domingo, 19 de abril de 2009

Residencia Corazón: intercambios culturales para expandir La Plata


Un artista y un comunicador social platense crearon en 2006 un espacio estético de intercambio cultural con artistas internacionales: “Siempre fue como una norma que los que nos visitaron la pasaron bien, no se querían ir y se fueron conmovidos por la experiencia” de vivir unos meses en La Plata a cambio de su participación en una obra de arte en la residencia. En los dos años del proyecto, ya hubo once residentes que descubrieron, en algunos casos, nuevas facetas en su arte. Sin angurrias, el artista visitante y su obra son ofrecidos a la comunidad: “Es una forma de abrir la ciudad hacia fuera”, explican ellos.

Por Carolina Sánchez Iturbe (desde La Plata)
Fotografías de prensa de Residencia Corazón

La Plata, abril 19 (Agencia NAN-2009).‑ Diagonal 77 podría ser el nombre de cualquier típica calle platense atestada de autos que en las intersecciones pierden la paciencia, plagada de casas con una arquitectura al mejor estilo francés. Sin embargo, justo al lado de un kiosco que nada tiene de particular y a pocos metros de una estación de servicio casi desierta que se encarga de recordar que YPF alguna vez perteneció al Estado, una construcción antigua y de fachada colorida marca la diferencia. Desde su vereda se respira arte. En la puerta de Residencia Corazón, un moderno vitraux anticipa que ése no es un edificio más. Los pedazos de vidrio pintado y pegados con cemento bajo una ventana lo confirman. Históricamente, el primer cuarto de Residencia Corazón fue puro blanco. Pero ya no: el collage realizado por el artista estadounidense Christopher Schreck, que se exhibe en las paredes junto con un corazón iluminado, rompe de un zarpazo con la monocromía.
Desde 2006, Rodrigo Mirto y Juan Pablo Ferrer, un artista y un comunicador, son los mentores de este espacio estético y están abocados a la tarea de recibir a los artistas extranjeros que se inscriben para realizar el programa de residencias que ellos mismos crearon en La Plata. Schreck es el onceavo residente en dos años. Llegó desde Chicago y en menos de dos meses preparó el trabajo que hoy adorna la sala de exposiciones de Residencia Corazón. Jura que no sabe si el nombre con el que bautizó a la muestra suena bien en español: "Tu único regalo es una cabeza delirante". No quedan dudas, su elección no pudo ser mejor.
En el patio que está en la trastienda, justo detrás del taller --adornado con esculturas de hierro realizadas por Mirto--, ambos reciben a Agencia NAN y entre sonrisas relatan el crecimiento que el proyecto experimentó desde aquel comienzo en el que todo se presentaba idílico: "Al principio parecía una locura, pero después la experiencia fue muy gratificante". Mirto sabe que cuando pensó en traer a artistas extranjeros para que vivieran algunos meses en Residencia Corazón todo tenía una complejidad que podía ser entendida como imposible.
La idea era iniciar una experiencia de intercambio con artistas locales y de reciprocidad con la cultura platense, con la finalidad de que el visitante produjera su propia obra en el lugar. Con la llegada de Annick Donkers, la primera residente, las dificultades económicas y de organización y la incertidumbre que presentaba la propuesta disminuyeron poco a poco. Es que cuando Donkers llegó desde Bélgica con su cámara y una pila de fotografías de equipaje, Residencia Corazón todavía era sólo un cúmulo de buenas intenciones.
Al principio, el carácter europeo de la artista, quizás teñido por las condiciones climáticas de su país de origen, la hacía parecer distante, un tanto fría para la idiosincrasia local. Después de casi dos meses de alojamiento en la residencia, el día en que Mirto y Ferrer la despidieron, la pseudo distancia europea desapareció y Donkers se emocionó. Esas son las experiencias a las que Mirto hace referencia cuando dice que Corazón los sobrepasó: "Siempre fue como una norma que los que nos visitaron la pasaron bien, no se querían ir y se fueron conmovidos por la experiencia”. Ferrer cuenta que la residencia es sumamente intensa tanto para el artista que la realiza como para sus organizadores. Es que la calidez que desprenden las paredes de la casa, junto con la impresión de estar viviendo en y por el arte, hacen que la indiferencia resulte una mala opción.
