En 1998, Míster América lanzó Despojado, su segundo disco. Y con él, sentó las bases de la plataforma de lanzamiento hacia el universo paralelo, el paraíso para nadie, que con los años creó y que hoy es responsable de haber transformado a ese grupo de músicos en banda de culto. Gustavo Astarita, Martín E. Graziano, Alfredo Calvelo y Patricia Ríos reconstruyen ese trayecto hacia el más allá.
Por Carolina Sánchez Iturbe
Banda de culto. Ése es el adjetivo con el que se elige describir a Míster América desde hace tiempo (incluso cuando aún la banda estaba en actividad). ¿Qué convierte a un grupo de artistas en objeto de adoración? Imposible de contestar sin abordar su obra, estando dispuesto a mirarla de cerca y a encerrarse en un universo paralelo y único creado por y para ellos.
Y eso es lo que supo hacer Míster América: establecer un submundo en lo que lo conceptual lo era todo. Así, en 1998, la banda lanzó Despojado, el disco que funcionaría como introducción de esa narración en la que, finalmente, se transformaría la banda. “Después de Con el agua al cuello, disco que reunía canciones que Mr. A había compuesto desde su comienzo en 1989, Despojado comienza a ser pensado como una obra conceptual que desarrollara un relato que debía ser leído como un gran tema en el que las canciones se fueran enganchando representadas por un hombre-show, como si todas fuesen una. Este fue un relato prediseñado que debía empezar y desarrollarse hasta el último disco que sacara el grupo. De hecho, Insano, Rebelde y Superación completaron esa saga de estados del ser”, explica Gustavo Astarita, quien solía poner su voz, cuerpo e ideas volcadas en papel al proyecto de Míster América.
Así, a partir de ese momento, el rumbo de la banda que por entonces Astarita compartía con Pilu Pontano, Horacio Nuñez, Federico Jaureguiberry, Lisandro Basta y Fabián Andrade se modificó, eyectándose hacia ese espacio remoto en el que se alojó durante los siguientes diez años y que fue el responsable de atraer fieles. Quizás por eso es que el periodista Martín E. Graziano no duda en asegurar que esa producción discográfica, Despojado, fue “el último disco de Míster América como banda terrenal” pues “uno todavía puede imaginarlos comiendo un asado o algo así. Es verdad, un asado con cierta sofisticación, pero en definitiva una comida para mortales”.
“Para 1998, Míster América todavía era una banda de rock. Una banda excelente y súper inspirada, pero todavía ubicable en el contexto de una escena nacional. Recordemos que son los últimos coletazos del Nuevo Rock Argentino (Los Brujos ya separados, los Gorriones camino a un disco decepcionante y su propia implosión, los Babasónicos pre-Jéssico): y estamos en plena escalada de eso que vagamente fue denominado rock barrial, que ya empezaba a ganar una estatura elefantiásica. Después, a medida que el país se iba cayendo a pedazos y el rock enfilaba hacia su propio iceberg, Míster América se fue a vivir a su paraíso para nadie. Un exilio interno hacia la surrealidad total, hacia ese mundo que los tipos habían poblado hasta entonces y cuya primera parada es Insano (y la última antes del vacío disolutorio, Superación)”, analiza Graziano.
Es que Despojado fue la línea de largada hacia ese planeta desconocido aún no explorado que describe Martín y, como todo inicio de trayecto, necesitaba de una primera etapa introspectiva. “Despojado significa desnudarse del ego para enfocar la mirada al autoconocimiento”, dispara Astarita.
Del escenario directo a su reproductor de música (y viceversa)
La promoción de Despojado duró más de lo que habitualmente suele dedicarse a la presentación en sociedad de cualquier LP. Es que el disco, según consigna Astarita, fue creado como “una especie de obra teatral” que empezaba con Tanta Charla, canción destinada a “llamar la atención de los concurrentes al espectáculo para que estén en silencio pues la obra (todo el disco) no se iba a detener hasta llegar al final. La falta de silencios entre la mayoría de los temas, así, eran para evitar ser interrumpidos por aplausos”.
Al mismo tiempo, esa obra teatral fue diseñada para ser llevada a escena en La Fabriquera, donde Patricia Ríos, Laura Valencia y el Pollo Canevaro, los responsables del lugar, ponían sus energías a disposición de la banda y su público. De esa manera, la serie de recitales en torno a Despojado se sucedió mes a mes durante dos años seguidos, atrayendo “a los más diversos espectadores” y siendo “el comienzo de la introspección y el casi ostracismo del grupo en su ciudad”, recuerda Gustavo.
