El sonido británico junto a las letras irónicas y sarcásticas de la banda de La Plata se apropió del escenario de uno de los tantos bares de la ciudad para demostrar que no existen motivos que sustenten el mantenimiento del rock bajo su forma insipiente y sin contenido.
Por Carolina Sánchez Iturbe
Fotografías de The Dark Flack
La Plata, octubre 5 (Agencia NAN-2010).- Alguna vez, un repostero creyó que inventar un sabor de helado que mixturara la crema americana con un colorante celeste era una buena idea. Después, los niños fueron los únicos que comprendieron que esa mezcla era lo más parecido a probar un poco de cielo mientras que los mayores, reticentes a la posibilidad de imaginar imposibles, sentenciaron a la preparación jurando que no tenía sabor a nada. Algo parecido sucedió con el rock: alguna vez alguien dijo que era cosa de jóvenes, de espíritus salvajes con el tiempo y la energía suficientes para, de una forma u otra, cambiar las estupideces del mundo. Los años pasaron y alguien decidió que la única manera de hacer del rock una cultura digerible para la vida adulta era limpiarlo de contenido, dejándolo listo para no incomodar. Sin embargo, siempre hay alguien --como aquel repostero-- dispuesto a reírse de las formas e invitar, con la unión de texturas, a reinventarlas. Y el caso de Crema del Cielo, como el sabor del helado, es uno de ellos.
Con un sonido vinculado al rock británico, aunque no se encasille y se permita coquetear con las rememoraciones a The Doors y Los Beatles, el rock n’ roll rollingstonero y el noise de The Jesus and Mary Chain, Crema del Cielo llega durante la madrugada del viernes al escenario de El Pueblito, el bar platense que todavía está acostumbrándose a que los recitales sean moneda corriente entre sus paredes. “Te persiguen”, la canción instrumental de Espíritu de Clase, el último disco, sirve de introducción. Ante la certeza de que todos los instrumentos sonarán de forma correcta, Gabriel Rulli saluda y, junto a Fernando Glombovsky, Lautaro Ramírez, Daniel Rulli, Eduardo Carreras y Leo Giordano, se transporta a “Playa Negra”, ese lugar en el que California y Tucumán pueden unirse sin ningún problema.
Minutos después, la banda de La Plata hace uso del sarcasmo que la caracteriza mientras entona divertida “los sabios del mundo nos cuidan haciendo prohibir una planta”. Antesala de la declaración de principios que, acompañada por melodías perfectamente redondas, ya caracteriza a la Crema… y que continúa cuando en “Hoy” se permite cuestionar abiertamente el aislamiento que provocan las nuevas tecnologías.
Lejos de hacer bandera del cambalache de Enrique Santos Discépolo, la banda cree en el cambio y, por eso, frente al centenar de ojos que la observan intentando contener los impulsos de sacudirse a riesgo de golpearse contra alguna de las mesas que minan el espacio, los músicos regalan una canción esperanzada mientras juran que “el hombre no quiere ser robot y tarde o temprano matará a la moda”. Ayudada por el clima introspectivo planteado en “Canción a la moda”, y porque un hombre es su pensamiento político, su construcción social y un cúmulo de sentimientos, Crema del Cielo se prepara para cantarle al desamor. Así, “Quiero ser un hongo” abre paso a uno de esos momentos que se producen sólo a veces en los recitales, cuando una melodía logra llenar los rincones y crear identificación en quienes la escuchan y la tararean con el énfasis de quien está convencido de que esa letra es capaz de vestir una experiencia.
“No tengo que pedir permiso, ante ninguno me arrodillo. Mucho mejor si te molesta, si eso es ser negro, soy negro de alma”, canta Gabriel mientras se toca el pecho. Haciéndose eco de la irreverencia de la banda, que a esta altura de la historia resulta liberadora, un par de chicos saltan como en la cancha, con los brazos extendidos y desde el fondo del salón. Como quien no logra contener más los impulsos, Fernando, el guitarrista, se tira de rodillas en el escenario para después levantarse de un salto y sacudir la cabeza. Irreverencia pura y necesaria.
Cerca del final y con olor a bis, llega “Amsterdam”, la balada del primer disco de la banda que, como todas sus canciones, incluye un punto de explosión que invita a dejarse llevar. Después, casi con un pie arriba del escenario y otro abajo, la insistencia de la gente consigue que Crema del Cielo ironice la “Navidad en el country”, donde “los hermanos se juntan para rezar”, mientras brindan con una marcha militar invadidos por la tranquilidad que les da el revólver que guardan en la cómoda “por si alguien quiere saltar el cerco perimetral”.
“Fucking cowboy” es la última frase que gritan entre todos, aquella que queda resonando, como si lograse resumir la lucha social que ellos dirigen desde sus canciones, en la cabeza de quienes vieron a la banda en acción durante esa madrugada de viernes en La Plata. Y más tarde, en muchos persiste el sabor de la crema del cielo, que se ríe ante las formas establecidas y que poco, muy poco, tiene de insípida.
MySpace: http://www.myspace.com/cremacielo
2 comentarios:
Gracias por poner mi link en tu blog. Acá la buenita sos vos =). Te estoy leyendo!
jajajjajaaa
nada que agradecer! La verdad, me resultó interesante tu blog :)
besos!
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