Por más que resulte extraño que un artista y un comunicador social decidan embarcarse en un proyecto de tamaña empresa, no lo es tanto. Desde hace años que Ferrer y Mirto trabajan en La Plata promoviendo actividades culturales novedosas y diferentes. Por eso, Mirto asegura que la idea fue innovar y, al mismo tiempo, enriquecer a la ciudad. Para ellos, esto no podía ocurrir en un lugar que no fuera La Plata. "Es que somos muy de acá", se sonríe Mirto, sin disimular sus orígenes platenses. Entonces, su compañero aprovecha para subirse al carro del orgullo nativo y destaca los beneficios del lugar: "Sabemos del valor artístico que tiene la ciudad y creemos firmemente en eso". Como señala el artista del dúo, el entorno resulta beneficioso de por sí: "La gente que vino se mezcló con artistas de acá. Es una forma de abrir la ciudad hacia afuera".
Ese mutuo enriquecimiento estuvo presente desde la génesis del proyecto, en la que sus mentores eran conscientes de que "traer artistas del exterior no era ni más ni menos que traer experiencias de otros lugares". Lo que diferencia al programa de residencias de cualquier hostel es la labor que sus creadores le dedican al proyecto, codo a codo con el artista. "La idea fundamental es que vengan a trabajar de lo que les gusta y que se lleven algo con ellos. El residente no viene de vacaciones, viene a hacer algo que le sirva como persona y como artista", aclara Ferrer, sentado contra la pared amarilla de aquel patio, justo debajo de una lámpara que creó su compañero de ruta.
Según Ferrer, otro de los objetivos consiste en que el artista-visitante utilice el recorrido realizado por la casa y lo vuelque en su arte, lo que se reflejará en la muestra con la que el intercambio concluye. "Es interesante ver que al final de la residencia son muchos los factores que influyen: el entorno, la ciudad y la experiencia del artista aquí, durante su estadía, queda reflejada en la obra", pone en relación Ferrer. Mirto mira a Schreck trabajando en el interior del taller y automáticamente nota que el norteamericano es un ejemplo del crecimiento que su compañero relata: "Él hace collage y acá hizo, además, fotos y videos. Ahora quiere seguir con esa ruta. Es como si descubrieran nuevas facetas durante la estadía".
Ese cambio también se refleja en el proyecto que los artistas planean desarrollar durante el viaje. Luego del compromiso creativo que asumen cuando realizan la experiencia, a veces ocurre que el arte que traían en su equipaje suele mutar, por lo que buena parte de las obras que exhiben son producidas acá. Y esto tiene que ver, en una buena proporción, con la tarea de los anfitriones, consistente en establecer las condiciones para que el artista que llegue a La Plata tenga todas las herramientas necesarias para realizar su trabajo y se sienta contenido. Si bien los intercambios se acomodan a cada residente, ellos siempre están para brindarles apoyo desde lo emocional, porque "no es fácil para alguien de afuera estar en la otra punta del mundo", cuentan los emprendedores.
La experiencia siempre concluye con la exhibición del trabajo que Residencia Corazón y el artista realizaron. Es entonces cuando la casa abre sus puertas a la comunidad, momento propicio para que la ciudad caiga rendida por la simple belleza de las obras que se exponen en la sala de diagonal 77. "Mostrar lo trabajado es nuestro nexo con la comunidad. Si no quedaría todo muy acá, entre nosotros", asegura convencido Mirto mientras rescata que se esfuerzan para que la gente asista a las muestras “porque son muy interesantes, inéditas aquí”.
Con el final de la residencia de Schreck y a la espera de la llegada de un nuevo artista que compartirá experiencias con una londinense, Mirto y Ferrer se muestran felices. La agenda de 2009 está completa de residentes y el trabajo promete ser mucho. Así que, luego de la charla, los anfitriones de Residencia Corazón se despiden. Los escolta el artista de Chicago que, haciéndose eco del nombre del lugar, con un fuerte abrazo invita a acercarse a la casa, a su casa, a compartir su experiencia. Él, al igual que los otros residentes, derribó las fronteras de las convenciones y el lenguaje.


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