“Los shows siempre tuvieron algo de hipnóticos, la gente acompañaba apasionadamente, y la verdad es que la banda entregaba todo con temas inolvidables y que siempre tenían un efecto de encantamiento, como Esclavo”, recuerda Patricia Ríos para luego describir cómo La Fabriquera, con los años, terminó sintiéndose merecedora de ese mote de “también despojada” con el que la mencionaba Míster América en el booklet del disco: “Creo que fuimos partícipes porque eran jornadas de todo el día. Gustavo llegaba con alguna idea de puesta (él siempre pensaba en el espacio), Laura contribuía, armaba, ponía luces. Y así, se dedicaba todo el día hasta que quedábamos conformes con el resultado”.
Esa concepción de Despojado como obra teatral y su consiguiente sucesión de presentaciones, derivó finalmente en un disco que estuvo cerrado mucho antes de ser editado. Por ello, Alfredo Calvelo, quien estuvo a cargo de la grabación, la masterización y la producción artística del LP, recuerda lo sencillo que resultó el registro: “Los shows de la Fabriquera sirvieron como la mejor preproducción que podíamos haber imaginado para el disco. De hecho a tal punto llegamos con las cosas resueltas a la hora de la grabación, que los temas en la sesión se tocaron en el mismo orden que luego salieron editados”.
Dieciséis despojadas canciones
A fines de los ’90 y en sólo 40 minutos, la banda comandada por Gustavo Astarita logró un segundo registro discográfico capaz de transportar al escucha a medida que las dieciséis canciones se suceden. En ese sentido, Calvelo asegura que esa sensación de encontrarse ante una plataforma de lanzamiento hacia otro lugar no es casual. “Todos los temas de Despojado formaban una obra cerrada y resuelta en si misma, pero además se potenciaban en forma terrible a medida que los escuchábamos encadenados”, dice para luego destacar que el arte de tapa tampoco huyó de la responsabilidad que le requería la aventura de realizar semejante LP: “Se eligió la austeridad del blanco y negro como base. Así, la primera edición estuvo hecha de una cuerina blanca muy llamativa y elegante a manera de libro que contenía el booklet. Una vez más, fue uno de los primeros discos en salirse del formato tradicional de las cajitas transparentes que parecían obligatorias en la época”.
Lo cierto es que en aquellas 16 canciones para ser escuchadas de un tirón, los sonidos -en los que abunda la experimentación de los músicos con sus instrumentos y de la técnica con los recursos de la época, como bien dice Calvelo- se transformaron en los compañeros perfectos para una poética dispuesta a perderse en los recovecos que encierra el cuerpo humano.
“La poesía de Despojado y de los subsiguientes discos partió de un pequeño cuaderno a modo de diario en el que anotaba pensamientos y reflexiones acerca de la vida, escrito mayoritariamente mientras manejaba el auto”, dice Astarita, el responsable de las letras, para pronto ahondar en los motivos que encerraban sus canciones: “El concepto lírico y filosófico del que escribe Mr. A. es inspirado por lo único cierto que tiene esta vida: la muerte. Así, entre vida y muerte sólo encontramos un punto al que dirigirse a hablar y éste es El Dios. De ese modo, Esclavo o En dos son rezos a la divinidad que se repiten en discos siguientes. Por otra parte, Despojado no habla de relaciones entre humanos, es más bien un soliloquio acerca del dualismo que divide al ser: el placer y el dolor. Y ésta es la temática de todas las canciones de Mr.A. Por eso, éste es un disco místico, cargado de símbolos acerca de lo que significa la existencia en esta vida humana”.
Martín E. Graziano, por su parte, durante los últimos años ha analizado en repetidas oportunidades el sendero construido por Míster América. Por ello, no es casual que haya percibido en Despojado ese dualismo del ser del que habla Astarita, atreviéndose a calificarlo como un rasgo que coquetea con lo esquizoide. “Despojado es un disco asimétrico. En ese sentido me hace acordar al Durazno sangrando de Invisible, pero incluso más esquizofrénico. Hay una tensión que dura todo el disco y nunca se termina de resolver: a cada balada acústica y metafísica le corresponde un rock a go-gó medio salvaje y su pasaje ambient. Es un registro lleno de humor y sobresaltos (eso ya no va a pasar en los discos de Míster América, que va camino a transformarse en una especie de Maestro Yoda), donde Astarita canta como electrocutado por el universo freudiano: acá estoy super yo / con un cajón en la cabeza... ¡que buen verso!”, dice Graziano.
