hoy por hoy reconoce casi no escuchar sonidos que se produzcan en otros puntos geográficos, dándole un lugar preferencial al rock que nace en la ciudad: “El 100% de la música que escucho es de acá”. Regla en la que la única excepción es John Lennon, el hombre que logró cautivarlo. “Lo que pasa es que Lennon me atrapa por la música, pero sobre todo me gusta por su lucha. A veces hay artistas que no me gustan en lo musical, pero me atraen por su discurso, su militancia”, dice para luego señalar sonriente que realmente lo marca es lo que escucha en cada momento.
A pesar de estar rodeado de músicos, Diego jamás ejecutó un instrumento: “No puedo ni mover las manos. Por eso, cuando era adolescente, mis amigos ensayaban en casa y yo los ayudaba a armar los recitales”. Ahora en La Plata, las bandas ya no ensayan en su casa, pero siguen eligiendo ese segundo hogar que creó frente a la plazoleta de La Noche de los Lápices para tocar, aunque Cabana asegure que su lugar no logra albergar a más del 40% de las bandas de una ciudad que está constantemente en movimiento, tanto que es “imposible conocerlas a todas”.
Que ésta es una ciudad en constante movimiento, no está en duda. Diego lo sabe y por eso no titubea al formular que “el rock es la no definición, cambia con el tiempo”, para luego ejemplificar como en Pura Vida pudieron notar esas transformaciones de los sonidos y su público durante los últimos tres veranos: “Nosotros siempre estamos abiertos todos los eneros y ahí es cuando se escuchan las cosas nuevas porque no quedan muchas bandas en la ciudad, entonces eso te muestra un poco cómo va ser el resto del año. Así, por ejemplo, creo que este año va a ser de canciones de amor”.
“El rock va en cómo cada uno lo quiera vivir. Un recital puede estar bueno con 500 personas o puede estar bueno con 10 personas. Acá, a veces hay esa excitación plena de noches tremendas, y hay veces que a las 11 de la noche uno se emociona con cantautores haciéndole un homenaje a Míster América”, sostiene Diego, quien pronto explica que, a pesar de que en el transcurso de sus días la música tiene un lugar preponderante, aún hoy el rock logra conmoverlo de la mano de los seres que, con sus instrumentos musicales, visten a cada una de sus jornadas y a quienes prefiere no individualizar, por un lado porque la cultura es algo colectivo y, por el otro, porque desea que “en ese anonimato de nombres y apellidos, se sienta incluido el que se tenga que sentir incluido”.
De pie detrás de la barra de su bar, Diego Cabana sigue siendo el mismo chico que vivió alguna vez en un pueblo a 40 kilómetros de Necochea, aunque con un propósito cumplido, el de crear un espacio para la música en el que reine la camaradería y “tiren todos para el mismo lado”, donde quienes trabajen y las bandas que toquen sean gente amiga y todo vuelva a ser tan cercano como lo era en Lobería. Ahora sólo resta alcanzar un sueño más: fundar una radio que transmita el espíritu de su bar y logre difundir “ya no al 40% de las bandas locales, si no al 70”. Entonces sí, el rock platense tendrá pura vida.
De Garage – Abril de 2011
(siempre es mejor la versión en papel)
4 comentarios:
Muy buena nota Caro!
eyyyy! muchas gracias!!!
abrazos!
grande diego! PURA VIDA AL ROCK!
Sí, realmente es un groso muy groso :)
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