Junto al rockabilly, el jopo y los cinturones con hebillas anchas, se ganó un lugar en la escena artística platense sin necesidad de ser músico. Con ustedes, Caio Armut, el hombre que rockea la ciudad.
“Voy a cumplir 25 años de jopo, ¿qué tul?”. No es difícil pensar que los días de Caio Armut transcurren a tres metros del suelo. Que, por una falla gravitacional, su estado natural es ése en el que se lo suele ver los sábados a la madrugada: con los pies bien desprendidos del piso y en continuo impulso al ritmo de la banda que esté sonando. Sin embargo, y aunque él se defina como un “cachivache”, su lugar de público destacado en la escena rocker platense no es casual.
Todo comenzó a principios de los ’80, cuando The Police llegaba a Argentina con Zenyatta Mondatta y Caio, a los 13 años, alucinaba desde casa. “No era Almendra, ni era Sui Generis, era rock: era un loco tocando la batería de una manera terrible, y era un bajo que sonaba re fuerte, y era otro pibe que tenía una voz increíble; era otra historia. Fue entonces cuando dije eso es, de eso se trata”, explica.
Después de ese primer despertar, llegó AC/DC para “romperle la cabeza a todos”, el recital de Soda Stereo en Metrópolis, los días de heavy metal (“de pelo largo y campera de cuero”) y la presentación de Sumo en Berisso, en la que recuerda haber sentido “una inseguridad extrema”. Pero fue recién en el ’86, con los Stray Cats y el rockabilly, que ya no hubo marcha atrás. A pesar de fantasear con la idílica vida de los años ’50, el hombre de la sonrisa eterna no se encerró: “me gusta toda la música (el rock es lindo); de hecho, voy a ver bandas que no tiene mucho que ver el género de una con la otra”.
“En los ’80 se iba a bailar y de paso te ponían un recital. No estaba abierto el espacio para las bandas locales. Hace poco, vi nueve bandas en un fin de semana, y salí en el Guiness, pero eran todas grosas; eso no existía en los ‘80. Ahora es al revés, vas a ver a una banda y te quedás tomando algo”, Caio asegura que ese crecimiento del circuito platense hace que disfrute mucho más de “estos últimos 10 años”. “Descubrí lugares a medida, que son como me encantaría que sean y con la gente que me gustaría que esté”, concluye.
A la par de los cinturones con hebillas enormes, los chupines y, claro, su jopo, Caio logró construirse una imagen inconfundible que imposibilita que pase desapercibido. Eso, por supuesto, junto al estado de ánimo que lo caracteriza. “Siempre fui un payaso. Yo arranco a las 6.30 de buen humor y me acuesto a las 11.30 riéndome”, dice segundos después de imitar la reacción de quienes no lo conocen y lo ven bailar durante el recital de alguna banda, al grito de “va a caer y van a dejar de tocar por culpa de éste, ¡péguenle que es estúpido, átenlo!”.
Las bandas a las que define como sus preferidas (entre las que se puede listar a Mostruo!, Villelisa, NormA, Noches Florentinas, La Secta y Los Hermanitos Kaiser), son las mismas que siempre guardan un lugar para Caio: “no puedo estar quietito si la banda me gusta, y eso contagia. Entonces, la misma buena energía vuelve”. Magnético como pocos, logró incluso enmudecer a Pipo Cipolatti cuando se lo cruzó en Caetano y lo llevó a rastras hasta la barra. Aunque los artistas lo integren, Caio lamenta no ser músico, “me hubiese encantado cantar o, aunque sea, declarar mi rebeldía con un triángulo”, dice luego de contar lo feliz que fue cuando hace un par de sábados cantó “Toc” con The Plasticos.
Más allá de la imagen que proyecta en las madrugadas, Caio también es “laburante y papá durante la semana”. “No soy sólo el cachivache del sábado a la noche; sí, soy un desastre, pero esas son licencias que me tomo por una semana de trabajo corrido”, así es cómo explica la conjugación perfecta que pudo crear entre rock y familia, para luego añadir que la suya puede ser “una vida mucho más honesta que la de un tipo de saco y corbata”.Por último, y fiel a su estilo avasallante, pide que la entrevista finalice a su manera: “a esta nota no me la tendrían que haber hecho a mí, se la tendrían que haber hecho a The Dark Flack. Que la nota termine así; entre paréntesis, chiquito, pero ponelo porque es verdad”. Imposible no escuchar al hombre pogo.
Las bandas a las que define como sus preferidas (entre las que se puede listar a Mostruo!, Villelisa, NormA, Noches Florentinas, La Secta y Los Hermanitos Kaiser), son las mismas que siempre guardan un lugar para Caio: “no puedo estar quietito si la banda me gusta, y eso contagia. Entonces, la misma buena energía vuelve”. Magnético como pocos, logró incluso enmudecer a Pipo Cipolatti cuando se lo cruzó en Caetano y lo llevó a rastras hasta la barra. Aunque los artistas lo integren, Caio lamenta no ser músico, “me hubiese encantado cantar o, aunque sea, declarar mi rebeldía con un triángulo”, dice luego de contar lo feliz que fue cuando hace un par de sábados cantó “Toc” con The Plasticos.
Más allá de la imagen que proyecta en las madrugadas, Caio también es “laburante y papá durante la semana”. “No soy sólo el cachivache del sábado a la noche; sí, soy un desastre, pero esas son licencias que me tomo por una semana de trabajo corrido”, así es cómo explica la conjugación perfecta que pudo crear entre rock y familia, para luego añadir que la suya puede ser “una vida mucho más honesta que la de un tipo de saco y corbata”.Por último, y fiel a su estilo avasallante, pide que la entrevista finalice a su manera: “a esta nota no me la tendrían que haber hecho a mí, se la tendrían que haber hecho a The Dark Flack. Que la nota termine así; entre paréntesis, chiquito, pero ponelo porque es verdad”. Imposible no escuchar al hombre pogo.
De Garage - Marzo de 2010
(siempre es mejor la versión en papel)
3 comentarios:
felicitaciones por la nota amor :)
pero queremos escuchar la nota completa !!!!
Gracias, precioso!!!
Mmmmmmm... me parece que pondré a la venta la grabación de Caio. Sólo me falta determinar cuánto saldrá el minuto... :)
Te felicito, querido...no esperabamos menos de vos...
Sos un GRANDE con TODAS LAS LETRAS.
Te quiero un monton!!
Abrazos
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