Hacer la América
Banda de culto. Eso es lo que Míster América es. Sucede que el proyecto de Astarita alcanzó la meca en el mundillo rock, que consiste en una fórmula sencilla pero compleja de resolver. A saber: convertirse en referencia de su tiempo y espacio de producción (atravesándolo y logrando ser, aún una década después, adelantado a la época que corre); transformarse en influencia para una decena de músicos que intentan atravesar su mismo trayecto; continuar ganando nuevos adeptos aunque la banda haya sido disuelta; y ser parte del mito de una ciudad llena de mitos.
“Míster América pensaba el rock en un contexto cultural alternativo. No casualmente hay un cameo de Escher (soy una mosca que ha muerto aplastada por la caída del cuadro de Escher), un artista tan caro al imaginario contracultural argentino. Desde hace muchos años, esa forma de entender al rock cayó en desuso. Por mil razones, pero sobre todo porque se convirtió en un producto. Porque se cerró sobre sí mismo y hoy los pibes que hacen rock sólo escuchan rock, sólo tocan rock, sólo leen rock, sólo miran rock. Eso genera una música asfixiada, quemada de refritos. Por suerte, con su multidisciplinariedad y amateurismo, La Plata es poco una trinchera. Como nadie vive de la música (sino para la música), se generan propuestas ajenas a las presiones comerciales, sin cable a tierra. Cocina gourmet para sibaritas -como nosotros, si-, que abandona desde los vestuarios la posibilidad de articular eso que se llama inconsciente colectivo”, analiza Graziano con respecto al lugar que Míster América se supo ganar.
Astarita sabe de ese lugar en el que hoy reposa la banda que desde 2008 entró en descanso. Pero también sabe que nada es casual y que el respeto por su trabajo está íntimamente asociado con el modo de elaboración: “La obra de Mr.A fue desde el comienzo pensada como un todo y esto se debe a la intencionalidad de la búsqueda de la Obra de Arte en contraposición con el concepto menor de Entretenimiento. La obra de arte es imperecedera y no importa el individuo que la busca sino el camino que buscó, es la acción, es el cómo y no el quién. Es esta acción la que inspira a las generaciones siguientes y aquí está la respuesta a la pregunta ¿Por qué crees que suele decirse que Míster América influenció fuertemente a la cultura platense? Me gustaría pensar que es esta acción de mantenerse oculto buscando la verdadera obra de arte, aquella que nos une a lo divino, la que inspira al resto. Pues cuando uno descubre en una obra símbolos universales, se encuentra a sí mismo”.
Y si se habla de bandas que avanzan por el universo paralelo que Míster América construyó, ni Martín E. Graziano ni Gustavo Astarita dudan en mencionar a la que consideran la gran promesa: normA. Así, mientras Martín asegura que se trata de “una propuesta absolutamente acabada, tanto musical como visual y discursivamente, con su propio sistema de valoraciones y un espíritu crítico inquebrantable tan caro a la ciudad masónica que Astarita llamó su Principado”, Gustavo sostiene que la agrupación de Chivas Argüello, Gualberto de Orta, Pablo Coscarelli y Richard Baldoni tiene “una lírica comprometida con la búsqueda de la Obra de Arte, aquella que atraviesa el tiempo”.
Y quizás con los años, quién sabe, sea normA la nueva banda de culto de la ciudad. Por ahora, Míster América demuestra que ése es un lugar al que sólo se ingresa despojándose de uno mismo en pos de algo superior, eligiendo, como señala Astarita, “un camino libre de ideas de fama y trascendencia personal, ajeno al rumbo de la mayoría de los grupos y en el que lo importante sea crear un propio mundo, lleno de símbolos a descubrir en el tiempo, sólo para La Plata, un paraíso propio, un paraíso para nadie…”.
Más sobre Míster América: www.misteramerica.com.ar
De Garage – Agosto de 2011
(siempre es mejor la versión en papel)
2 comentarios:
puse a bajarlo, a ver qué onda...
No se arrepentirá... Gran disco gran.
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